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sábado, 30 de enero de 2016

El mago

Es un mago chapucero
Es un mago sin talento
Es un mago callejero
Que desaprovecha el momento

Transforma ilusión en decepción
Transforma la pasión en la rutina
Es un mago simplón
Nadie le aplaude ni le imita.

Es un mago que de todo duda
Convierte el oro en plomo
Y su trabajo en impostura
No atina ni por asomo

Es un mago torpe y triste
No hace magia con la boca
Con las manos... Insiste
No te vuelve loca

Rutina
Decepción
Lágrima
Tensión

Es un mago acabado
Es un mago sin varita
Es un mago apagado
Este mago desanima


viernes, 29 de enero de 2016

Decepción

Soy la decepción.
Soy la decepción?
Sí.
No lo vi.
No leí entre lineas.
No era yo?
Sí. Era yo. Dudando.
Y yo soy decepción.
Pensaba equivocadamente que no.
Vuela la intensidad demasiado rápido.
Y muero en la orilla.
No lo veo. Da igual. Ya es tarde.
Cuando lo descubro, duele.
Me duele!
Porque es lo último que quiero ser.
Una vez me resigno.
Pienso en redimirme.
Pero el momento, ya pasó.
Condescendencia.
Frustración.
Calor.
No.
Frío.
Atención.
Complacencia.
Elquetequieramasqueyoqueloescribamaspegado

jueves, 21 de enero de 2016

NADIE

Camina sobre la nieve que cae con intensidad, sus pisadas llegan hasta la nieve vieja caída durante los días anteriores, aun así, sus botas se hunden un palmo, y su caminar cada vez es más lento, el tiempo calculado para llegar al pueblo, ya no sirve, y la tarde pasa fugaz en busca de la noche que se precipita a su encuentro.
Improvisa unos guantes con unos calcetines que lleva en su mochila, y prosigue resignado el camino a casa.
Hace seis años que se fue, y no sabe qué se encontrará.
La tormenta arrecia, y la visibilidad es mínima, la nieve cae con intensidad, y el viento la precipita contra su rostro.
Tiene miedo de no recordar el camino, y más si cabe, con el manto blanco que lo cubre todo.
Ni los animales salen de su escondrijo, es una noche de lobos, y son los únicos que están a gusto con la nevada. La oscuridad y la nieve son perfectos aliados para su sostén.
Sigue caminando, poco a poco y con constancia, esperando no haberse perdido y anhelando ver las luces del pueblo cuanto antes.
Ya ha oscurecido, y empieza a desesperar, pues deberían verse ya las luces de  las casas, aunque con esta ventisca...
Va cansado, y los nervios y el frío están empezando a vencerle. Pero es un hombre de montaña, y sabe que no debe rendirse, así que no se detiene en ningún momento, agotará su fuerza antes.
De pronto, algo se mueve entre sus piernas, va y viene, y le roza, se aleja, y vuelve, en silencio, alborotando entre la nieve.
Está asustado, porque ya apenas se ve nada.
De pronto, se da cuenta, de que ha llegado al pueblo, y se ha introducido entre las casas, aunque no lo había notado porque no hay ni una sola luz a la vista. Corre, inconscientemente hacia su casa, con lo que sea siguiéndole y cruzándose una y otra vez y rozándole las piernas. Aunque su carrera es tan lenta que casi avanza menos que caminando.
Reconoce el pueblo, y se dirige hacia su casa, va perdiendo el miedo, porque lo que sea que le roza, no le hace ningún daño.
Colgada al cuello, lleva la llave de su casa, la única pertenencia que le queda del día en que se fue hace seis años.
Abre la puerta, no hay luz, seguramente, la tormenta ha derribado la línea. Busca a tientas el cajón de la cocina donde se guardaban las velas, y saca su encendedor. A la luz de la vela, se mira los pies mojados y la nieve pegada a sus botas, y entre ellas... aquel gato...
ese gato trasto y rebelde que nunca se dejó cojer, que ya desde que nació entraba y salía a su antojo.
Es su única bienvenida, y sospecha que el animal se alegra de verle porque no hay nadie más en el pueblo. Busca leña, y pone la chimenea temiendo que esté totalmente tapada, como aquel pueblo por el que pasó, y las cigüeñas habían anidado en una chimenea de una casa abandonada. Pero tira bien, y el fuego empieza a caldear la estancia, se ve, que su hermana y su cuñado vienen en verano, porque hay leña preparada, y la casa no está descuidada.
Se asoma a la ventana, y no consigue ver ni una sola luz.
Se confirma que está solo, pero se siente tan feliz de estar en casa, que no le importa, y encima ese gato huraño y malencarado, se ha vuelto, con la soledad, cariñoso y pegajoso.
Busca unas mantas, acerca el banco de la cocina al fuego, y se duerme con el gato entre sus brazos ¡quién se lo iba a decir!

Debió avisar, pero tenía miedo de su propia familia. Llevaba tantos años fuera, en su mochila llevaba una gran cantidad de dinero, todo lo que había sido capaz de reunir en ese tiempo.
Debió escribir alguna vez, debió telefonear, decir donde estaba, pero una vez que los días pasaron sin hacerlo, se convirtió en algo mucho más difícil de hacer.
Tenía suficiente dinero para solucionar la miseria de esa vida en un pueblo sin recursos. Llegaba tarde, pues ya todos se habían ido, y ahora, después de tantas penurias, se daba cuenta, que apreciaba más el peso del gato sobre su estómago, y el calor del fuego del hogar  en sus piernas, que el dinero de la mochila.
Aún vacío, su pueblo era su pueblo, y aunque estuviera sin gente, se sentía feliz allí.
Sabía que la despoblación se adueñaba de los pueblos pequeños y que solo tenían gente en verano.
Era el drama de la montaña, de los pueblos pequeños y de difícil acceso, de lo triste que es abandonar tu vida. Aquellos que perdieron su pueblo bajo las aguas de un pantano, lloraban todavía después de varias décadas al recordar sus casas, su escuela y sus calles, y sin embargo, otras personas, teniendo su pueblo en pie, se veían abocados a abandonarlo para sobrevivir. ¿hasta qué punto se hace difícil sobrevivir? incomunicados gran parte del invierno, sin escuela, sin medicamentos, sin luz a veces, la montaña se cobra su impuesto, y expulsa con dureza hasta al más duro de sus habitantes.
Son los pueblos pequeños, los de montaña, los que sobrevivieron a los romanos y a los árabes, y que no han podido sobrevivir a los tiempos modernos.


jueves, 7 de enero de 2016

NÚMEROS PRIMOS

El vuelo se retrasa, y el, se lo toma con paciencia. No le preocupa estar solo.
El vuelo se retrasa, y ella, se resigna. No tiene problema de estar sola.
Porque estas dos personas, son de esas personas extrañas, raras, diferentes... Hay personas aficionadas a la soledad, y personas expertas en la soledad, se sienten a gusto y rehuyen la compañía, no encuentran placer en una compañía que se alargue en el tiempo, y no ven la hora de quedarse solos con sus pensamientos.
Y el, absorto en sus pensamientos, se queda con la mirada fija en el libro que están leyendo al otro lado del pasillo, sin percatarse de que es ella quien lo está leyendo.
Y ella, ensimismada en la historia de ese libro.
Y el, que ha comprado ese libro hace apenas una hora, se fija, por fin en ella.
Y ella, con ese sexto sentido que tienen los solitarios, se siente observada, algo poco habitual y levanta la vista.
-Perdón -dice el- al venir al aeropuerto he comprado ese libro, para el vuelo, y me ha llamado la atención, no quería molestar.
-No es molestia -contesta ella- ha hecho usted una buena compra, es un buen libro.
-Me alegro, porque últimamente, no he estado muy acertado.
Ella se levanta y se sienta a su lado, algo que hasta a ella misma extraña.
El saca un par de botellines de agua aun cerrados y ofrece uno.
Ella acepta, y la conversación continúa por los innumerables temas de lectura, música, cine, etc.
Y van juntos a la cafetería, y vigilan las cosas uno de otro mientras van al aseo, y la conversación se alarga, y como el vuelo sigue retrasándose, comen juntos,  y juntos exploran los recovecos del aeropuerto, y sin darse cuenta, y olvidándose de que son solitarios profesionales, disfrutan de la compañía mutua, y se rien, y se miran, y al mirarse, no ven en el otro nada destacable, solo ven personas normales, del montón, de las que pasan desapercibidas... Y, sin embargo, las miradas ya empiezan a tener ese brillo... y la timidez innata, deja paso a un sentimiento nuevo, al flechazo, a ese corazón latiendo a todo ritmo, y poco antes de volar, se han cogido de la mano, se han besado con miedo.
Solo al estar sentados en sus asientos, lejos uno de otro, se dan cuenta, de que no se han intercambiado número de teléfono alguno, ni dirección, y asustados, ambos se dan cuenta, tarde, de que no saben el nombre del otro.
Solo a dos ejemplos claros de lo que Paolo Giordano llamó "la soledad de los números primos"  pudo pasarles esto.
Y en los meses siguientes, no paran de pensar el uno en el otro, pues para este tipo de personas, es muy difícil encontrar su media naranja, y cada intento es un doble salto mortal, y encima, ahora, con el obstáculo de tener otra persona en la mente.
Y durante más de un año, van y vienen, y se vuelven locos buscándose en los aeropuertos, y alguna vez creen haber visto al otro, en un bus, en la otra acera, pasar en un taxi, incluso en su mismo edificio de trabajo... pero niegan pensando que todo se debe a la obsesión de ver al otro.
Y cuando después de 15 meses, están esperando por su maleta, en la misma cinta, se ven, por fin, y sin mediar palabra, mirándose, se quedan petrificados, hasta que solo dos maletas quedan en la cinta.
Viajaban en el mismo vuelo.
Sin mediar palabra, se abrazan y se preguntan su nombre.
-Soledad -cómo no.
-Mario.
Y el abrazo tiene esa temperatura justa que tienen los números primos, esa intensidad justa, sin apretar, sin sobar, sin abordar, pero poco a poco, la comunión de ese abrazo les vence y se besan.
Y se dan su número de teléfono, y esta vez, se dedican a recabar información uno del otro.
-¿Venías de Bruselas?
-Sí, trabajo allí, hace tres años.
-Yo también, desde hace también por ahí.
-Yo en el edificio de la OTAN
-Yo en el Consejo Europeo.

Y así, se habrían cruzado el uno con el otro decenas de veces, como dos ciegos.
Pero solo los números primos se niegan a ver los flechazos, a comprometerse solo por impulsos, a creer en el amor primera vista.
Y se cruzaron en sus vuelos, y coincidieron en los aeropuertos.
Pero fue necesario estar más de un año sin verse, para darse cuenta de que eran el uno para el otro, y eso...
que a la media hora de conocerse, ya estaba claro.

Y se me vino este pequeño relato cogido con pinzas e improvisado mientras veía el videoclip de Macaco "coincidir"

https://www.youtube.com/watch?v=b3GyAtcoogc