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martes, 24 de febrero de 2015

SE MURIÓ EL IDIOTA

Hace tres años murió mi marido, mientras intentaba apagar el incendio de nuestra casa, que quedó destruída... y toda mi vida se vino abajo, y, a pesar de que no era un buen marido, eché de menos todo lo que el hacía.
Desde entonces vivo lejos de nuestro establo, que se salvó de puro milagro. Tengo que caminar 400 metros cada vez que voy allí a trabajar, sola... trabajar sola... todo para mí...
Desde que murió, ha sido mejor marido que estando vivo, pues ya no regresa a casa borracho, cada domingo me deja una rosa, o cualquier otra flor en el alfeizar de la ventana de mi habitación... detalle que nunca tuvo estando vivo. Claro, que esto no puedo contarlo porque me tomarían por loca, incluso me sorprende a mí misma creer en espíritus, con lo coherente que he sido siempre.
Desde que murió, cada mañana cuando regreso al establo, le encuentro limpio y mullido, y el ganado cepillado, el cuenco del perro lleno, y las cercas de los prados arregladas, y cuando regreso a casa, aunque está vacía, noto una presencia, y, a veces, encuentro el pan a la puerta, cuando estando vivo nunca me lo trajo...
 
Hace tres días se murió el idiota. El idiota que siempre sonríe aunque se estén burlando de el continuamente, el idiota, que entra descalzo en la iglesia para no manchar el suelo, el idiota que invita en el bar a quien más se burle de el, con lo que cada día hay allí un espectáculo bochornoso.
Sí, se murió el idiota que siempre me sonreía, el idiota que cargaba con el pan para todo el pueblo cuando la nieve cortaba la carretera, el idiota que jugaba horas y horas con los niños, el idiota que casi muere por sacar a mi marido en el incendio, el idiota que nunca se enfadó con nadie, y eso que motivos no le faltaban, el idiota que estaba enamorado de la chica más guapa del pueblo que nunca sería para él.
Se murió el idiota que se ahogó en el río por intentar salvar a su perro, que pudo salir ileso, al contrario que el idiota de su amo.
 
Y en el entierro, no se oía ni una mosca, ni el incómodo e irrespetuoso murmullo que se queda a la puerta de la iglesia de todos los que no entran.
Y la gente estaba muy triste, porque resulta, que todo el mundo le quería y sintió su muerte ¡ y mira que era idiota! pero todos le querían.
Y durante el entierro, el pobre perro con tremendos lloriqueos y aullidos, y nadie era capaz de silenciar al pobre animal...
 
Hace tres días murió el idiota, y hace tres días que no hay flores en mi alfeizar, ni el establo está limpio y mullido, ni alimentado el perro, ni arregladas las cercas de los prados, ni hay pan a mi puerta...
Y ahora, ya no creo en espíritus... ahora solo creo en la bondad de los idiotas. 


domingo, 1 de febrero de 2015

EL SUSTO

Hacía tiempo que no venía a mi barrio de la infancia, puede que 20 años, no lo se con certeza, así que, lo primero, visita al bar.
 
- Aquí está mi chica, igual de guapa que siempre - le espeté a mi prima Angela que seguía regentando el bar de la esquina.
 
Nos fundimos en un abrazo, y se nos atropellaban las preguntas...
 
-¡Mamá, mamá! -nos interrumpió un niño, que era idéntico que mi amigo Fernando-
-Así que... -dije- al final te casaste con Fernando.
-¡No! -gritó- ¡No!...
 
(silencio)
 
-Me casé con Juan José... -dijo sin gritar-.
 
(Más silencio)
 
-¡Calla! - susurró- Por favor... no digas nada... ´- tartamudeó.