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martes, 20 de noviembre de 2012

CUBALIBRE


Estoy tan apagado hoy, tan cabreado, y tan disgustado, que me vengo a mi refugio para ver si me entra el buen humor.

Hay días en que a uno le entra la tristeza como si de una mañana de niebla se tratase, lo invade todo y tapa el sol.

Todo sale mal y retorcido.

Hay días que son como tu suegra, da lo mismo que pongas toda tu voluntad en que las cosas te salgan bien, que vendrá ella y te criticará. 
Te mirará como si su hija se mereciese algo mejor.
Te comparará con sus otros yernos y nueras y saldrás perdiendo.
Te echará en cara... lo que sea.

Hoy fue un día-suegra. 

Pero seguro que mañana será mejor.

1.- ¡Viva Cuba!
2.- Esa moda de camisetas, a ver si crea tendencia (aunque a mi no me quedaría tan bien)
3.- Pinto cuadros sobre piel limpia, uso pintura de dedos por supuesto.
4.- Vendo vida triste por traslado a Cuba para buscar este garito y quedarme allí.
5.- Si estás en paro, búscate una suegra, ya verás que pronto te busca trabajo.

6.- PONED MUCHA ATENCIÓN A LA LETRA.

**** Casa Renta, Santa Lucía, Cuba. Por si a alguno le pilla cerca.

jueves, 1 de noviembre de 2012

CORTAFUEGOS 016

Mario se volvía medio loco de impotencia cada vez que se oían las voces y los golpes en el piso de abajo, el maltratador, sin miedo de ser ajusticiado. Ya que la víctima no tenía valor para denunciar.
Los cardenales ya no se podían disimular, y Mario ayudaba a su vecina siempre que podía, la hija pequeña era de su edad, 17. La mayor 20. Ambas tan impotentes como Mario, aunque ellas nunca recibían palizas, si que eran encerradas en su habitación.
El trauma de las hermanas, les duraría siempre, y los golpes e insultos al otro lado perseguirían a las chicas por el resto de su vida. Para Mario el suplicio era similar.

Esta noche, se le fue la mano, la pobre mujer quedó inconsciente, las chicas encerradas sin poder salir. Una vez el demonio abandonó la casa, la pequeña se acordó de Mario.
-¡Mario! ¡Mario! -gritaba desesperada- si me estás oyendo, por favor baja, creo que ha matado a mi madre...

Mario bajó saltando de rellano en rellano, salvando los 8 escalones de cada tramo. Su cuerpo atlético no era suficiente para abrir la puerta, lo cual consiguió con la ayuda de su padre y otro vecino. 
La mujer no estaba muerta, pero casi... La ambulancia y la policía, llegaron casi al mismo tiempo en que abrieron la puerta, la hija mayor acompañó a su madre en la ambulancia.
La hija pequeña se quedó en casa de Mario, no tenía consuelo.
Fue una noche larguísima, en la que el llanto de la muchacha, y la rabia de Mario estuvieron de la mano.

No se encontraba al maltratador, la mujer tenía para varios días en el hospital, y estaba en estado crítico.

Al día siguiente, Mario bajó al garaje para recoger la bici e ir al instituto, era un garaje grande, pues pertenecía a cuatro portales que se comunicaban por el mismo.
Oyó ruido y se giró. Allí, entre los coches, descubrió al demonio. Su primer impulso fue el de ir hacia el y enfrentarse, pero tenía todas las de perder. El cobarde maltratador, no se decidía a enfrentarse tampoco a Mario, no es lo mismo pegar a una mujer asustada, que a un adolescente deportista, pero al final, pudo más su miedo a ser descubierto y encarcelado, así que se armó con una papelera y se lanzó hacia Mario.
Al ser golpeado, Mario, salió despedido contra la pared, una vez allí, asió lo que más a mano tenía, el extintor, con el que golpeó al hombre en la cabeza, y allí terminó todo, porque el golpe fue accidentalmente mortal.

Lo que parecía un hombre de 17 años, se convirtió en un segundo en un niño de 17 años asustado.

Pero pensando en sus vecinas, se alegró. Cogió el extintor, se coló por el último portal del garaje, subió al último piso sin usar el ascensor ni encender la luz, cambió el extintor de allí por el arma homicida, que había limpiado todo lo que pudo con la lejía del armario de la limpieza. 

Bajó y colocó el extintor en su sitio sin dejar huellas.

Luego llamó a la policía...

La policía, o bien no pudo, o bien no quiso, encontrar arma homicida, ni persona involucrada en la muerte, Mario estaba totalmente derrumbado, y las vecinas, a pesar de tratarse de la muerte de su padre, se sentían aliviadas.

Solo Mario supo de su acción, la cual no confesó nunca a nadie, aunque ya era suficiente castigo el haber asesinado, sin ser un asesino...

Tfno: 016 (parece fácil, pero al parecer, cuesta mucho marcar...)