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lunes, 15 de julio de 2013

... como haya infierno...

En este día me vi ciego de ira y destructivo, enfadado con el mundo entero, no aguantándome ni a mi mismo.
Cargado de rencor, de decepción, cansado de sinsentidos.

 Dispuesto a hacer daño, a devolver los golpes.

Hoy quería ser mezquino, despiadado, rencoroso, iracundo y fiero.

Con el cuchillo entre los dientes, dispuesto a dar una dura lección de tácticas, desde la distancia, como un misil de largo alcance, para hacer daño sin ser visto.

En el último momento dudo... no se si será la mejor estrategia... yo, que siempre me apunto al "... no hay mejor desprecio que no hacer aprecio...", pero a mi alrededor me incitan, y al corroborar la información se confirma la traición. 

De quien menos te lo esperas, como bien decía Napoleón "... la traición siempre llega de quien menos te lo esperas, de lo contrario, no sería traición, sino mera estupidez por nuestra parte..."

Pero... ¿quiero hacer daño?  el día de furia se empieza a desvanecer, una cosa es pensar y decir que vas a liarla parda, y otra es hacerlo.

Pero solo de pensar en el desagravio, en caliente, me hierve la sangre, en esos momentos sería capaz de cualquier barbaridad...

La experiencia de otra veces, me dice que el tiempo cura todas las heridas, y que hacer una locura ahora me traerá un futuro desgarrador.

Pero no me detengo, me han quitado todo, me han arruinado, me he quedado sin familia, solo, sin hogar, sin hijos y sin esposa, me repudia la familia y me han dejado solo los amigos. No tengo nada que perder.

Compruebo que la casa de ese miserable está vacía. coloco la garrafa de gasolina sobre la puerta y desde la valla disparo una bola de fuego.

La venganza es ineludible.

Me dispongo a alejarme cuando oigo gritos dentro.

¡oh, no! una cosa es quemar su casa y otra que mueran sus hijos.

No lo dudo, salto la valla, pues no hay nadie cerca que pueda ayudar a los pequeños, que tienen 8 y 10 años. La niñera sale corriendo una vez que ve imposible atravesar la cortina de fuego, se ve impotente, y sus gritos taladran mis oídos.

¡¿qué he hecho?! de la tumbona de la piscina recojo una toalla al vuelo y salto con ella a la piscina, una vez empapado todo, toalla y yo, cruzo a lo loco el fuego.

De momento no noto nada, pero una vez en el pasillo, la ropa mojada me ha protegido del fuego, pero no me protege de la densidad del humo mortal, busco desesperado a los niños,  cojo la toalla y envuelvo al pequeño, salgo corriendo con el y lo dejo en el cesped al cuidado de la niñera. Rápido y sin dudarlo, vuelvo a entrar, esta vez la ropa mojada ya no hace efecto, y noto como muerden las llamas mis piernas. 

Cuando encuentro al niño mayor, solo me queda la toalla húmeda, le envuelvo con ella y y le incito a salir, es muy valiente, sale como una bala,  todos mis sentidos se van nublando y tan solo el sentido del tacto está al 100 % mientras las llamas se ceban en mis brazos, oigo tenuemente la sirena de los bomberos, no será mucho el daño, pero yo ya no puedo más, dando trompicones y sin apenas respirar, a punto de desmayarme, intento salir, tropiezo cerca de la puerta, y la camisa se incendia a mi espalda, aun así, el instinto de supervivencia, me empuja fuera, caigo envuelto en llamas el dolor es insoportable, el momento se hace interminable, veo como los bomberos me ayudan y sofocan el fuego que me devora, apenas me quedan segundos de consciencia, en el último de esos segundos veo que los niños están a salvo e indemnes.

¡Maldita sea la venganza! muero pues no noto ya dolor, y me veo a mi mismo rodeado de bomberos desde lo alto.

¡Maldita sea la venganza! que arrastra a inocentes, que daña y no resuelve, esa bola de nieve que crece y crece, esa chispa de fuego que incendia bosques enteros y que mata y mata, y que genera odio y más odio.

Ha sido horrible, el fuego quemándome... como haya infierno... 

No veo una luz blanca, tan solo una oscuridad impenetrable, se ve que la luz blanca es solo para los inocentes... ya noto calor... como haya infierno...



martes, 9 de julio de 2013

REBUZNOS DE AMOR

Estaba sentado en el porche del refugio donde llevaba varios años viviendo. Aquella casa aposentada en la ladera de la montaña, aislada, mirador de la comarca, como un vigía que vigila y no convive.

Cuando vi la figura esbelta y grácil de Leti, inconfundible. Subía por el medio de los prados, ignorando el camino, desafiando al condenado burro, que campaba solo en ese prado, apartado de todo bicho viviente para que no hiciese daño a nadie. No respetaba a nadie. Excepto a Leti, a ella no le hacía nada, trotaba a su lado para llamar su atención como hipnotizado de la naturalidad con la que ella se aventuraba en sus dominios como si fuese la dueña.

Era un tanto extraño, que ese burro que embestía como un toro bravo, que mordía a todo lo que se le acercaba y que pateaba como un jugador de rugbi, trotase al lado de esa mujer como si fuese un perro faldero y felíz como un niño.

Ya el día que le puse nombre vaticiné su carácter, "stoikov".

Así que, si cruzaba por el prado, solo podía ser Leti, descalza por la hierba corta, con los zapatos en la mano, y su media melena danzando alrededor de ese cuello que un día había sido mío.

Dos años hacía que no la veía ni hablaba con ella, lo dejé yo aunque no lo creyese nadie, de la pereza que me daba espantar moscones de su lado. Si llego a saber que nunca más volvería a tener una mujer tan bonita, natural y agradable, no lo habría hecho, y habría trabajado gustosamente toda la vida de "espantamoscas"... y si llego a saber en ese momento, el dolor que me produjo el día que la ví con otro, que pareció que se me había roto todo por dentro, que me quitó las ganas de risa para una buena temporada... y si llego a saber que Leti se iba a enfadar tanto que estaría estos dos años sin verla ni hablar con ella... entonces si que no la habría apartado nunca de mi lado. No era consciente en ese momento de que era mucha más mujer de lo que yo merecía.

Por eso, cuando la descubrí subiendo descalza por el prado después de dos años sin verla, el corazón se me quería salir de su sitio, parecía que la montaña que estaba a mis espaldas no era suficiente para esconderme de mis propios nervios.

Tenía apenas veinte minutos hasta que llegase a mi lado, desde que vivía solo aquí, apartado del pueblo, no recibía visitas, y tenía todas mis cosas desparramadas en lo que yo llamo mi "orden desordenado", porque era la extraña manera de saber dónde estaba todo.

Pasaban los minutos y yo seguía embelesado mirándola, el vaivén de su melena su caminar elástico y elegante, su sonrisa, su cara risueña... ¡cómo había echado de menos esa imagen! decidí aprovechar la ocasión y saborear cada segundo que durase.

Al salir del prado, se despidió de "stoikov" que se quedó pegado a la portillera rebuznando sus lamentos, cual lobo que aulla a la luna llena.

Continuó descalza hasta llegar a mi lado, y, como si hubiese subido el día anterior, hizo lo que siempre había hecho. Tiró sus zapatos a mis pies y dijo "pa´tí".
No pude evitar reirme.

Se sentó a mi lado sin mirarme.
- Ya se porque me dejaste -dijo-.
- Claro, si te lo dije yo.
- No, tu me dijiste todas las mentiras y excusas típicas. Ahora se la verdad.
- Que no quería estar toda la vida espantando hombres de tu lado...
- No, esa es la mentira que te cuentas a tí mismo.

Y entonces me miró, y sus ojos verdes, se enfrentaron a mis verdes ojos, lo único con lo que podía competir, con los ojos, porque con las miradas me vencía siempre.

- ¿Entonces? ¿cual es, según tú, el motivo?

- Te subestimas, creías que te acabaría dejando porque no podrías darme lo que yo quería... Y lo que es peor, creías que tu enfermedad era terminal y no querías que yo pasase por eso, lo cual me ha demostrado lo mucho que me quieres...

- ¿Quién te lo ha contado?
- ¿Qué importa?  el caso es que has superado la enfermedad, y que solo confiaste en tus tíos viviendo aquí arriba solo con ellos, y ahora que ellos han ido a vivir con sus hijos, pensarás seguir aquí, claro, porque te encanta estar aquí...

- Necesitaba un trasplante, y las posibilidades eran pocas, incluso habiendo donante solo había un 15 % de posibilidades... pero lo conseguí... 

- He estado tan enfadada contigo, que no puedo evitar sentirme culpable.

- Es injusto que pienses eso, tenías motivos para estar enfadada.

Las lágrimas aparecían en sus ojos, pero no dejé que llegasen a salír de allí. Con las yemas de los dedos se las retuve en los mismos párpados, dejé caer las manos hasta su cuello y, finalmente, la abracé, y pedí perdón.

- Estoy feliz, Leti, por esta segunda oportunidad que me da la vida. No me arrepiento de no contártelo, porque no quería que pasases por ello. 

- ¿Y qué vas a hacer ahora?

- Aquí estoy bien, tengo de todo, mira, hoy tengo una visita especial, ha venido a verme la mujer más bonita de este mundo, le ha puesto contento a mi burro, y me ha ofrecido el espectáculo de subir descalza, por la hierba como si fuese el mismísimo ángel de la guarda, que subía para decirme que no vuelva a dejarle al margen... Por cierto, ¿sigues siendo la maestra de esos cafres?

- Sí -contestó agradeciendo el cambio de tercio-. No son tan cafres.

- Te invito a una cena romántica, ¿te quedas a cenar?

- ME QUEDO con mayúsculas, a mi no me dejas más, no pienso dejar que me engañes dos veces.

- ¿Aquí aislada? ¿solo conmigo, los perros y "stoikov"?
- Si hubiese peligro, "stoikov" me defendería.
- Yyyy... estooo... ¿te puedo besar ya?
- ¿Es que piensas pedírmelo cada vez?
- No creo.

Me dispuse a aprovechar cada momento, antes de que llegase la siguiente zancadilla de la vida, antes de que llegase el siguiente contratiempo. Por si acaso, pensaba disfrutar de cada segundo. 

Curiosamente, me emocionaba pensar que podría verla subir por el prado más a menudo, pues era, en esos momentos, todo lo que pedía al futuro: verla cada día.

A media noche salí a aullar a la luna, me salieron rebuznos, y a "stoikov" le entraron ganas de conversación, con lo cual, esa noche ya no durmió nadie más, ni allí ni en el pueblo.

Y mientras busco el final que se me ha ido por entre las orejas y la boina, se me viene esta canción.