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martes, 15 de enero de 2013

Vega de los Árboles/ BONI

http://rdelavega.blogspot.com.es/2012/06/rincones-vacios-ii.html

Empiezo la entrada enlazando con otra, porque está bien traída.

Esta es la entrada más difícil de todo el blog, y es posible que no haga justicia a lo que de verdad quiero transmitir.

Si hay alguien en mi pueblo que abandera la idiosincrasia de sus gentes, era Boni. Y sin embargo, el destino, se ha empeñado en robarnos su presencia, porque ¡es un robo!. No llegó un corazón a tiempo... 

Si hay alguien enamorado de La Vega, no hay mejor ejemplo que el suyo.

Conste que mi opinión sobre Boni está muy subjetivada por la amistad. Amistad que promovió el mismo, ya que, según mi madre, cuando nací, venía todos los días a verme. Yo, por mi parte, estuve devolviendo visitas desde que era un niño hasta hoy.

Pasar por la calle del "Barrio Nuevo" y ver su coche, era suficiente invitación para entrar. Desde que tenía 10 años y entraba a la cuadra con vacas, en otras etapas estuvo ocupada con avestruces. Horas y horas los dos allí hablando de avestruces. También de cabras...

Desde niño frecuenté su compañía, era un hombre entrañable y afable, de buen carácter. Íbamos a la cuadra todos, aunque con los años, me quedé como único visitante.

No había una sola vez que pasase por la nave donde yo desmontaba piezas de la cosechadora torpemente, sin que parara para hablar conmigo. 

No solo éramos vecinos de pueblo, éramos vecinos del "sorribio", de "vandiandín", de los "cabeceros", de la "regada", de los "llanos" etc...

Siempre rodeado de animales, los ya mencionados, las yeguas y potros, palomas, etc.

Tengo el minúsculo consuelo de que con Boni, no me ha pasado lo que pasa siempre, lo que significa para mí, se lo dije muchas veces en vida, pues hay pocas personas con las que tengo la suficiente amistad para decírselo.

Una frase que le repetí mucho, siempre fue "tú, que me quieres bien", siempre estaba diciéndome lo bien que hacía yo ciertas cosas, aun sabiendo que no era para tanto.

Tantas horas de conversación y tantos ratos juntos, no dejan en mí "rincones vacíos", dejan un "vacío total", y el espacio que deja es tan grande, que La Vega va a distar un mundo de ser "mi mundo".

No es la primera vez, pero el destino, me ha robado ahora de un solo mordisco la mayor parte de mi infancia y de mi adolescencia.

Seguro, que los sentimientos son compartidos por el resto del pueblo. No tengo miedo a equivocarme.

Todas las palabras pensadas, se me van de la cabeza, no obstante, antes de empezar ya sabía que esta entrada era muy difícil.

Se agolpan los recuerdos en avalancha, y es imposible poner orden en ellos.

Tengo alguna foto, pero me resulta doloroso, así pues, pondré algunos de esos rincones vacíos que ha dejado.


En estas fotos en las que no aparece ninguna persona, a mi me parece verle en todas partes.

Pongo estas fotos, porque ha dejado su huella más profunda en este lugar, porque desde hace años, esto era como su santuario, su refugio, el lugar paradisíaco que todos hemos visitado.

Sin duda, un lugar tan fantástico como Boni. 
Recordaremos siempre su aspecto bonachón, y su alegría contagiosa.

Acepto las críticas a esta entrada, porque no puedo, por más que me esfuerzo, plasmar aquí todo el sentir de un pueblo entero.

Alguna persona ha llegado esta mañana al blog tecleando su nombre, porque ya le había mencionado alguna vez. 

Quiero decir que me costó un año decidirme a compartir mis entradas en facebook. Y dos años, compartirlas en "Gente de Vega de los Árboles", por eso supone un gran esfuerzo compartir mis sentimientos pero si alguien se merece un homenaje es Boni. Yo, por mi parte, estas letras son lo mejor que puedo aportar.

domingo, 13 de enero de 2013

¡Vaya herencia!

Dani ha heredado mi máquina de los sueños. Esa que me atormenta con sueños absurdos, pesadillas y demás. Esa que tenemos todos, pero que a mí me ha tocado una defectuosa.

Llevo un par de horas dormido, estoy muy cansado. De pronto, oigo como Dani gime en su habitación, tiene tres años, y tiene un dormir agitado, como yo, así que he tenido que poner una barrera para que no termine en el suelo cada noche.

Finalmente se despierta.
-¡Papá! - grita.
-¡Papaaaaaaaaaá! - el grito se repite con más intensidad.
Reclama mi atención, aunque ha dejado de llorar. Estoy tan cansado que no me puedo ni levantar.
-¿Qué te pasa? - digo-.
-Tengo una pesadilla.
-¿Qué pesadilla? 
-Me quería comer un "dinosaudio" -dice-.
-Anda duérmete -le digo desde mi cama-, que los dinosaurios no existen.
-Pero, ¡papá!, es que este era el últimoooo.
-¡Anda duérmete! que estoy muy cansado, que solo era un sueño -digo reacio a salir de mi cama.

-¡Pues qué sepas que tu eres el siguiente!

¡Bueno! ¡cualquiera no se levanta!

miércoles, 2 de enero de 2013

EL "EFECTO BENITO"

            Espero en la cafetería que está frente a la universidad, siempre en la misma mesa, en mi esquina preferida, entre la barra y el amplio ventanal que da a la calle. Es un buen lugar, tranquilo y apacible, donde leo cada día el periódico en soledad. Allí hago el descanso entre viaje y viaje. Allí como y me paso un buen rato.
            Siempre llego cuando la cafetería está desierta, es cuando leo el periódico. Luego, poco a poco se va llenando. Los chicos entran y se sientan por doquier. Pero las chicas… las chicas van eligiendo los sitios más cercanos a mí. No es que yo las guste, les caigo bien, eso sí, pero si se sientan cerca de mí, es por Benito.
            Benito tiene 20 años, no es ningún genio, y no pudo acceder a la universidad, trabaja en una carpintería, y trabaja bien. Pero cada día a la misma hora viene a verme a la cafetería. Yo tengo 40 años, soy como su tío favorito, viene a contármelo todo. Cuando tenía 16 años, le introduje en la lectura, sin saber la pasión con que se lo iba a tomar. Un poco de aventuras, un poco de novela histórica, algo de ciencia-ficción… algo de Vázquez-Figueroa, Stephen King… luego fuimos a lecturas más voraces y nos pusimos con Dostoievski, con Victor hugo, con Alejandro Dumás, pasando por Delibes, García Márquez… sin olvidarnos ni de los clásicos ni de los best-sellers.
            Pasa junto a la ventana, da un golpecito, saluda y sonríe, y cuando sonríe, se pueden oír los suspiros de las estudiantes que están a mí alrededor. Entra en la cafetería siempre con una sonrisa, saluda a los camareros y camareras uno por uno, se acerca a mi mesa sonriéndome, siempre alegre, ajeno al terremoto que supone su llegada a nuestro alrededor. Cesan las conversaciones, las chicas se atusan el pelo, suspiran, muerden el lápiz, se colocan de manera que puedan verle y oírle.
            Benito ni las ve, viene derecho a mi mesa, con su taza de café en una mano y un papel en la otra, me pregunta por mi mujer y mis hijos que le adoran, ¡cómo no!. Se sienta frente a mí. Y todas las chicas escuchan nuestra conversación de tal manera que me parece estar en un estrado representando una función.
            Benito ni las ve.
            Me pregunta por títulos, me recomienda lecturas que ha escuchado, me desafía con títulos gruesos, me comenta su última lectura, y me pregunta por escritores que desconoce. Todo esto, si es de lunes a miércoles, porque los jueves y viernes, solo hablamos de lo que vamos a hacer el fin de semana. Rutas de senderismo, visitas a la montaña, películas que ver. Vamos todos juntos, mis hijos y su hermana.
            Luego se va, de nuevo ajeno a su alrededor. Benito es el centro de atención, no se da cuenta de que a la semana siguiente algunas chicas tendrán bien a la vista el mismo libro del que hablamos esta semana,  ajeno a que muchas de las chicas que nos encontramos al empezar la ruta de montaña, son las mismas de la cafetería.
            Benito ni las ve.
            Así cada día, es guapo, simpático, alegre, bueno… brilla con luz propia, ilumina todo a su alrededor, conquista a todo el mundo, es sencillo y humilde, lo es sin darse cuenta del magnetismo innato que posee.
            Siempre cuando se va, las chicas me comentan algo, con el tiempo son todas amigas mías. Me piden consejos de cómo llamar su atención, y yo no tengo ni idea. Se ríen conmigo un rato, se divierten con mis bromas sobre su causa perdida, me preguntan sobre el lugar al que vamos a ir el sábado, a veces se lo digo y a veces las intrigo.
            Benito ni las ve.
            Empiezo a pensar que no le gustan las mujeres, que no le interesa ninguna relación, que está obsesionado con su trabajo, los libros, las montañas, o las montañas de libros ¡¿qué se yo?!.

            Ayer no pude ir a la cafetería, una de las chicas de la asociación se equivocó y vino el día que no era. Sofía lleva ciega desde los 7 años, ahora tiene casi 19, como ella dice. Es alegre y se toma su invidencia a broma, y lucha cada día contra todo. Es valiente y con mucho carácter, es muy guapa, pero es desconfiada por naturaleza, y piensa que todos los hombres sean feos o guapos intentan seducirla porque no tiene como saber su aspecto, así que se defiende con las uñas bien afiladas, espantando a todo bicho viviente. Como ayer la acompañé todo el día para que no se aburriese y no pude ir a la cafetería de siempre. Hoy estaba esperándome al lado del autobús, casi no me deja ni arrancarle de lo impaciente que estaba por devolverme el día que, según ella, me debe.
            Así que hoy se ha venido conmigo a la cafetería. Leo las noticias en voz alta, las comentamos. Cuando empiezan a llegar las chicas a sentarse cerca de mi mesa, a la vez que preguntan que me pasó ayer…
            Al rato, Sofía me pregunta porque se las nota tan decepcionadas porque yo no viniese ayer, y porque de repente todo el local huele a perfumes de todo tipo, que se está mareando.
            No puedo evitar la carcajada, ni me había dado cuenta de los olores. Estoy a punto de contarle el “efecto Benito”,  cuando este golpea la ventana y entra como siempre.
            Benito se sienta a la mesa, saluda, y sin dar tiempo a nada se presenta a Sofía, pero en cuanto se sienta… a Sofía ni la ve. Hasta que empieza la conversación, como a Sofía le recomiendo los mismos libros, resulta que estamos con el mismo. Sofía le escucha en mp3 ó bien lo lee en  Braille. La conversación se hace tan interesante, que de pronto nos olvidamos de toda la gente que tenemos alrededor pendiente de nosotros.
            Cuando se despide Benito, Sofía dice:
-         Benito es encantador, dime que es guapo anda.
-         Pues sí, todas estas chicas vienen a verle.
-         ¡pues qué suerte tienen! ¡tendrá novia, claro!
-         No, no tiene, y es como si no le interesase.
-         Vale, pues nada, que le den morcillas.

Pero a los dos minutos, me llama Benito.
-         ¡Oye! ¿quién era esa chica?
-         ¿por qué me lo preguntas? Benito
-         Porque me encanta, seguro que tiene novio…
-         No, no tiene novio…
-         ¿crees que le gustará tomar algo conmigo?
-         Seguro que sí, hombre cómo no va a querer…
-         ¡Yo qué sé, ni me ha mirado en todo el rato!
-         Benito, ¡es ciega! No me digas que no te enteraste.
-         ¡pues no! Oye, pues me gusta un montón, que se venga a la montaña el sábado.
-         Pero Benito, que es ciega, hombre.
-         ¡yo la guio!
-         Pero Benito, no me digas que te has enamorado…
-         Ha sido un flechazo, no me había pasado nunca, es que solo de pensar que no la vuelvo a ver, me entra una ansiedad…

¿Quién me lo iba a decir?, Benito se va a enamorar de la única chica que no puede verle, la única libre del “efecto Benito”…

…. Y aquí estoy, en medio de la montaña, sentado en el suelo, al lado de mi hija, con la mochila entre las piernas, sacando los bocadillos mientras les veo llegar de la mano por el sendero, oigo las risas durante toda la mañana, no se me quita esta sonrisa boba que tengo, mi hija se muere de risa…