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miércoles, 28 de junio de 2017

MUJERIEGO PENDENCIERO

Sale trastabillando por la puerta de la calle, casi se cae en medio de la acera, el bolso resbala de su hombro, y apenas si lo sujeta en el último momento, pero se repone, se detiene un instante, con la mirada fija en la calle abajo, esa calle pendiente que sube y baja varias veces al día, respira hondo, y comienza el espectáculo.
No parece ella, que siempre va con la cara y los brazos llenos de harina, con el pelo revuelto, pantalón de deporte y zapatillas deportivas, cargada de bolsas de aquí para allá todo el día, desde la panadería hasta cualquier lugar del pueblo, a un paso vivo, que no hay quien siga, con una decisión y una vitalidad, que, acompañada de esa sonrisa y esa alegría que lleva siempre, ilumina la calle a medida que va pasando.
Pero hoy, no parece ella. Ha ido a la peluquería, por primera vez, no ha pedido recortar las puntas y el peinado de siempre, se ha lavado y se ha peinado esa melena que siempre lleva oculta y desgreñada, su pelo negro azabache, enmarca su cara amable y sus ojos verde intenso... y se ha maquillado, nadie recuerda que se hubiese maquillado alguna vez... lleva un vestido ceñido muy corto que resalta su cuerpo voluptuoso que ocultan siempre las ropas deportivas y el mandil de la panadería... bolso a juego...zapatos de tacón alto... con los que bajar esa calle, le va a costar el triple de tiempo de lo normal en ella.
Apenas si se tiene en pie, baja tropezando, agarrándose a las paredes al principio, luego, cogiendo confianza, se endereza, se mentaliza de caminar despacio, y baja haciendo cómicos equilibrios. Atrás deja a sus padres, hermanos y compañeros a la puerta, asombrados y gritando que vuelva, que si se ha vuelto loca.
El escándalo sustituye en la calle, a la alegría que desprende siempre que baja y sube.
Llama la atención, nadie sospechaba que puediese esconderse semejante belleza debajo de esos chandal. La gente la mira embobada, el vocerío comienza en lo alto de la calle, y va bajando hacia el centro del pueblo, los coches que van por la calzada, deceleran para ir a su altura.
¡GUAPA! ¡SIMPÁTICA! ¡DEMUÉSTRALE A ESE LO QUE VALE UN PEINE! ¡A POR EL! ¡QUÉ SE LE QUITE LA CEGUERA!
Ante esos gritos, ella sonrie, se ve animada, aunque lleva el gesto concentrado en no caerse, sonrie con la mirada. Sí, va a por él, se va a enterar.
El, está dentro en la caseta de la ONCE, no es ciego, su minusvalía, es la pierna que le falta y que suple con una protesis. Cuando oye las voces, sale de la caseta, y mira el alboroto. No se lo puede creer.
Siempre fue un mujeriego- pendenciero, de chica en chica, bombón tras bombón, de fiesta en fiesta, sin parar, sin meditar, a lo loco. Hasta el fatídico día en que perdió la pierna en un accidente por conducir a lo loco y donde falleció el bombón que le acompañaba, hecho que le marcó desde entonces, porque la vida de las fiestas le dio la espalda, y cuando le dieron el trabajo en la caseta, estaba totalmente desmoralizado, hasta la primera vez que la vio bajar con ese paso decidido, pantalón de deporte, el pelo recogido en una trenza, la cara manchada de harina... Le contagió de alegría, le animó la vida, esa niña, que venía a verle cada vez que pasaba, que le visitaba al terminar la jornada, con la que hablaba horas y horas de música y lecturas, sobre todo lecturas, esa pasión en común.
No salía con ninguna chica desde el accidente, y ni se planteaba intentarlo, no tenía humor. Así que, no veía en ella una posible conquista, veía ese oasis de alegría, que mitigaba su tristeza y que enriquecía su vida con esas conversaciones inteligentes y esa vitalidad a prueba de bombas.
Ya llegaba cerca de la caseta, seguía tropezando a cada instante, pero estaba radiante, y toda la calle estaba pendiente de los acontecimientos.
La pierna le dolía, sí, la que no tenía, le dolía, así que se apoyó en la caseta, con la boca abierta y con el corazón desbocado...
Llegó a dos metros de la caseta, le miró, dio una vuelta sobre sí misma, con ese vestido negro ceñido, que resaltaba su figura, y le dijo:
- Así es como te gustan ¿No? - ¡Pués aquí me tienes! toda tuya.
- Pues, siento decirte, que estoy totalmente enamorado de la otra chica que vive allí de donde has salido, la que me sonrie y la que me habla, la que tiene olor a pan, la que baja corriendo y sonriendo, la que no hace equilibrio en los zapatos, la que quiero desde hace tiempo sin saberlo hasta ahora mismo, que al verte la echo de menos.Y eso que estás guapísima, pero devuélveme a mi chica...
-Que dirían los Hombres G...
-¿Ves? esa si eres tú...
Y la sonrisa que siguió, la mirada de esos ojos verdes, de nuevo iluminaron la calle.
-Anda, guapa, vamos a tu casa a ponerte guapa, que ya verás lo que vamos a tardar en subir, yo con una pierna y tu subida a esos zapatos...