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miércoles, 7 de septiembre de 2011

1.- ARRIBA EN EL MONTE

Llegó junto al fuego y se sentó con los otros tres. No dijo nada. Hizo caso omiso de la pregunta implícita en las cejas arqueadas y la frente arrugada de Doro. Se echó la manta por encima y cerró los ojos. No durmió en toda la noche. Casi lo consigue hacia las tres o las cuatro de la noche, pero aquel aullido se lo impidió. Dejándole por fin en un estado de duermevela que le acompañó hasta el amanecer. Entonces, se levantó más cansado que nunca. Más preocupado. Más triste. Más endurecido… Más impotente.
Cuatro pastores. Cuatro partes del monte. Cuatro rebaños. Cuatro hombres solos…
Doro tenía 100 cabras, tenía cabras para aprovechar su resistencia a las zarzas y las zonas abruptas que formaban parte de “su” monte.
También tenía 56 años. Hacía cuatro años que estaba viudo, y como si solo le quedasen sus cabras y el monte, permanecía en silencio en la soledad de las rocas más altas como si quisiera estar más cerca de su mujer. O quizás solo buscaba la paz purificadora de la fría brisa de las alturas.
Manolo, tenía 108 ovejas. ¡Ah! y dos cabras locas que terminaban siempre en el rebaño de Doro en cuanto se ponían en celo, para ir con el “Pinto” el macho de Doro. Manolo, tenía 39 años. Y aquel era el lugar más oculto que había sido capaz de encontrar mientras huía de aquel ejército inútil y humillante, hogar de piojos y ladillas, campamento de déspotas y arrogantes. Era un desertor más. Antes la soledad que volver a matar a un desconocido sin saber el motivo.
Ni siquiera sabía si el resto de su vida de penurias y ostracismo en la montaña serviría para purgar su vida anterior.
Miguelín tenía 32 años. Cuidaba 160 ovejas que no eran suyas. Tenía un coeficiente intelectual de un niño de 8 años. Pero con los animales era como una madre y en el monte sobreviviría cuando hubiese muerto el último valiente.
Miguelín era Forrest Gump pero en otra época. Su padrastro le quería incluso más que su propia madre, y cuando ella se casó, le dio a su vez a Miguelín un gran preceptor. Cuando su padrastro le preguntó qué le gustaría hacer, ni contestó, se fue al monte con Doro, Manolo y Luisón.
Luisón tenía… X ovejas, ¡a saber!, nunca coincidía un día con otro, ¿sobre 100?, o más, entre las nuevas que traía su hermano, los partos, los lobos y esas cosas, nunca sabía. Era capaz de perder diez ovejas y no enterarse hasta que Miguelín se las traía de vuelta, y también era capaz de arriesgar su vida por una sola oveja desbarrancada. Era despistado, alegre y travieso a pesar de sus 35 años. Rara era la semana que no bajaba a visitar a las chicas, las enamoraba con facilidad, la misma con la que le olvidaban. Pero allá en el valle había muchas… ¿solteras? ¡ojalá!
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Cada mañana el padrastro de Miguelín subía con las cubas por la leche. Rafael no tenía por qué subir, pero echaba de menos a su hijastro y así podía verle.
Un atardecer más, otra vez Manolo volvía en silencio, otra vez Luisón y Miguelín dormían ya, otra vez Doro le miró interrogante.
-Cuatro -dijo Manolo-.
-¿Dónde? -preguntó Doro-.
-Abajo, donde el Luisón.
-Habrá que decírselo.
-Mañana, hoy ya duerme.Déjalo estar.
Cuatro. Cuatro lobos ibéricos. Llevaban varias noches oyendo sus aullidos. Estos cuatro iban de paso hacia la otra parte de la montaña en respuesta a otros lobos.
La primavera recién estrenada en la montaña parecía un brazo del invierno, todavía con heladas, frío y sin lluvias. Pero la hierba ya asomaba en las laderas.
Calentaba el sol y la nieve se deshacía en regueros que brillaban por todas partes embarrando el suelo. Y por fin los rebaños tenían donde buscar pastos tiernos.
Los árboles caducos empezaban a mostrarse un poco más llenos con los nuevos brotes.
Doro estaba sentado en las peñas contando otra vez las cabras.
-…99, 100 y el cabrón del “Pinto”, una de más -dijo hablando solo. Ya más cerca vio la cabra de Manolo - los perros ya se creen que es mía.
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Manolo le miraba con disimulo, pero tan absorto que no se dio cuenta de la llegada de Miguelín hasta que le tuvo a su lado.
-¡Miguel! ¡Joder! ¡Qué susto! ¡Coño! ¿Qué haces aquí?
-¿Le ves?
-Sí, claro que le veo, lleva ahí por lo menos tres horas y no se ha movido. Oye Miguel, ¿dónde tienes las ovejas?
-Con Rafael, dice que como no tiene nada que hacer en el pueblo que se queda con nosotros. Y ese de ahí también se queda ¿eh?
-Ese cabrón de lobo lleva ahí todo el día tumbado, cuando lo descubrí ya estaba ahí, y no se ha movido, no le he visto ni levantado, no sé si es macho o hembra.
-Es macho.
-¡Y tu qué sabes Miguelín! ¿le viste debajo el rabo?
-No, pero es macho Manolo, le conozco.
-¡Cómo que le conoces!
-Siiiií… por la cara.
-¿Por la cara?
-Sí, es el que mordió a la “Leona”, pobre perra, ¿quién la mandaría meterse con él’
-Eso fue el año pasado, Miguelín.
-Sí, es el mismo, ¿no le ves las orejas?
-Sí, son enormes, si fuese tío ya le buscarían un mote chistoso los mozos.
-Pues por las orejas le conozco.
-Eres la leche, Miguel, yo les veo a todos iguales.
-Pues todos son diferentes. A la hembra la conozco por el pelaje, es tan gris que casi parece azul.
-Oye, Miguel, ¿hay más lobos?
-Ahora no, desde que la hembra de éste se puso a hacer cuevas, los otros dos se fueron, creo que son los lobeznos que tuvo el año pasado, porque uno tiene esa oreja negra, y el otro es tan gris.
-¿Está haciendo cuevas?
-Sí, dos. Yo digo que son cuevas aunque el señor maestro dice que son cubículos. Manolo, ¿crees que el lobo sabe que le estamos viendo?
-Sí que lo sabe, sí… Tiene una paciencia…
Como si les oyese, el lobo se levantó, los perros le vieron. Cuatro mastines leoneses eran demasiado, con el oso del verano pasado tuvieron que ver a su madre con la cabeza colgando para desistir, así que un lobo no les daba miedo. Pero las zancadas ágiles del lobo eran grandes y rápidas, se esfumó tan rápido que su presencia allí todo el día parecía haber sido un sueño.
-¡Qué cabrón! ¿le vistéis? -dijo Doro que venía con la cabra de Manolo- parece el orejotas del año pasado.
-Eso dice Miguel, que es el mismo.
-Bueno, así que tienes a la cabra en celo…
-Voy a tener que regalártela.
-¡Bah! Al “Pinto” le da igual 99 que 100.
-¡La puta cabra! ¡Oye! Que siempre sabe donde estás.
-Vamos a ver a Luisón - dijo Miguelín- seguro que ha visto los lobos, tienen la cueva en “su” monte.
-¿Luisón?, Luisón ahora mismo está soñando con las bragas de Mariana la de Pozuelo.
-Seguro que no -dijo Miguelín-.
-Que sí, Miguelín, que sí, que tú de eso no entiendes.
-Seguro que no está pensando en las bragas de Mariana.
-Miguelín que sí, haz caso a Manolo -dijo Doro- que Luisón está “enamorao”.
-Pues a mi me dijo que la Mariana no lleva bragas.
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Y entre las risas llegaron al fuego y allí estaba Luisón dando de mamar a un cordero con una chupeta, improvisada con un trozo de tela doblado a pico con el que mojaba en la leche y luego escurría en la boca del lechazo.
-¿Qué le pasó a la madre? -dijo Manolo-.
-No sé, no la encuentro.
-Te la habrá comido el lobo -dijo Miguelín-.
-No creo, ayer murió un ciervo de esos viejos que están esqueléticos y se lo han zampado casi entero.
-¡Véis como no pensaba en las bragas de Mariana!
-¡Miguelín!
-Mariana… ¿os podéis creer que la he visto tres días y ya la quiero?
-¡Joder Luis! tu estás loco -dijo Manolo-.
-No Manolo, no -dijo Doro- el chico tiene mala suerte, ya tendrá más fortuna.
-Anda Luisón, vamos a buscar a la madre de este corderillo.
CONTINUARÁ………………………….
Hay algunas palabrotas, y muchas exclamaciones, y parece un relato insulso, pero se irá poniendo interesante, y hasta he metido un poquito de “amor” que tanto os gusta.
Algunas descripciones dejan mucho que desear, y el relato se puede hacer difícil de imaginar, por eso… al igual que los de tráfico con el 110 se pide colaboración a los lectores.

10 comentarios:

Rafa dijo...

está bien el relato... pastores, alta montaña, soledad y compañerismo... algo de amor.

a mí la verdad que me atraen los lobos... hace dos semanas trajeron a la protectora de villablino un Perro lobo, creo que está mezclado con un perro de estos nordicos... es una pasada, muy inquieto, pero a la vez es muy, muy mismoso, y muy noble, no se mete con ningún perro, sea hembra o macho.

Pluma Roja dijo...

Me gustó mucho con todo y palabrotas que tú dices, es un relato bastante entretenido si lo lees no lo sueltas hasta terminar.

Muy bueno.

Saludos Rubén.

Miguel Ángel de Móstoles dijo...

Rubén,

¿Insulso?,¡para mi, desde luego, qué no!

Lo único, que espero impaciente la continuación.

¡Un fortísimo abrazo!

Midala dijo...

no puedo leerte pero si intentar mandarte dos besos.

Ruben dijo...

EDDIE, seguro que te gustarán estas entradas, porque son bastante ecologistas.

AIDA, gracias por tu paciencia, se que estas entradas largas se comen mucho tiempo para tí.

MIGUEL ANGEL, continuará, lo que no se es si se entenderá bien todo lo que intento contar.

MIDALA, se que no puedes leerme, pero en cuanto tu ojo se restablezca, voveveremos a verte por todos los blog.

El tejón dijo...

Rubén, a mi me gusta como va y estoy deseando ver la continuación, aunque sea con palabrotas, todas están en el diccionario.
Un saludo.

Ruben dijo...

TEJÓN, es que yo se que a la gente que le va la naturaleza, no le disgustarán estas entradas, lo malo será que habrá gente que no disfrutará mucho con ellas.

Alfredo dijo...

Rubén.
Sabes que últimamente tengo algo abandonado hasta mi propio blog, pero pides colaboración y yo estoy dispuesto. Solamente me hace falta saber de que tipo.
Salu2.

Ruben dijo...

ALFREDO, me refería a tener un poco de comprensión, porque en su día estas entradas de "arriba en el monte", recibieron críticas muy acertadas, como por ejemplo que no profundizaba en los personajes y que a lo mejor se embarullaba un poco, es cierto, pero es que además, esto es un pequeño resumen que tengo de una historia más extensa, y no me vendría mal, ya que no me he informado de nada, y voy improvisando datos, que si alguien ve errores gordos, me lo diga.

raspa dijo...

yo tengo muy poco tiempo, pero por aquí ando...