jueves, 19 de enero de 2012

EN LA TIERRA DE LOS SUEÑOS

Escribí mi última entrada, durante la mañana, comí y fui a trabajar, no me fui muy convencido, es más, venía con la idea de eliminar dicha entrada, no me gustaba. No me podía imaginar que mi amenaza en broma de destruir la máquina de los sueños, conseguiría hacerme rico en comentarios, nunca había tenido tantos, y no estoy acostumbrado, me mareaba tanta riqueza en mi pobre blog tercermundista, ya no podría eliminar la entrada.
He pensado que para que comprendáis mi afán por destruir la máquina debería poneros otros sueños, seguiré por ahí unos días. Espero que no me juzguéis por las entradas que se avecinan, porque son sueños.

En el verano ya escribí sobre los sueños. Concretamente el 27 de julio, para quien no me conozca es mejor que la lea, ese día estaba inspirado, porque no me leyó nadie.

http://rdelavega.blogspot.com/2011/07/la-dama-se-esconde-la-tierra-de-los.html

A CONTINUACIÓN, UN SUEÑO ERÓTICO... al final cuando se pone erótico, aparece la máquina.

Pido un poco de paciencia, pues esta entrada dura unos 7 minutos.

SUEÑOS DE GUERRA

            Llevábamos no sé cuántos años en guerra, no sé por qué motivo, no sé por qué, yo estaba en un bando y no en otro, ni sé lo que defendíamos nosotros o lo que atacaban ellos, o viceversa.

            En aquel momento, yo no sabía en qué lugar estábamos. Como un soldado raso que era, conducía un camión lleno de compañeros por un camino angosto lleno de peñas, que apenas me dejaba espacio para tomar las curvas. Desde la cabina oía los lamentos y las protestas de la carga, pero yo me limitaba a conducir en medio del convoy de cinco camiones, unos 200 hombres armados solo con el fusil, el machete y granadas aquellos que todavía no las habían gastado.

            A mi lado el sargento.

-         ¿Dónde vamos? Mi sargento.- pregunté.

-         No lo sé ni yo, dice el capitán que al final de esta cordillera hay un sitio clave por el que se nos escapan los otros y que hay que controlar.

-         Pues por aquí no ha pasado un camión en la vida, mi sargento, y a pie se tardaría un mes en llegar.

-         Ya lo sé, ya, veremos si no llegamos allí y no hay un alma.

El convoy se detuvo, los camiones no avanzaban, no se podía pasar. Tuvimos que continuar a pie, yo disgustado por el camión que abandonaba, ¡cómo si fuese mío! Los demás aliviados, porque viajar en la caja del camión por aquellos baches era un tormento, algunos, de tan fuerte que se habían agarrado, tenían cortes en los dedos.

También abandonamos la ametralladora y un cañón, porque era imposible moverlos por aquella montaña.

Para colmo de males, la mayoría teníamos las botas rotas, nuevas al principio de la guerra, se fueron gastando, y luego se gastaron las que robamos a los muertos, y ahora, apenas tenían suela, descosidas por los lados y atadas con cordones improvisados con cualquier cosa, las piedras sueltas nos iban machacando los pies.

El capitán, castigado con esta misión por algún desliz, fue el primero en sufrir a pesar de sus botas nuevas. La poca costumbre de caminar, se tradujo en unas ampollas que ralentizaban la marcha.

Finalmente, localizamos el lugar. Pero la inexperiencia del aquel arrogante capitán, nos costó el primer disgusto. Por no enviar un explorador por delante, el enemigo nos localizó a nosotros antes, cuando vimos su campamento, ya silbaba el primer “pepino” encima de nosotros, los 200, quedamos en 185 y sin capitán. Tuvimos suerte y a pesar de no parar de bombardear, no nos acertaron más.

Ellos no eran muchos, tal vez 80 ó 90, no más, así que a los dos días, cuando se les terminaron los obuses, logramos avanzar y hacerles retroceder, cuando llegamos a la posición que ocupaban en un principio, nosotros éramos 168, y de ellos solo encontramos tres muertos. A pesar de conseguir que retrocediesen, eran más hábiles que nosotros, avanzábamos porque éramos más, pero también éramos más tontos.

En un campo abierto, les causamos 20 bajas, pero cuando hubimos pasado nosotros por ese mismo campo, sufrimos 35.

De nuevo entre los matorrales, protegidos por la oscuridad de la noche, nos dimos cuenta de que no quedaba al mando nada más que un sargento.

Los camiones estaban a varios días de camino a nuestras espaldas, casi no había nada que comer, y seguíamos sin poder con ellos.

Finalmente, encontraron unos almacenes colocados como si fuese un cuadro con dos entradas que hacían la vez de calles, allí se defendieron de tal manera que cuando entramos allí, en el cuerpo a cuerpo seríamos 70 contra 70. De pronto, apenas después de anochecer, se nubló y la oscuridad era total, no había ya linternas, ni mecheros, las cerillas estaban mojadas, no se veía nada, tal era la noche de negra que a pesar de estar tocando un enemigo con otro, nadie se movía. Los trajes eran de camuflaje, los nuestros en tonos verdes y los de ellos en tonos grises. Pero no se distinguía nada, nadie se movía. A pesar de oír algún que otro lamento de algún herido, nadie se movía, apenas se distinguían los almacenes a nuestro alrededor, figuras aun más oscuras.

Comenzó a llover a cántaros, y poco a poco apretados unos con otros, verdes con grises, no se sabe, porque no se veía nada, nos fuimos guareciendo de la lluvia en los almacenes, no quedó nadie en las dos calles, los almacenes eran como un agujero negro.

A pesar de estar exhaustos, hambrientos, sedientos y mojados, nadie se atrevió a dormirse, porque a primera hora de la mañana, en cuanto se distinguió el gris del verde, continuó la batalla, cada gente en su almacén metido, grises con verdes, sin apenas balas, machete va y cuchillo viene, dejando más sangre, más heridos que muertos.

En el almacén que yo me encontraba había mesas de trabajo, cada hueco era una trampa, por todas partes había sangre, resbalabas, pisabas cuerpos. Por tres veces un compañero me salvó de ser acuchillado, a la vez, yo acuchillé a otro que trataba ya de huir, no le maté, me lancé encima de él, estaba desarmado y lloraba sin moverse, ni forcejear, a mí también me resbalaban las lágrimas por la cara mezcladas con suciedad y sudor rancio. No pude más, sentí tanto miedo que casi me mata el mismo miedo.

Me subí a una mesa y grité ¡ALTO! ¡PARAD! Tan fuerte como pude.

Allí subido, un blanco fácil, creí que alguien aprovecharía para rematarme. Pero todo quedó en silencio, todos, grises y verdes, me miraban, solo se oían jadeos del esfuerzo del cuerpo a cuerpo, lamentos de los muchos heridos.

-         ¡Escuchad! –les dije- ¿Por qué luchamos? ¿Por quién luchamos? ¿Qué defendemos? Estoy comido de pulgas y piojos, no he comido en días, no he dormido, y solo he bebido agua sucia, estoy empapado en sangre, parte mía y parte vuestra. Ya no puedo más, si voy a morir aquí, quiero que alguien me diga por qué estoy luchando, qué guerra es esta.

Nadie contestó. Tiré el cuchillo al suelo, cogí al hombre que había herido e intenté colocarlo sobre la mesa, pero no podía con él, un verde me ayudó, un gris gritó: “¡Yo no lucho más!” Pero no soltó su fusil.

En el almacén nuestro quedaríamos como 15 personas, tan empapadas en barro y sangre que no se distinguían apenas los colores de nuestros uniformes.

En el almacén de enfrente se oía aun mucha pelea.

Todos nosotros decidimos no luchar más, entreabrimos la puerta, los hombres que se habían guarecido en el almacén de enfrente luchaban en el barro frente al nuestro, su almacén estaba tan lleno que tenía poco espacio para luchar allí.

Cada vez que un hombre se acercaba a nuestra puerta, le introducíamos dentro con nosotros y le explicábamos lo que pasaba, ninguno quiso luchar más.

En el barro quedaban unos 20 hombres cuando comenzamos a recogerles por la puerta, así que alguien de fuera se percató y se fueron metiendo en el almacén todos los grises, quedaban fuera 4 hombres verdes, de los míos, les conocía por la cara, el traje era barro puro. Al verse solos, se acercaron a la pared y no se les veía por la puerta. Yo había reconocido en uno de ellos a un compañero de trinchera, por la barba rojiza, era un hombre duro y solitario con el que no tenía mucha relación, estaba claro que en la batalla cuerpo a cuerpo era el más preparado de todos, tanto grises como verdes.

En un descuido, mientras explicaba a un hombre más lo que pasaba, uno de los de dentro intentó observar entreabriendo la puerta, entonces el de la barba dio una patada al portón y se encaró a todos apuntando con la pistola, seguro que aún tenía balas.

-         ¿Qué pasa aquí? –dijo- pareció que iba a disparar.

Desde mi posición en el fondo grité

-         Pasa que yo no lucho más, porque no tengo ni idea de para qué lucho, si seguimos así, no quedarán cuatro hombres de un bando, me da igual todo.

No pareció convencido. Salté por el medio de todos, le pillé desprevenido, le cogí las manos y le coloqué el arma en mi frente, y le grité:

-         ¡Vamos! ¡Vamos! ¡Mátame de una puta vez! ¡No aguanto más! ¡Mátame!



Bajó la pistola.

-         Hace dos días que no tengo balas –dijo- y hace rato que me chorrea sangre por la pierna, y no tengo nada con qué hacerme un torniquete, al dar la patada a la puerta, casi pierdo el conocimiento.

Uno de los grises recogió una cincha sucia de una pared y le hizo un torniquete. Seguía sin decirme nadie por qué luchábamos o qué defendíamos. Éramos 35.

-         En el almacén de al lado no se oye a nadie –dijo alguien-.

-         Seguro que se han matado todos unos a otros.

-         Yo iré –dije- ya que todo lo he empezado yo…

Con todo mi miedo, fui acercándome al almacén contiguo, el único que podía tener gente porque los del fondo aún tenían los candados sin romper, y al caer la noche anterior se encontraban lejos de la lucha.

Abrí la puerta, se oía alguna respiración fuerte, ronquidos, algún pedo, olía a vino. Era un almacén de vino, lo que yo creía sangre en la penumbra, era vino, abrí las puertas de golpe, había algún muerto, pero lo que allí había eran borrachos, grises y verdes, enfermos de tanto beber y no comer, no se tenían en pie. Resacosos como estaban tardé en despertar a todos, 29, grises y verdes, les expliqué lo ocurrido en mi almacén. Si se enteraron o no, no lo sé, porque nadie se movió.

Salí al barro y oí hablar en un pequeño cobertizo que estaba al lado del almacén de los borrachos.

No tenía miedo, no sé por qué, me quedé mirando unos ojos que miraban por la rendija de la puerta.

-         ¡Salid! –grité-.

-         Tranquilo –dijo alguien- ya sabemos lo de terminar la lucha. Salió un hombre.

-         Soy médico de los grises. – Tras él salieron cuatro enfermeras voluntarias que habían ido huyendo protegidas por la refriega que los grises iban manteniendo con nosotros. Fueron apareciendo de una en una por la puerta, sonriendo. Yo me sentía ridículo allí en medio del barro, solo en la calle.

-         Esto te hace un héroe –dijo una-. Lo que has hecho ha salvado la vida de muchos.

Los demás siguieron con halagos, mientras yo me sentía más ridículo aún. De pronto me di cuenta de que no se distinguía mi uniforme. Me quité la chaqueta militar cubierta de barro y sangre y dejé al descubierto mi camisa verde.

-         No os precipitéis –dije- que no soy de los vuestros.

-         ¡Tío bueno! – gritó una en su euforia, ajena al cuerpo esquelético, la nariz partida y el pelo lleno de sangre y piojos. (recordad que esto es un sueño y no controlo a esa máquina)

-         Pues… si quieres… -grité.

-         Es que nosotras cuatro trabajamos en equipo.

-         ¡Ah! –dije- pues un equipo no se puede deshacer –dije iluso, como si pudiese yo solo con el mundo entero. Luego, al siguiente paso que di, caí desmayado al barro.



Juzgad vosotros mismos, lo largo del sueño, las calamidades que paso, y cuando da un giro y se pone interesante, se termina. La máquina de los sueños me tiene manía.

Sé que fue un sueño, porque no me han llamado "tío bueno" en la vida.



Gracias a todos los que habéis tenido la paciencia de llegar al final.




25 comentarios:

  1. Rube, ha estado muy bien tu relato, fuieste un tío con suerte al saber convencer a los demás de lo inútil de muchas batallas que nos son ajenas y en las que lo único que importa es nuestra fuerza para la lucha en conseguir objetivos difusos que encima, casi siempre es para bien de los de arriba, los que mandan a pesar de ser nosotros quienes les otorgamos el puesto...
    Pero tú fuiste fuerte y bravo al gritar ¿POR QUÍEN O QUÉ LUCHO?...ése el fué el principio de tu heroicida. El final de la misma fué un sueño...que el cansancio de la batalla dejó en espejismo:sin más!

    Tendré que leerte más a menudo...solo que a penas tengo tiempo para tantos frentes abiertos!!

    Saludos

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  2. Lo largo del sueño, la buena memoria de recordarlo y lo bien relatado. Todo conjugado. Qué buen invento lo de esta máquina de sueños te da para mucho.

    Felicitaciones.

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  3. !!Hola Ruben!!

    me ha gustado muchísimo la historia,he vivido cada momento de tensión y de alegría.

    Las guerras siempre me han parecido la opción q tienen los violentos,los avariciosos y los locos como su vía de escape para conseguir sus fines:el final es sangre,muerte y dolor.Tu lo has expresado muy bien en tu historia preguntándote a donde te lleva ese sacrificio inútil y lleno de dolor.

    Mira,una vez me dijo un amigo mio q las guerras las provocaban muchas veces porque había demasiada población en el mundo y los recursos con el tiempo no llegarían para todos,no se si esto es verdad,pero como dato es curioso.
    Enhorabuena por tu relato me ha mantenido expectante hasta el final.Tu maquina es una maravilla.

    Muchos besitos Ruben!!!!

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  4. Mascab, la verdad es que teniendo varios frentes abiertos, es un halago que hayas aguantado esta entrada tan larga.

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  5. Aida, mi máquina de los sueños no está tan perfeccionada como lo tuyo con el tiempo, tu has doblegado al tiempo, haciendo arte con el a tu antojo, y yo sigo sin dominar a la máquina de los sueños.

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  6. Lady celeste, el mundo ya está superpoblado, sin ciertas guerras, esto sería mucho peor, y el hambre y las enfermedades, estarían incontrolados. Un amigo mio dice que tendríamos que ser la mitad para vivir bien.

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  7. largo el relato... dices?

    a mí se me ha hecho corto :) es genial el relato... nada, sigo en mis 13, la máquina de sueños es perfecta.

    eso sí que es valor, el preguntarse el por qué... y no lo otro, cargarse enemigos.

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  8. eddie, es un poco larga, mucha gente va a pasar de leerla porque es demasiado lara.

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  9. Pues yo no he pasado de leerla, al contrario, lo he hecho dos veces y a pesar de lo tragico de la historia le he sacado un poco de chispa, intuyo en ella cierto sentido del humor, siempre se te acaban los sueños en lo mejor.
    Saludos.

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  10. Oleeee!! Me ha encantado!
    Has conseguido meternme en la historia totalmente!
    Por un momento me veía llena de barro yo tambien y debo confesar que en mi loca cabezita te he imaginado tó buenorro con el barro y yo era una de las enfermeras....
    eso para que veas lo bien que consigues hacer que tus sueños parezcan una realidad.

    Piojoooooo!! en serio me ha encantado.

    Pero...la máquina de los sueños solo es una máquina y no la puedes controlar (está comprobado) pero lo bueno esque despiertas al lado de una hermosa mujer cada dia (sueñes lo que sueñes)

    :)

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  11. Tejón, por supesto, el buen humor es una constante, siempre estoy dispuesto a la broma ya los dobles sentidos, me gustan mucho los juegos de palabras.

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  12. Noia, eso si es verdad, que tengo una hermosa mujer a mi lado cada día, ella dice que la engañé para conquistarla, yo disimulo, no sea que la de por buscar uno mejor.

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  13. Pues tu máquina funciona a la perfección, así son los sueños!! pero además los recuerdas con todo detalle excepto cuando llega la triple x jajaj, muy bueno. El absurdo de la guerra y lo bien que se lo puede pasar uno luego ;-)

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  14. Rubén! ayer dejé mi comentario y no salió! no habré tocado publicar? - Es que el calor aquí me tiene más que trastornada.
    Te decía ayer que me alegra que hayas encontrado este tema para publicar mucho y entretenernos con estas historias oníricas! más aún porque te hace muy feliz escribir así. Te felicito. No dejes sueño sin publicar!

    Recuerdo tu comentario anterior ... sí, aquí "duele vestirse" con temperaturas de hasta 40º y sin lluvias. Quiero ir a tu tierra!!!

    Mis cariños!

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  15. Eduardo, es que, lo de la triple x, no puedo ponerlo, porque arruinaría mi reputación de bueno/tonto.

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  16. Mercedes, no se yo si seguir con esto de los sueños, me da un poco de vértigo.
    Serías bienvenida, pero es mejor que llegues entre las doce de mediodía y las cuatro de la tarde, todo lo demás, son temperaturas en negativo. La gente piensa en España, y cree que todo es Andalucía y el Mediterraneo, pero yo vivo en León, y el invierno es un castigo, aunque el frío conserva la carne...

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  17. Es rarilla la máquina esa, en medio de tanta sangre aparecen unas macizas. Y tú, iluso protagonista lleno de sangre y mier… coles de ceniza ¿acaso crees que ibas a poder con todas? Ya te hubiera gustado. (Y a mí)
    Salu2.

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  18. Nadie te juzga imposible juzgar al arte
    un abrazo

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  19. Nadie te juzga imposible juzgar al arte
    un abrazo

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  20. jajajajjajajajjaja yo me parto de la risa contigo!!!!Osea que destruyes la máquina y mira que pasa...se revoluciona todoooo el mundo bloguero y venimos aquí a reñírte!!No puedes destruir la maquina, sino, destruirias una parte de ti y aquí te necesitamos al 100x100, con tus sueños.Mil besitos (la entrada que hiciste,como es muy larga,tienes razón,yo no voy a poder leerla hoy,porque es denoche y la vista ya esta cansada,peroooooooo sabes que la leere!!!!!!!!!!)

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  21. Después de todas las vicisitudes a punto de pegarte una orgía quien te despertara se merece todo tu rencor.
    Gracias por haberte quedado en mi blog, yo haré lo propio con
    el tuyo.
    Si quieres leer una poesía sobre las cuatro estaciones, te invito
    a mis otros dos blogs “POESIAS” Y “POEMAS” en uno de ellos tengo una con ese titulo.
    Un afectuoso saludo.

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  22. Y es que no hay que destruir la máquina de los sueños, simplemente hay que hacerle unos retoques, repararla de tal modo que no nos corte los sueños en el mejor momento.

    Un abrazo

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  23. uf pues esta muy bien tu entrada pasa que estoy en clase y no pude acabar de leer pero es buenaaaaaaaaaaaaa
    un abrazoooooo
    Marina

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  24. ¡Ay! ¡Qué mal estás de la azotea! ¡Jajajajaja! Mis sueños son tan vívidos como los tuyos, cuando quiero contar algunos toda mi familia me mira con cara de fastidio, porque me pasan cosas rarísimas, pero por lo menos mis sueños eróticos suelen llegar hasta el final. Tienes que arreglar tus diferencias con la máquina, ¿eh? Para que te regale un buen montón de sueños felices, ;)

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