Abril de 2013.
Catalina retira los escombros de la bodega de su casa de toda la vida, donde se crió con sus padres. Sus hijos van a reparar esa parte de la casa porque necesita nueva instalación eléctrica y algunos arreglos. Ahora, al tirar un pequeño tabique, aparecen papeles antiguos, se han salido de una caja de metal que se ha abierto al caer al suelo.
Casi todo lo que contiene son cartas de su padre a su madre, fechadas en los difíciles años de la segunda mitad de los años ´30. Al pasarlas, una fecha llama su atención... 20 de abril de 1957... y está destinada a ella misma. Catalina nunca recibió esa carta... no se extraña, el remitente es Alonso, y la madre de Catalina le odiaba, rencillas arrastradas desde la odiosa guerra civil. Y eso que Alonso era su mejor amigo, y era un chico encantador, no obstante había esstado enamorada de el hasta las trancas ¡cuánto le había odiado por haberse ido a Argentina sin despedirse! Y... ¿por qué nunca la escribió?
El corazón de Catalina se aceleró de improviso, le temblaban las manos mientras abría la carta, que permanecía cerrada 56 años después. ... o sí se despidió... -pensaba-... y no me enteré...
20 de abril de 1957
Querida Catalina:
Tenemos 20 años ya cumplidos. Te escribo esta carta porque llevo enamorado de tí cinco años, o, quién sabe, lo mismo te quiero de toda la vida, porque no me dí cuanta de cómo ni cuándo empecé a quererte.
Ya me conoces, pues eres la persona más cercana a mí y con la que más tiempo he pasado, ya sabes pues, que soy un tímido incurable. Un cobarde sería más apropiado, al que le falta valor para decirte lo que siento, y por eso no doy la cara y me escondo tras esta carta.
Y seguiría siendo un cobarde y ocultándote que te quiero de no ser porque el destino me empuja a tomar una decisión.
Como te he contado muchas veces, mi tío emigró hace tiempo a Argentina, y puesto que el negocio de mis padres no va muy bien, la solución es irnos para el otro lado del "charco" donde mi tío tiene trabajo para todos.
Ahora bien, y ahora viene lo más difícil de decir, donde me lo juego todo, el órdago... Yo tengo la oportunidad de decidir si me quedo trabajando donde estoy, ya sabes, en el taller oficial de la empresa de autobuses, que el encargado dice que está contento conmigo y han decidido ofrecerme un contrato fijo, con lo cual podría quedarme aquí, aunque lejos de mi familia. O bien, permanecer al lado de mis seres queridos y emigrar.
Si te cuento esto, es porque mi decisión depende de tí, si decides quererme y aceptarme como tu compañero y tu futuro marido, me quedaré sin dudarlo. Si no es así, me iré, pues no soportaría renunciar a mi familia solo para verte en brazos de otro, lo cual me resultaría terriblemente doloroso.
Si decides...no, si me quieres te esperaré cada día de la semana que viene en el banco de la higuera del parque de "La Muralla", a las ocho de la tarde. Me pasaré por allí todos los días al salir del trabajo, esperando que aparezcas algún día, De no ser así, esta carta es una despedida, puede que para siempre.
Te quiere, Alonso
Catalina apenas puede terminar de leer la carta, rápidamente se repone, no quiere que su marido o sus hijos descubran que está llorando.
Unos días más tarde, Catalina, inconscientemente, dirige sus pasos hasta aquel banco del parque de "La Muralla" donde debió acudir hace más de medio siglo. El banco está ocupado, una mujer de mediana edad, está sentada en el, a su lado, ocupando una silla de ruedas hay un anciano.
A Catalina se le parece a Alonso, pero piensa que es por la carta leída recientemente, que la obsesiona noche y día.
-¿Cómo se llama este señor? -pregunta.
-Alonso -responde la mujer.
Catalina se queda paralizada, no puede apartar la mirada de ese hombre que la mira inexpresivamente desde la silla de ruedas.
- Aunque la mayoría de los días tengo que recordarle su propio nombre -continúa la mujer-, y es una pena, porque cuando llegó a la residencia hace tres años, que todavía estaba bien... ¡Tendría que haberle visto! un hombre encantador, educado... respetuoso... amable... y ese acento argentino que le hace tan irresistible. Yo, le traigo aquí, porque cuando tenía memoria era su lugar favorito... bueno... y ahora que se le va la pinza, lo sigue siendo, dice que está esperando a una tal Catalina, todos los días igual, me lo repetirá mil veces, y que está seguro de que vendrá.
Catalina llora amargamente, mira los ojos de ese hombre que no la reconoce, y de repente, el hombre hace ademán de incorporarse, casi lo consigue, sus ojos brillan con entusiasmo... La nieta de Catalina llega en ese momento. Tal es el parecido con su abuela, que ésta por fin comprende...
-¡Anda! -dice la mujer- su nieta es idéntica que a la chica de una foto que tiene Alonso en su cartera...
Y a pesar de los 56 años pasados sufriendo por aquel plantón involuntario, Alonso tendría en adelante, la suerte de revivir cada día hasta su muerte el encuentro con la que el creerá que es Catalina, vivirá como si cada vez fuese la primera esa falsa emoción, como si fuese real... De eso se encargará Catalina con la colaboración de su nieta...