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domingo, 25 de septiembre de 2011

3.- ARRIBA EN EL MONTE

La terrible historia de Javier les dejó anonadados, pero como si se tratase de uno de ellos, cerraron filas en torno al fugitivo, y no pensaron en su pasado enterrando la historia a ser posible para siempre.
Ninguno quiso preguntar nada a Javier, cada uno de ellos era consciente del peligro que estaba corriendo. El hecho de contarles su vida había sido un paso importante para él, porque al mismo tiempo se ponía en sus manos.
La primera vez que Javier vio un lobo, le pilló por sorpresa, estaba con Doro en su parte del monte, y el lobo, eludiendo a los perros y a los pastores, había sido capaz de meterse en el medio del rebaño y llevarse poco a poco a una de las pocas ovejas que tenía Doro entre las cabras. Javier se quedó mirando como la oveja avanzaba como en el aire, y al fijarse comprobó que era un lobo quien la arrastraba por el cuello. Sin pensarlo se fue a por el lobo con una estaca, los perros le vieron entonces, pero el lobo soltó la oveja y huyó seguido muy de cerca por los perros.
-Parece que le van a coger -dijo Javier-.
-Sí, es raro, debe pasarle algo, normalmente corren que les lleva el diablo.
Embelesados mientras se fijaban en el lobo correr casi al alcance de los perros, estaban sorprendidos. De repente el lobo cambió de ritmo y se perdió a gran velocidad perdiéndose de vista.
-Vaya, eso si que es correr -dijo Javier-.
-Se ha reído de nosotros, no me gusta nada, ese… algo buscaba.
-La oveja.
-Mejor voy a contarlas.
-Pero si no se llevó ninguna.
-Ese no, pero creo que lo único que hacía era despistar a los perros y nos hemos quedado mirando como pánfilos, seguro que otros lobos se llevaron alguna.
Faltaban dos ovejas, y las cabras estaban dispersadas por todas las rocas. Mientras ellos miraban huir al lobo, los otros se habían llevado lo que querían.
-No pensé que eran tan listos -dijo Javier-.
-Jamás dejan de sorprender, si les pones una trampa, pronto se darán cuenta que es una trampa, si les esperas con escopeta, la huelen, se cachondean de tí, si vas a buscarles necesitas mil perros, y todavía encontrarán la manera de salvarse. ¡Y querían que tú los cazases!
-Pues se me ha ocurrido una idea.
-Da igual, ahora no sabemos cuando van a volver, ni por dónde, ni a qué rebaño.
-Pues se me ha ocurrido una idea.
-No te esfuerces, no importa, de vez en cuando se llevan alguna, te da rabia, pero al final lo piensas, y no es más que un tributo que te cobra el monte.
Durante los días siguientes, Javier no estuvo con ninguno de ellos mucho tiempo, se dedicó a pensar en la mejor manera de llevara a cabo su plan. Lo que en principio era una idea sin más, se fue convirtiendo en un proyecto para construir una trampa para lobos. Ninguno de los pastores se dio cuenta de lo que tramaba, y casi no le vieron durante esos días. Javier intentó llevar a cabo su idea sin decírselo a ellos para evitar la vergüenza que pasaría si fracasaba, lo cual era bastante probable, porque no tenía muchas esperanzas de triunfar.
Aprovechando el terreno, intentó construir un pasillo lo suficientemente ancho como para no parecer una trampa, el pasillo conducía a un pequeño claro entre los árboles, el claro estaba cortado por la propia montaña por un lado, y por el otro lado intentó hacer una especie de falsa salida, para ello limpió de arbustos la zona dejando un disimulado sendero que invitaba a la huida, el sendero conducía a un precipicio de unos treinta metros de caída. Lo más complicado fue conseguir unos espejos grandes, eran caros, y tuvo que bajar al pueblo y trabajar durante dos semanas antes de reunir el dinero suficiente para los grandes espejos, luego tuvo que esperar dos días para que los espejos estuvieran disponibles, y luego tuvo que contar su secreto a Rafa porque necesitaba el carro para subir los espejos hasta la trampa, y por supuesto necesitó la ayuda de Rafa para colocarlos. Durante horas probaron distintas combinaciones porque no conseguía el efecto que él pensaba y la trampa era demasiado complicada. Finalmente, los espejos quedaron colocados de forma que parecía que el precipicio se podía salvar con un pequeño salto de metro y medio. Lo complicado de la trampa era conseguir que la propia imagen del animal acercándose al precipicio, no se reflejase. Para conseguir esto hubieron de probar diferentes posiciones intentando copiar un periscopio o algo parecido, por último, consiguieron que los espejos no se notasen.
Cansados se fueron para la cabaña, llegaron ya de noche.
-¿Dónde habrán estado estos dos? -dijo Manolo-.
-Pensé que no volvería, hace quince días que no le vemos -dijo Doro-.
-Además dentro de dos semanas o tres nos vamos para el pueblo.
Javier empleó todo el día siguiente en llevar un cebo al claro, pero en los días que siguieron, no consiguió atraer a los lobos, mientras repasaba el plan se dio cuenta de un fallo, si el primer lobo saltaba hacia el espejo, chocaría fuertemente y lo rompería, con lo que solo serviría para un lobo, y encima no tenía dinero para reponer el espejo, y la trampa sería demasiado cara. Desmontó otra vez toda la trampa, protegió los espejos fuertemente por la parte de detrás, para que soportasen el impacto, o que como mucho, solo se astillasen un poco sin llegar a romperse del todo. Cuando hubo terminado y recorría el sendero hasta el claro, se dio cuenta que el cebo había desaparecido mientras estaba con los espejos, y sintió un miedo espantoso de tropezarse con un lobo o de verse atrapado en su propia trampa, agarró un palo y salió despacio, pero no había ni rastro de lobos. Corrió como nunca hasta la cabaña.
A la mañana siguiente consiguió llevar un corzo muerto hacía poco hasta el claro, y en poco tiempo había allí varios lobos. Pensó que ese era el mejor momento para alborotar y provocar la huida de los lobos hacia la trampa, pero allí había por lo menos diez lobos, y tuvo más miedo que vergüenza, así que al final los lobos se comieron todo el corzo y él no se atrevió a intervenir. Al día siguiente, consiguió llevar un cordero muerto al nacer, pero tanto era el olor que despedía que casi no le dio tiempo a dejarlo en el claro que ya estaba aquello lleno de lobos peleando por un pequeño cordero que no les llegaba para aplacar su hambre.
Decepcionado, tuvo que contar sus peripecias a los demás.
-Sí, nunca consigo que vayan hacia la trampa porque no reúno el suficiente valor.
-Así que con espejos… -dijo Manolo-.
-Cada vez dudo más de mi idea.
-¿Cuántos días has llevado comida hasta allí? -preguntó Doro-.
-Cuatro o cinco días.
-Mañana vamos a llevar una vaca que se le murió a Joaquín -dijo Miguelín-.
-¿Para qué?
-Mientras se la comen, que les llevará un buen rato, nos dará tiempo a llegar con los perros, y habrá que decir a Florencio que nos deje uno de los cohetes de las fiestas.
Al día siguiente, llevaron los restos de la vaca hasta allí. Los lobos, acostumbrados a comer allí sin que nadie les molestara, llegaron en tropel, no tardó en reunirse allí una docena de lobos y parecía que venía alguno más. Cuando empezaron a oír los primeros ladridos, los últimos lobos que llegaban, lograron escapar a tiempo porque no llegaron a entrar por el pasillo. Cuando Luisón tiró el cohete, los lobos intentaron huir por donde habían entrado, pero los perros ya habían entrado por el pasillo. Eran cinco perros y allí había por lo menos doce lobos, pero los lobos evitaron el enfrentamiento porque la detonación del cohete les puso en alerta, y además venían Javier, Doro, Manolo, Miguelín, Luisón, Rafa, Florencio y Carmen, que como no se fiaba de que su marido Florencio fuese de verdad a semejante aventura, decidió acompañarle, y cuando vio el lío de lobos que había, daba unos gritos que asustaron más a los animales, incluso Javier estaba aterrorizado. Los lobos cayeron en la trampa, se encaminaron por el sendero hacia la falsa salida seguidos muy de cerca por los cinco perros. A la mitad del sendero, un lobo intentó salirse, pero no pudo porque la pared estaba a casi tres metros de altura por un lado, y por otro, los espinos estaban tan espesos que era imposible, pero el “orejotas” les dejó a todos estupefactos cuando consiguió saltar hacia la roca, no parecía que fuese a salvar tanta altura, pero cuando iba a chocar, apoyó sus patas en un pequeño saliente que le sirvió para impulsarse fuera del sendero. Había sido una demostración de fuerza y de habilidad.
Los perros iban realmente cerca de los lobos. Cuando llegaron a la trampa, la loba gris se paró en seco, pero los otros diez lobos se lanzaron hacia los espejos seguidos por los cinco perros, y todos chocaron contra el espejo que reflejaba el mismo saliente desde el que saltaban. Tan grandes fueron los impactos y tan seguidos los de lobos y perros, que todo cayó por el barranco. La loba gris fue la única que no saltó, y ya sin perros se escapó entre los golpes a ciegas de los hombres, los chillidos de Carmen, y ante un paralizado Javier.
Cuando llegaron al final del sendero y miraron hacia abajo, se les mostró una imagen sobrecogedora, difícil de olvidar. Un amasijo de cristales rotos, tablas, sangre y cuerpos destrozados y algún aullido postrero de perro o de lobo, era una imagen macabra y hasta de los lobos tuvieron lástima.
El suceso se contó en el pueblo todo el invierno, y los que lo vivieron no sabían decir si la trampa fue un éxito o una locura, incluso Javier se quedó sorprendido por tan funesto resultado. La pérdida de los perros, le dolía y no sabía cómo pedir perdón a sus dueños.
También se habló de cómo escapó la pareja de lobos, tan fuerte y ágil el lobo, tan astuta y valiente la loba. Se habló de la pérdida de los perros, de los lamentos de todos los animales que no murieron en el acto, que aunque se bajó a intentar hacer algo por alguno de ellos, solo había sobrevivido un lobo viejo que casi no se podía ni mover, y para colmo, se le habían roto algunos dientes. Miguelín intentó cuidar del pobre animal. Ni las recompensas que se le ofrecían por entregar una alimaña, ni las regañinas de los vecinos, le hicieron desistir de intentarlo. Pero para un animal viejo que había vivido toda su vida en libertad, que encima había perdido los dientes, la situación no podía ser peor, la tristeza que se veía en sus ojos casi hacía llorar a la gente. Miguelín se desesperaba por conseguir que comiese algo, pero el animal se negaba.
-No me come nada, se va a morir de hambre, madre -le dijo a su madre-.
-Solo es un lobo, hijo, y ya está muy viejo, de todas formas no habría aguantado el invierno.
-No puedo creer que el lobo al que tanto tememos y que tanto miedo nos da, sea este mismo animal triste que no levanta cabeza, que no intenta ni morderme.
-No puede morderte, casi no puede abrir la boca, y además no gruñe, ya nada le importa.
-Madre, no sé si te parece bien que no se lo entregue a las autoridades, ya sé que nos vendría bien el dinero…
-No importa, hijo -terció Rafa-, a este animal no estaría bien humillarle más.
Entre Javier y Luisón le ayudaron a llevarle a la zona más alta del monte, desde la que se podía ver todo el valle, y allí le dejaron libre para morir. Con un esfuerzo del que no le creían capaz, logró levantarse a duras penas y lanzar un aullido que casi no se oía, ese esfuerzo terminó con su vida, y su última mirada hacia ellos les hizo sentirse realmente mal.
-Parecía como si…
-…llorase -dijo Javier terminando la frase de Luisón-.
-Todos los animales lloran, yo lo sé, aunque no tengan lágrimas -dijo Miguelín-.
-¡Maldita la hora en que se me ocurrió esta locura! -dijo Javier-.

5 comentarios:

Rafa dijo...

muy emotivo este capitulo, sí.

al principio cuando leia lo de la trampa, pense que iva a hacer algo parecido al chorco de lobos, xd, pero no, me soprendiste.

Pluma Roja dijo...

La verdad que era un mal necesario, pobres animales pero también pobres las ovejas. Lo que siento es a los perros, Allí sí que justos pagaron por pecadores. Interesante el capítulo porque como lector no lo abandonas.

Felicitaciones.

Un fuerte abrazo.

Miguel Ángel de Móstoles dijo...

Estoy con la boca abierta. Me ha dejado fascinado la trampa, y el final para nada me lo esperaba, ¡me ha sorprendido!, ¡te felicito!

Al final, quienes perdieron la guerra fueron los lobos.

Pero esto todavía no ha terminado.

¡Espero impaciente!

Sese dijo...

Y parece que hay animales buenos y animales malos, en función siempre de los humanos.

Saludos

Mercedes Vendramini dijo...

Emocionante tu relato Rubén! adoro los animales, y claro que lloran, como también notan el sufrimiento de los seres humanos cercanos a ellos.
Tal vez el lobo viejo sufría por su libertad perdida y también por la desesperación que veía en Miguelín al tratar de salvarlo.

Mis cariños! y gracias por tu visita también.