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lunes, 30 de abril de 2012

LA CENIA

Desde hace tiempo tengo pendiente hablar de mi estancia en la dehesa "La Cenia".
En 2001, me llamaron por tfno. para preguntarme si podía trabajar para una empresa que se llamaba "Valles del Esla". El trabajo consistía en hacer los silos de maíz en el suelo de la finca.
Los camiones llegaban descargaban el maíz picado y yo, con un tractor con pala, tenía que colocarlo y pisarlo para que sirviese de alimento todo el año para bueyes.
En principio solo era estar unos días para hacer eso, que más o menos es lo mío, pero me ofrecieron hacerme cargo de la finca y de los bueyes que estarían allí. Y acepté, estaría yo solo, en una finca de 150 Has, para mí solo, con gamos corzos y demás.
A los pocos meses me llevaron un cordero. Recuerdo el primer día, estaba blanco inmaculado "yo creía que la lana de las ovejas era amarilla, y cuando lavé a este con Norit, se quedó blanco, blanco..." me dijo la ¡veterinaria! que lo trajo. ¡Ja! ¡blanco!, lo que más le gustaba a "Talibán" (le puse ese nombre), era frotarse el lomo contra los tubos de escape de los camiones. A los dos días estaba más negro que el jabalí.
"Talibán" era como un perro, venía siempre a mi lado, corría detrás de los gamos y hasta les mordía en las patas traseras. Viaje que daba yo con el tractor y el carro mezclador
Seko Samurai 85viaje que daba el conmigo (era exacto al de la foto). Daba cinco viajes, (525 bueyes comen mucho) entraba detrás de mí en los pasillos de alimentación que se habían construido por la finca.

    Un día, recibí la visita de la veterinaria, paré el motor del tractor, me bajé y charlé con ella un rato. Volví al tractor, arranqué y me fui, pero claro, "Talibán" se había refugiado del sol justo delante de la rueda del unifeed o carro mezclador, le dejé como una pasa. ¡Caldereta! pensé, pero la veterinaria estaba allí ese día, así que pregunté que es lo que hacía con el -Entiérralo- me dijo. ¡Qué desperdicio!, los siguientes días le echaba de menos, incluso me volvía de vez en cuando porque había adquirido la fea costumbre de envestirme y amocharme el culo a traición. 
Por Navidad volvió la veterinaria, que se iba de vacaciones y tenía que dejarme el perro en la finca, que no le podía dejar solo en el piso. ¡Será mentirosa!, no solo me dejó el perro, que no volvió nunca más con ella, sino que me dejó un rayón, un jabalí pequeñajo y de mal carácter, que tuve que encerrar, en un caseto.
Del perro ni me preocupé, era un labrador negro y se escapó de la finca a las primeras de cambio.
El jabalí, estaba encerrado. Todos los días yo le daba leche de tetra brik, mientras la bebía tenía que sujetar el plato, porque le gustaba tirarla al suelo. Un día les pedí más leche a los veterinarios, y van y me dejan un pack de seis en la caseta del jabalí, ¡pero dentro! y con un saco de pienso para los perros... ¡fuá!, el pienso estaba esparcido por toda la caseta, el trozo más grande del saco era menos que mi uña, y la leche... la leche la bebió toda, cogía los tetra brik por el medio, mordía, empinaba el hocico, y para la panza.
Con el cabreo, le dí la libertad, le saqué de la caseta y dije que se había escapado.
Si el cordero se había portado como un perro, el jabalí igual, venía siempre a dos metros de mí, aunque no me dejaba acercarme más. De vez en cuando se quedaba en los comederos tan tranquilo por la parte de dentro, donde no le molestaban los bueyes. Me hacía mucha gracia ver como se aficionó a cazar ratones y ratas, como iba siempre entre los bueyes al bebedero.
No pesaría más de 40 kilos la primera vez que dejó de correr delante del mastín para correr detrás. En la primera envestida que le dio al perro (León), le hubiese matado de haber tenido ya colmillos.
Mi mayor diversión era despertarlo, se adormecía en el centro de los pasillos, y yo siempre iba en silencio y le asustaba, se ponía como loco, le fastidiaba hasta tal punto, que optó por taparse con hierba totalmente, de manera que yo nunca sabía dónde estaba, y las pocas veces que me topé con el en esta situación, le faltó poco para atacarme.


En la finca estaba yo solo, pero venían de vez en cuando otros trabajadores. Decían que el animal era como yo, porque ellos habían criado uno enorme, que nada más verte ya venía a tocarte la mano con el morro para que le acariciaras (claro una vez que se fue al pueblo más cercano se acercó a la primera casa, y fue directo a la primera persona que vio para que le acariciase, y lo que recibió fue un tiro) el mio era más listo, no se dejaba tocar ni loco.
No despertaba simpatía a nadie, había roto toda la valla que estaba al lado de la carretera de Cistierna, y eso que por ese lado medirá un kilómetro y medio. Se había zampado todas las crías recién nacidas de los corzos, no quedó ni una...
Pesaría unos 45 kilos cuando desapareció para siempre, yo no pregunté, y el hecho de que nadie preguntara, me hizo entender que se lo cargaron entre todos sin decirme nada.
Solo me quedaban recuerdos, el suelo de la caseta, en el que solo quedaban los hierros del forjado, pues había levantado todo el cemento. 

Luego tuve una lechuza, que tuvo la mala suerte de caer en el barrizal pastoso que formaban los bueyes con las lluvias. El lodo cubrió sus alas y no podía volar, tuve que bañarla, me picaba sin miramientos, me costó varios baños y unos cuantos días que sus plumas se limpiasen del todo y pudiese volar de nuevo, durante esos días se pasaba el tiempo en la sombra, entre las encinas, que en mi pequeño recinto las ramas tocaban en el suelo.

Un día le quité un conejo a un gato montés, no lo tuvo entre sus garras ni un segundo, pero no pude salvarlo, lo destrozó, así que se lo devolví, pues la gata montés tenía tres crías en una pequeña meda de paja que tenía de grandes fardos de 200 kilos. Me hubiese gustado que los gatos monteses se dedicasen a las ratas y dejasen en paz a las tórtolas y a los conejos, pero era superior a sus fuerzas. De todas formas, fui recogiendo una por una las tres crías de la carretera atropelladas por los coches.

Vista la naturaleza en silencio, uno termina por comprender que la vida no vale mucho para los animales silvestres. Los grajos y cuervos se comían los pichones de torcaz, el jabalí se comía los corzos recién nacidos, el gato montés se comía las tórtolas y los conejos, águilas y milanos terminaron con todas las liebres, los furtivos mataban de vez en cuando algún gamo que yo encontraba sin cabeza, los días de nieve terminaban con la vida de los terneros todavía sin castrar, el gamo dominante mataba siempre a otro en el celo, y Rubén pasaba por encima del cordero con el tractor, y eso que "Talibán" había esquivado miles de ruedas de camiones.

Lo del burro ya lo conté en su día.

Un día un lobo venía perseguido por cazadores, y mientras pasó junto a la valla, los bueyes se pusieron como locos, lo cual me extrañó, pues normalmente ni se inmutan por un lobo solitario, quien sabe, a lo mejor no eran los lobos los que asustaban.

Para mí fue un placer trabajar allí durante tres años, la tranquilidad de estar solo, de disfrutar de los animales, de recoger setas de cardo a placer en temporada y sin competencia, de ver las crías de corzo recién nacidas, de escuchar los berridos del parto de los gamos y corzos, lo cual es poco habitual, de sentarme en un cepo y ver los gazapos salír 20 centímetros debajo de mis pies a tomar el sol, ver al amanecer como regresaba el gato montés junto a sus crías, con sus andares saltarines  y felinos, como si fuese un pequeño lince, en la luz del amanecer era espectacular verle cazar las tórtolas.


domingo, 29 de abril de 2012

PARA GUSTOS, LOS COLORES.

No abrí un blog para que llegue gente aquí con comentarios hirientes, sobre todo en entradas totalmente inocentes como la que acabo de borrar. No modero los comentarios, pues el blog es tan inofensivo, que solo puedo que facilitar a todo el mundo dejar su opinión.
Abrí un blog como terapia para mi penosa situación anímica de entonces, y me ha servido bien...
En este blog, escribo, a veces relatos tristes, otras alegres, y otras veces tan solo son sueños extraños, el blog me da muchas alegrías, no lo niego, y me desahogo de todas las decepciones de la rutina diaria.
Así que, he decidido dejar de seguir algunos blog, reestructurar mis preferencias, y deciros que antes de dejar un comentario hiriente o desafortunado a cualquiera de vosotros, prefiero no comentar...
No necesito pasar malos ratos, para eso leo el periódico y luego repaso mi cartilla del banco...
Si a alguien no le gusta lo que escribo, tiene fácil solución, no viene y ya está, que no lo lea.
Porque entiendo que me pongan consejos, críticas constructivas (que las necesito), pero no entiendo que me venga la gente diciendo lo que has puesto a mí no me gusta, es tal o cual basura.
Entonces ¿para qué vienes? no vengas. Si no te gusta...
Si me disgusta un blog no lo sigo, no lo leo, y mucho menos lo comento. 
Para gustos los colores... 
Este blog es apto para todo el mundo, no opino de política en él, ni de fútbol (vaya disgusto que me ha dado el Ademar hoy), no me meto con nadie, y eso no quiere decir que no tenga opiniones al respecto, solo quiero tener un sitio TRANQUILO, para olvidarme de todas esas cosas precisamente.
He llegado a apreciar cada visita y cada comentario como si fuese un amigo que viene a mi casa, le he cogido aprecio a gente desconocida que refleja en este espacio inexistente su personalidad, cada persona es especial, cada persona que llega aquí, es una gota más de ánimo que me ha hecho superar esa tristeza que trae de la mano el vacío que dejan los amigos muertos... Poco a poco habéis colmado mi corazón aportando esa gota de alegría que ha desplazado casi del todo esa tristeza. 
Por eso no quiero destructores aquí. Ni para mí ni para quien me lee.

Un abrazo para todos, un saludo y muchas gracias.

domingo, 22 de abril de 2012

23 de abril de 2012

            Miguel cumplía 14 años, era el último día de agosto, y le habían regalado un teléfono móvil. Estaba tan contento con su regalo, y tuvieron que estropearle el día.
            Le dieron la noticia de que tendría que trasladarse a la ciudad para estudiar 2º de la ESO, porque este último curso, había sufrido mucho para aprobar.
Vivir en este pueblo, anclado entre las montañas, era fantástico, pero durante el invierno, había demasiadas nevadas, y se perdía muchos días del curso, y sus padres no querían que eso fuese un impedimento en sus estudios, pues hasta ahora había sido un buen estudiante.
            Dolido profundamente, se montó en su bicicleta, y se marchó enfadado, bajó por el camino que llevaba hasta el río, y luego giró en sentido contrario a la cascada sin saber dónde ir. Recordó el viejo molino, una estructura grande  de tres pisos en la que solía jugar con sus amigos.        
            Tiró su bici en la entrada, y entró. Deambuló por las estancias de la primera planta, que era donde siempre jugaban. En algunas ocasiones habían explorado la segunda planta del molino, sobre todo para entender el funcionamiento del molino. Pero casi nunca subían a la tercera planta.
            Estaba tan enfadado, que decidió desafiar todas sus costumbres y subió a la tercera planta. Las primeras estancias ya las conocían, pero fue caminando hacia la parte de atrás del molino, hasta la última habitación, aquella en la que nunca habían entrado.
            Tenía la llave puesta, giró la llave y entró, estaba muy oscura, y no se veía nada, así que fue hasta el fondo y abrió la ventana, el viento invadió toda la habitación rodeando su cuerpo, la puerta se cerró de un portazo. Miguel se dirigió a abrir la puerta un poco asustado, pero en cuanto asió la manija, se quedó con ella en la mano, mientras oía como la parte exterior de la misma, caía al suelo al otro lado.
            ¡Estaba encerrado!
            Se asomó a la ventana, el suelo estaba muy lejos, a unos 7 u 8 metros de altura. No podía bajar por ahí. Intentó llamar a su padre con el nuevo teléfono móvil, pero en ese lado del molino no había cobertura. Miguel sabía que en el otro lado sí que la había. ¡Qué mala suerte!
            Golpeó la puerta con todas sus fuerzas, pero no eran suficientes, aquellas puertas antiguas eran muy gruesas.
            Comenzó a buscar en la habitación algo con lo que hacer palanca, siempre recordaba la frase de Arquímides, “con una palanca lo suficientemente larga, se podría mover el mundo”. Pero no encontraba nada.
            Había infinidad de libros destrozados por la humedad, el tiempo o las ratas. Encima de un armario, había una caja de metal en las que venía el Cola-cao hacía muchos años. La abrió y dentro encontró algo envuelto en plástico, era un libro. Lo dejó en el suelo, y siguió buscando alguna manera de salir de allí.
            Al rato ya no sabía qué hacer, había llorado y había gritado por la ventana con todas sus fuerzas, finalmente, se sentó en el suelo contra la pared, al lado de la ventana. A su lado estaba el libro, lo cogió y leyó el titulo “El Camino”, Miguel Delibes. ¡Anda!, este escritor se llama como yo, pensó.
            En cuanto comenzó la lectura, se identificó con Daniel “el Mochuelo”, pronto no pudo dejar la lectura, ensimismado con los pensamientos del protagonista, que aunque tenía once años, también se veía abocado a abandonar su pueblo.
            Disfrutó mucho con los motes del los personajes, odió a la “Guindilla”, se rió mucho cuando preguntaron si Sara la hermana de Roque “el Moñigo” era escrupulosa, y “el Moñigo” contestó: “No sé, pero cuando le cae una mosca en la leche, la dice, prepárate que vas de viaje.
            Se imaginaba a la Mica, la hija del Indiano, guapa y esbelta.
            Se imaginaba tener también él una enamorada como la Uca-uca, con las pecas y todo. ¡Cómo se reía al leer las contestaciones que le daba Daniel a la pobre Mariuca!
“-Mochuelo, ¿dónde vas a ir hoy?
-Al demonio, ¿Quieres venir?
-Sí – afirmaba la niña…”
            Se imaginó a sí mismo siendo amigo del “Moñigo” y de Germán “el Tiñoso”, incluso se veía comprando galletas de las que había tocado el gato, si así le salían más baratas… ¡Ahí sí que se había reído!, cuando estos tres usaron una lupa a través del escaparate para quemar al gato de la Guindilla. Es que se retorcía de risa.
            Cuando llegó a la parte donde muere “el tiñoso”, hasta lloró, se pudo reír un poco con el detalle del “Mochuelo” de dejar un tordo en la mano del “Tiñoso” en su ataúd.
            En ese momento, se le ocurrió una idea. Puso un mensaje en el móvil a su padre (único número de teléfono que tenía en la agenda), se asomó a la ventana, con su mano izquierda se aferró al marco, y con todo su cuerpo inclinado hacia afuera, pulsó enviar, y lanzó el aparato con todas sus fuerzas por encima del tejado para ver si llegaba hasta el otro lado del molino, donde si había cobertura… “estoy en el molino, me he quedado atrapado en una habitación del tercer piso y no puedo salir”, había escrito.
            Siguió leyendo, y al llegar a la parte donde Daniel sube a la cucaña, armado de valor y superando todos sus miedos, Miguel se dio cuenta de que el también debía superar los suyos…
            Lanzó el libro por la ventana al suelo, pues quería llevárselo a casa para terminárselo. No confiaba para nada en que funcionase su truco del móvil, y llevaba allí toda la tarde, estaba empezando a oscurecer, y le daba pánico quedarse allí encerrado.
            Se tragó su miedo y su vértigo, y empezó a descender desde la ventana. Empezó colgándose del vierteaguas de la ventana, y utilizando grietas y salientes de la pared, fue moviéndose hacia un lado, iba descendiendo poco a poco, y después de un buen rato, cuando ya las fuerzas no daban mucho más de sí, llegó a la ventana de una estancia de la segunda planta, se deslizó dentro y respiró aliviado.
Salió corriendo. Por un momento, se olvidó de todo, cogió la bici y salió disparado para casa, entonces, recordó el libro que había dejado caer desde la ventana, rodeó el molino y lo recogió, ya anochecía, se había quedado encerrado durante seis horas, se le habían pasado muy rápido mientras leía el libro de Miguel Delibes.
Ya con el libro en la mano, le quedaba buscar el móvil, pero la oscuridad lo invadía todo… En ese momento, un coche apareció por el camino, ¡era su padre!
Mientras abrazaba a su padre, le contaba todo lo que había pasado.
Su padre estaba muy orgulloso de que se le ocurriese la idea del móvil, porque había funcionado. Realizó una llamada al nuevo teléfono de Miguel, y mientras, le buscaron. Enseguida oyeron el tono del teléfono, y la pantalla se había iluminado, lo encontraron rápidamente, estaba al lado del camino entre unas ortigas…
Durante la cena, todos le escuchaban absortos. Su madre se echó las manos a la cabeza mientras escuchaba como se había deslizado por la pared. Su padre le felicitaba por la idea de lanzar el teléfono por encima del tejado. Y sus hermanos, no paraban de preguntar si había tenido miedo.
Finalmente se fue a la cama agotado, pero cuando ya estaba a punto de quedarse dormido, recordó el libro, ya casi le había terminado, encendió la luz de la lamparita de estudio, y abrió el libro.
“…Y se retiró de la ventana violentamente, porque sabía que iba a llorar y no quería que la Uca-uca le viese. Y cuando empezó a vestirse le invadió una sensación muy vívida y clara de que tomaba un camino distinto del que el Señor le había marcado.
Y lloró, al fin.”
Si un día tenía un hijo le llamaría Daniel.
Por la mañana les diría a sus padres, que no se preocupasen que iba a estudiar a la ciudad, y que se esforzaría mucho.
Lo primero que hizo al comienzo de las clases fue ir a la biblioteca del instituto… Cervantes, Miguel, …Delibes, Miguel (Miguel los dos, parece que tenía un buen nombre para ser escritor).
Cogió “Las ratas” recordando el estropicio que habían hecho en la habitación del molino…
Tengo los libros, no estaré solo.


P.D.: Mi hijo se llama Daniel, lo eligió mi hija, puede que me lea el pensamiento.

viernes, 20 de abril de 2012

23 de abril de 2011

Mientras preparo la entrada del día del libro de 2012, dejo el enlace de la que publiqué el año pasado:

http://rdelavega.blogspot.com.es/2011/04/23-de-abril.html

Espero que os guste, y que la próxima semana, se me ocurra algo similar.
Ahí dejo mi propio desafío para el lunes, escribir algo similar... Solo necesito el título de un libro que os absorviese totalmente. El mejor, si es un clásico, mejor.

viernes, 13 de abril de 2012

HOY ME HAN DADO UN PREMIO (¡qué locos!)


MEN, desde su blog "a mi manera amanece", que no tiene desperdicio, y entiendo perfectamente que haya recibido un premio, me ha premiado. Pero yo... ya lo he dicho más veces, no entiendo mucho los premios, no se quién los crea, pero está claro que todos tienen algún premio. A mí no suelen llegarme, pero así y todo, me llegó alguno (una vez Midala, que me quiere bien, y otra vez Su desde "Mirando atrás")

De todas formas, como mi ego anda algo bajo, pues esta vez si lo pongo, y de paso, recomiendo a otras personas.
Como he dicho el premio me llega de:


El premio tiene tres normas (para mí, son tres maneras de agradecer el premio)
- Nombrar cinco blog con menos de 200 seguidores (¡200! si yo estuve medio año con 13, si tengo ochenta y pico y la mayoría son de esos que se hacen seguidores a discrección para recolectar más... )

-Avisar a los blog nombrados.

-Y que no se rompa la cadena y nombren a otros cinco. (no quería defraudar a MEN, que es una de esas seguidoras que uno tiene como un tesoro, por eso no rompo la cadena como de costumbre)

MEN, también ha puesto el premio traducido:


Me queda nombrar a los cinco blog (lo que me va a llevar toda la tarde, y aún así seré injusto)

1.-  CANTOS DE HOSPICIO, de Mercedes Vendramini.

2.- RELATOS, de Marta C. porque creo que no tiene ninguno, y de paso dar un empujoncito al número de seguidores.

3.- MISCUENTINOS, de Alfredo, que me culturiza cada día.

4.- PIANO, de Soledad, porque amansa a las fieras. (A mí, que estoy siempre en tensión)

5.- NADA QUE DECIR, de Eddie, porque tener los comentarios de Eddie, es un lujo.
http://wwwbloggerelamordueleymucho.blogspot.com.es/

Para copiar la imagen del premio, mejor que viajéis hasta el enlace que me lo ha dado, porque tengo activado no se qué (lo puso Midala, porque yo no tenía ni idea) y no se desactivarlo. ( y no so ríáis que os veo)

Me quedan muchos blog que nombraría, muchos, pero todos sabéis que si no me gustasen, no os seguiría, y mucho menos comentaría.

Así que solo os digo:

GRACIAS POR QUERERME CUANDO MENOS LO MEREZCO, PORQUE ES CUANDO MÁS LO NECESITO. ( y no me preguntéis dónde lo leí, o a quien se los escuché, porque no me acuerdo)

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ALGUIEN VOLÓ SOBRE EL NIDO DEL CUCO.

Me viene a la memoria este libro, no se si por la película, o por lo del cuco.
Ese pájaro cruel, que tira del nido a los verdaderos habitantes y se queda con toda la atención de los padres engañados. Me siento como el cuclillo, que ha recibido un premio que merecen mucho más otros blog.

Y por cierto, toda la vida me llevo preguntando, a qué viene el título de este libro, en qué estaba pensando Ken Kesey al bautizarlo así. Pero si los cucos no tienen nido...
Ponen los huevos en otro y a correr... digo... a volar... y para colmo sus huevos eclosionan antes, y el pequeño criminal se dedica a tirar el resto por el borde.

Desvaríos mios...

De niño me encontré varios de estos, sobre todo en nidos de urraca...


Para contestar a Sese, sigo ampliando la entrada. Como véis en la foto, el cuco, no solo es mucho más grande que el pájaro que lo alimenta, además, no cabe ya en el pequeño nido, del que previamente tiró a los otros huevos.
Y sí, Sese, lo busqué, cuclillo parece que es lo mismo que cuco.

martes, 10 de abril de 2012

¿A QUÉ NO HAY "GÜEVOS"?

Camuflado en otra entrada, que se titulaba "güevadas", dejé un relato que pasó muy desapercibido, sobre todo porque la gente se quedó más con las "güevadas". Hoy lo pongo de nuevo, solo que sin las trastadas que contaba aquel día.

De todas formas, odio esa frase (¿a qué no hay "güevos"?) porque tras ella, solo vienen que problemas.

Ese día, habíamos tenido entierro... y habíamos enterrado a uno de esos que nos daban cierto miedo y respeto...
-¿A qué no hay "güevos" a ir al cementerio a media noche y jugar la partida en la lápida del Braulio?
¡Qué no hay "güevos"! ¡Qué no hay "güevos"!
Todos al cementerio, éramos cuatro, el cementerio estaba en una calleja estrecha y oscura a quinientos metros del pueblo.
El primero se cayó en unas zarzas con la borrachera, y lo dejamos allí hasta que volvimos.
El segundo (que fui yo) se tropezó con una portillera abierta, y se rompió la nariz.
El tercero se quedó a la puerta y no entró.
El cuarto entró... Se sentó en la primera lápida, sin llegar a la del Braulio...
De pronto, un ruido como de una lápida desplazándose. La borrachera desapareció al instante, los dos que ya estábamos entrando también lo oímos, salimos de allí pitando.

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MIENTRAS, DENTRO DEL CEMENTERIO

La lápida se desplaza del todo, y un alma en pena sale por ella. A su lado otra alma en pena está apoyada en la pared de los nichos.
EUSTAQUIO: A ver si aprendes a salir sin hacer ruido, Manuel, que llevas 50 años muerto, y todavía no sabes atravesar las paredes, ¡que eres un fantasma! ¡que no te va a pasar nada!
MANUEL: De todos los que podían quedar atrapados en este estado fantasmal, tenías que ser tú el único que se quedase conmigo, Eustaquio.
EUSTAQUIO:También está Rufina.
RUFINA: A mi no me metáis en vuestras discusiones -dijo la tal Rufina-.
En eso que el Braulio, recién enterrado, sale atravesando la lápida.
EUSTAQUIO: ¡Mira, Manuel! el Braulio se acaba de morir, y ya sabe salir sin armar escándalo.
MANUEL: ¡Vete a la mierda! Eustaquio.
EUSTAQUIO:¡Vete tú! que estoy convencido que estamos aquí por tu culpa.
MANUEL: ¡Cómo que por mi culpa!
EUSTAQUIO: Porque me mataste por mover la linde, y te llevo diciendo 50 años que yo no fui.
MANUEL: A mi me fusilaron.
EUSTAQUIO: Claro, ¡por matarme!
MANUEL: Porque me querías robar mi huerta.
EUSTAQUIO: ¡Qué yo no fui!
MANUEL: ¡No sé quién iba a ser! Mientras no nos aclaremos, nos vamos a quedar así hasta el fin de los tiempos.
EUSTAQUIO: Te digo que yo no fui. Anda vamos a dar una vuelta, a ver si siguen corriendo esos...

SE VAN

BRAULIO: Y tu Rufina, ¿Por qué estás aquí?

RUFINA: ¿Yo?... será porque fui yo la que movió la linde para fastidiarles, pero no se lo pienso decir, ¡qué se jodan!
Este es Don Jesús (creo) el cura de mi pueblo durante 4 ó 5 décadas, y este es el cementerio hace una porrada de años, puesto que las puertas que yo he conocido toda la vida (y tengo 40) son de metal y de dos hojas de metro y pico cada una. Y que quede claro que ahora el cementerio está mucho más cuidado, que ¡ hay que ver cómo estaba en esta foto !

 

viernes, 6 de abril de 2012

EAU de PAULA

Mario entraba en la misma cafetería de todos los días, a la misma hora, las seis y cuarto de la tarde. Pedía siempre un café con leche, y se sentaba a leer el periódico en la misma mesa, justo al fondo, muy cerca de la cafetera, lo más lejos posible de la entrada y de los lavabos.
Se sentaba allí, tranquilo, leyendo detenidamente el periódico que no había tenido tiempo de leer en todo el día. Pasaba las páginas una a una, con sumo cuidado, a pesar de que el diario estaba manoseado, manchado, y con las esquinas dobladas y arrugadas. Saboreaba cada artículo, cada noticia, sopesaba su veracidad y la incidencia que estas noticias podrían tener en su vida.
Hacía tiempo que las noticias le importaban más bien poco, pero era una costumbre tan arraigada, que era para él un acto reflejo. Los camareros y camareras, le miraban mientras trataba el sufrido periódico como si fuese un pergamino antiguo en vez del maltrecho residuo del trajín del día.
Mario se concentraba en la lectura, removía el café despacio en el sentido de las agujas del reloj, a veces ni tan siquiera había echado el azúcar, bebía y de nuevo removía, pasaba una página con sumo cuidado, removía, y bebía un sorbo. Incluso cuando el azúcar estaba diluido hacía rato, él seguía removiendo maquinalmente.
Pero su concentración se perdía cuando ella entraba. Paula entraba con elegancia, pocos minutos después de las seis y media, hora en que terminaba su jornada. Se aproximaba a la barra, saludaba a los camareros, que ya sabían que tomaría un menta-poleo, y se sentaba junto a sus amigas, justo a la espalda de Mario.
Mario no levantaba la cabeza, pero notaba su presencia, la fragancia que desprendía Paula, una mezcla de su perfume y de su olor natural, invadía el lugar, Mario experimentaba una sensación de bienestar, entrañable, de simpatía. El olor envolvía su cuerpo, desplazaba momentaneamente el olor del café, para más tarde instalarse en el cerebro de Mario. A partir de ese momento, pasaba las páginas sin leerlas, tomaba el café sin darse cuenta, su cerebro, solo pensaba en ese olor de Paula, imaginaba su imagen, sus ojos grandes y claros, de un azul casi gris, su pelo castaño, ondulado, a media melena, su cara bonita... Oía su voz melodiosa, y se sentía feliz durante la media hora en que coincidían cada día.
Nunca habían hablado.
Un día, Paula entró a la hora de siempre. Mario, estaba como siempre ensimismado en su periódico. Pero ese día, Paula en vez de pasar a la mesa situada a la espalda de Mario, donde esperaban sus amigas, se sentó en la silla libre justo frente a él.
-Lo siento perdona, necesito un favor- le dijo, apenas se sentó, le cogió la mano izquierda con su derecha- por favor, sígame usted la corriente por favor se lo pido, si no lo hace, quedaré en el más absoluto ridículo delante de mis amigas.
Mario se quedó sin palabras, levantó la vista y miraba a Paula, el olor y la imagen, ¡qué más podía pedir! Paula miraba como hacia él, pero su mirada resbalaba por su cara y se dirigía a sus espaldas. El, sin embargo, aprovechaba y escudriñaba cada milímetro de las facciones de ella.
-Me llamo Paula, y mis amigas, que están ahí detrás de usted, me han preparado una encerrona, una cita a ciegas, ¡a traición!, y el personaje que me han buscado, no me cae bien. Le estaría muy agradecido si me pudiera ayudar.
El camarero llegó con el menta-poleo, Mario oía pero no escuchaba, ensimismado con la extraña experiencia, no quería romper el momento, hechizado por la mujer que tenía ante sí.
Paula soltó la mano de Mario para echar el azúcar, y de repente notó como echaba de menos la calidez de esas manos, y entonces sí, miró detenidamente a la cara a Mario, a esos ojos verdes.
-Se que está usted casado, pero no le comprometeré, y más tarde, si tiene algún problema con su mujer, no tendré ningún inconveniente en explicarle, está siendo usted muy amable.
-No se preocupe -dijo Mario- mi mujer lo entederá, se lo explicaré luego y lo entenderá.
Ahora era Paula la que se había olvidado de la mesa siguiente, la voz cadenciosa y suave de Mario hizo que se sintiese a gusto, y la conversación siguió muy fluida durante más de hora y media. Cuando se dieron cuenta, la mesa de al lado se había quedado vacía. Los camareros sonreían y bromeaban sobre la pareja, preguntándose cómo había sucedido esto sin que ellos notasen nada en absoluto.
-Muchas gracias, Mario, no sabe usted de la que me ha librado, y me he pasado una velada muy agradable con usted, discúlpeme usted con su esposa. Y no se preocupe, hoy invito yo.
-No importa, Paula, le contaré esto a mi mujer dentro de un poquito, seguro que se reirá de la incidencia.
Mario se fue directo a hablar con su mujer, ese día hablaría con ella un poco más tarde que de costumbre, pero a ella no la importaba, siempre estaba esperándole.

-Espero que no tenga problemas con su esposa - dijo Paula a un camarero mientras pagaba-.
-Mario es viudo - dijo el camarero- hace dos años que su esposa falleció de cáncer. Es el primer día que le hemos visto hablando con alguien.
Paula no esperó ni el cambio, salió disparada, siguió a Mario.
Mario se pasó un buen rato en el cementerio frente a la tumba de su esposa, hoy tenía mucho que contar. Ella siempre le decía antes de morir que era muy jóven y tenía que buscarse otra mujer, a él le parecía imposible pensar en eso, pero ahora...
Paula le vio en el cementerio, y luego se fue a su casa.

Al día siguiente, él estaba puntual en su sitio, con el diario entre las manos. Como cada día, pasadas las seis y media Paula entró en la cafetería, su aroma le envolvió, y su corazón latió a mil latidos por minuto, casi derrama el café, las manos le temblaban, aunque no notaba el temblor, su mano izquierda, que sujetaba la hoja del periódico a unos centímetros por encima de la mesa, estaba teniendo un repentino ataque de parkinson. Otra mano, suave, un tanto fría, le sujetó el temblor, que en vez de desaparecer, se trasladó al resto del cuerpo...
-Hola Mario, hoy invitas tú, ¿vale?. Pero vamos a dar un paseo primero, que entre lo que temblamos los dos, vamos a tirar la mesa al suelo...


*Justo hoy hace un año, abrí este blog, con un reto de por medio, poner punto y final a una historia que venía entretejida por otras 19 personas. Hoy no lo recuerdo, tampoco importa. El blog está cumpliendo su objetivo con creces, es la terapia que me ayuda a superar el mal momento que atravesaba, no necesito más. Pero si encima hay visitas y comentarios, miel sobre hojuelas.
¡GRACIAS A TODO EL MUNDO!

domingo, 1 de abril de 2012

CORAZÓN HERIDO




Con saña, se clavaron las flechas de Cupido en ese corazón, ya maltrecho de tanta flecha albergada, henchido de gozo, supuraba pasión, amor, deseo, ansiedad...
Con besos de pasión, de amor, de deseo, de ansiedad, fueron cauterizando y curando las heridas que dejaron las flechas del susodicho al caerse... siempre se caen...
Suspira el pobre órgano por albergar nuevas flechas que revivan la intensidad de los primeros instantes del amor nuevo... Mas espera en valde, pues Cupido está ocupado... la primavera es coto privado de adolescentes, con sus hormonas superdotadas, todavía sin haber sido atacadas por ese demonio... "el desengaño".
Con la punta de plata, he construído mi propia flecha... ahora busco voluntario que la dispare al virus del "desengaño", que lo rompa en mil pedazos.
No aparece ninguno.
Ha llamado la razón, y ha dicho:
Si matas al desengaño, ya nunca experimentarás el amor nuevo, renunciarás a un nuevo flechazo...