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sábado, 23 de mayo de 2015

Ree

Ree
Caminábamos en dirección contraria, pero se clavaron las miradas, y nos volvimos a la vez para mirarnos, fue como una corriente eléctrica, como si nos conociésemos de otras vidas. Como si nos hubiésemos conocido en nuestros sueños.
Estábamos en una ciudad de paso, regresé por el camino para buscarte, tú, habías hecho lo mismo. Al encontrarnos no podíamos dejar de sonreír, las palabras se atropellaban en nuestros labios. Uno frente al otro, las manos unidas izquierda  con derecha, leyendo uno en los ojos del otro, como si nos conociésemos desde tiempos inmemoriales.
Supimos nuestros nombres sin decírnoslos, los actuales y los pasados, teníamos la misma edad, éramos el mismo signo, nacimos el mismo día. El momento se hizo eterno, el tiempo se detuvo, nuestros rostros cambiaron una y otra vez, en todos nos reconocimos, nos vimos nacer y morir.
En la duda, sabíamos que al soltar nuestras manos, al dejar de mirarnos, se terminaría la magia, y sucedería lo inevitable. Todas las vidas habíamos repasado mientras duró el contacto, y de todas nos conocíamos.
Al soltar nuestras manos, la oscuridad apenas duró un instante, luego esa luz blanca, intensa envolvente, me llevó una paz inmensa. Porque solo regresé para repasar otras vidas, y reconocerme en las siguientes, en la cama dejé abandonado mi cuerpo, y me fui sin más. Mi cuerpo siguió su camino efímero de la vida a la nada, y yo proseguí mi camino, a la espera de renacer en otro cuerpo… esta vez sin prisa.