Se quedó sola ese día. Cintia era una mujer muy independiente, y acostumbrada a que su marido estuviese siempre fuera de casa, no la importó improvisar un viaje a la nieve para esquiar unos días entre semana.
No tenía muy claro si coger el mercedes o el audi, al final, optó por un Range rover todo terreno, porque no estaba muy segura del estado de las carreteras.
Hizo una pequeña maleta para pasar dos o tres días.
A la mitad de subida hacia el puerto, notó una reda pinchada en su coche, y no tenía ni fuerza ni maña para cambiar esas ruedas. Como quiera que en el pueblo que se encontraba, el taller estaba hasta los topes, cuando por fin estuvo arreglado el pinchazo, era ya casi noche cerrada, así que decidió buscar un hotel donde dormir.
Pidió en recepción una habitación con cama de matrimonio, jacuzzi, televisión de pago y conexión a internet. Resultó que por 145 euros, la ofrecían la mejor habitación, de un aspecto encantador, cálida con una cama enorme, televisión de pago en una televisión de no se "cuantísmas" pulgadas, una bañera redonda enorme, incrustada en un baño también enorme. Pero rechazó todo porque no disponían de conexión a internet.
Por lo tanto, cenó en el hotel, pero no se quedó a dormir, ya tarde, cogió su coche y se dispuso a continuar viaje. Pronto comenzó a nevisquear, la nieve no cuajaba en la carretera, pero dificultaba la visión y enseguida se perdió, y se metió por la carretera que no era.
A la una de la madrugada, llegó a un pequeño pueblo, vio luces en el bar y preguntó si había un sitio donde dormir. El dueño del bar, le informó de que el mismo disponía de una casa rural, que le podía alquilar por 100 euros. Cintia preguntó de nuevo por internet, ya que la casa era encantadora, grande y acogedora, de nuevo con una cama enorme. Pero le dijeron que no había internet, e incluso que no disponía de calefacción ni agua caliente porque todavía no había empezado la temporada de esquí, y no tenían reservas hasta dentro de tres semanas.
De nuevo indignada, intentó regresar al hotel que había rechazado por la tarde, pero fue incapaz de encontrar el camino de regreso.
La carretera era cada vez más pendiente, y más estrecha, no tenía ni idea de dónde estaba, no tenía cobertura en el móvil, y el amanecer la sorprendió entre dos pequeños pueblos casi abandonados, en los que apenas si consiguió desayunar un poco de pan que compró a una vecina.
Estaba harta, condujo de nuevo por aquella carretera estrecha, el depósito estaba en las últimas, llevaba un rato en reserva, y no sabía cuanto la duraría el combustible. Por eso, se detuvo en el primer pueblo que vio. Era ya mediodía, y lo único que consiguió fue que un vecino aprovechado, intentase cobrarle 50 euros por la comida y una habitación fría con un viejo colchón de lana, en el que no pensaba dormir ni loca. Otro vecino menos ambicioso, quiso cobrarle 30 euros por dormir en su casa, pero el aspecto del hombre, y la suciedad de la casa, hizo que declinase la oferta.
A las cuatro de la tarde, decidió reanudar la marcha e intentar llegar con la poca gasolina que tenía, bien a una gasolinera, o bien a un lugar con cobertura.
Pero el combustible se terminó, en un lugar perdido por el que no pasaba ni un solo coche. La temperatura sería muy baja esa noche, y en el coche sin combustible, no podía quedarse...
En ese momento, se hubiese pagado 145 euros, hasta por la habitación sucia y fría de la última oferta.
Se puso ropa de abrigo, y decidió buscar cualquier pueblo o casa caminando. Quedaban apenas tres horas de luz.
Caminó esas tres horas vagando sin rumbo por la montaña, la fina capa de nieve se había congelado, y el cansancio estaba a punto de vencerla, si se dormía allí moriría sin remedio, estaba agotada, pues llevaba 36 horas sin dormir y dando tumbos de aquí para allá.
No se veían luces ni poblaciones, no se oía nada, ni coches cerca ni nada. Cuando la oscuridad se cernía sobre ella, estaba totalmente desquiciada, un llanto se fue apoderando de ella, y las lágrimas que resbalaban por su mejilla se iban congelando.
Casi no podía tenerse en pie cuando oyó el ladrido de un perro. El animal, un mastín enorme se dirigía hacia ella...
¡Quieto, Jasán! -se oyó la voz de un chico.
El chico era un zagal de apenas 15 años, que, enseguida se hizo cargo de la situación y acompañó a Cintia, que ya casi no podía dar un paso, con los pies cargados de ampollas.
Cojeando, llegaron a la majada donde el zagal guardaba las ovejas, y se acurrucaron en una esquina, cerca de un fuego, olía a humo, al propio olor de los animales y sus excrementos, pero allí, entre la paja y los perros, Cintia se acurrucó al lado del zagal, y durmió mejor que en toda su vida, se encontró en la gloria.
Al día siguiente, después de desayunar, el zagal la acompañó hasta la estación de esquí, que no estaba muy lejos, desde allí, Cintia hizo varias llamadas, y solucionó lo del coche, gracias a que el chiquillo, sabía exactamente donde estaba.
Al despedirse, Cintia le preguntó que cuanto le debía, a lo que el chico contestó que nada.
Sin embargo, Cintia, sacó 300 euros y se los metió en el bolso. A la vez que pensaba que era una lástima no tener más dinero en metálico para darle.
Era increíble, había rechazado pagar 145 euros en un hotel de lujo, solo porque no tenía internet, y ahora, le parecía poco 300 euros por dormir acurrucada en un montón de paja, abrazada a un enorme perro mastín y oliendo a majada. Pero claro, ese montón de paja y ese perro, y ese fuego, y ese zagal, la habían salvado la vida, y encima habían compartido su desayuno y su cena con ella sin querer cobrar nada por ello.
Todo en esta vida está condicionado por las circunstancias.
Este relato de hoy te deja pensativa...
ResponderEliminarPorque es verdad que según las circunstancias del momento puedes darle valor a lo que posiblemente en otro momento no se lo dabas, incluso lo despreciabas y es que en esta vida no se puede dar nada por hecho porque no sabes lo que te tocará vivir un poco mas adelante...
Como digo yo todos tenemos prioridades y según el momento así serán.
Un relato fantástico, BRAVO!
Y nos parece censurable la actitud de Cintia y sin embargo todos en algún momento hemos obrado de modo similar. Es un poco como aquél que va buscando un buen restaurante, desecha unos cuantos y acaba comiendo en el peor de todos.
ResponderEliminarSaludos
Lo sencillo y pequeño en la vida, al final casi siempre es lo mejor.
ResponderEliminar!!Hola,ruben!!
ResponderEliminarUn relato muy bueno.Me ha gustado mucho.
El agradecimiento te inunda de bienestar.
Te dejo una cita q me gusto cuando la leí.
"La gente siempre culpa a sus circunstancias por ser lo que son. Las personas que progresan en este mundo son aquellas que buscan las circunstancias que quieren y, si no son capaces de encontrarlas, las crean”
(G.B. Shaw)
Me alegro de volver a leerte.Muchisimos besitos,ruben.
Ruben, enganchas hasta el final.
ResponderEliminar-Todo en esta vida está condicionado por las circunstancias- aunque cada uno crea las suya, como en este caso, el cual es un círculo que ella misma se va haciendo, eso sí, de ellas se aprendo.
Me ha gustado muchísimo.
Buena moraleja.
ResponderEliminarEl relato increíble, vine sufriendo con el personaje central desde un principio, ya sentía que moría.
Tiene un buen cierre.
Saludos Rubén no te había visto.
Hasta pronto.
Ruben extraordinario relato que engancha y con una lección que nos da letra a letra, algunas personas de ciudad se creen que en las poblaciones pequeñas la gente tiene las mismas necesidades que ellos cuando una habitación con bañera de hidromasaje es para ellos un lujo, y aprendió que en el lugar más humilde se puede estar en la misma gloria.
ResponderEliminarUn abrazo,
Sí que es verdad que nos hemos acomodado tanto que nos volvemos muy exigentes. Pero vamos que rechazar un hotel como aquel por no tener internet...vaya delito!
ResponderEliminarUna gran verdad, la gran incomodidad es la de ver cómo en muchas ocasiones, la vida se nos escapa, por que queremos seguridades, comodidades, etc...
ResponderEliminarBuen relato. Un saludo, Ruben.
El relato no estaba huérfano.
ResponderEliminarA veces en la vida, "se da la circunstancia" de que creyendo elegir bien, elegimos mal. Pero eso nunca se sabe hasta que, el, o los, hechos suceden. Y entonces, posiblemente, ya no tiene remedio.¡Que se le va a hacer! De todas formas, como la prota de tu cuento, hay que seguir adelante.
Me ha gustado Rubén.
Salu2.
Claro que sí, todo depende del color del cristal con que se mire. La mujer de tu historia (como todo el mundo) no supo valorar la primera oferta.
ResponderEliminarBuen relato.
Un salduo.
Si, y no solo por las circunstancias sino por nuestra propia predisposición a aceptar que hay cosas que son secundarias.
ResponderEliminarTal vez si nos dejáramos de superficialidades, de cosas que realmente no valen tanto, y que no son tan necesarias, aprenderíamos a vivir más tranquilos y ser más felices con menos.
Todo depende de la personalidad, las exigencias y la necesidad.
Besos mediterráneos.
Sólo a base de palos entendemos...
ResponderEliminarEs triste, pero así es.
La vida acaba siempre por darnos una lección.
Besos, Ruben.
Es verdad que muchas veces no sabemos valorar lo que tenemos.
ResponderEliminarA veces la cosa mas simple es la que nos hace mas felices.
Una buena leccion tu relato, para no olvidar. Un bessito
Perfecto!
ResponderEliminarVa mi cariño.
Se tienen pocas ocasiones de dormir entre pajas cerca de un mastín en un pueblo perdido. Cintia no pagó una habitación, sino una buena acción de alguien que nada pidió. Y tampoco es habitual encontrarse con alguien así.
ResponderEliminarBonita moraleja.
Besos.