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domingo, 24 de noviembre de 2013

MIGUEL STROGOFF Y NADIA FEDOR

Miguel salió ese día pronto del instituto, porque no había clase a última hora, así que en vez de ir directo a casa, se dirigió a la Biblioteca Pública, allí cogió un libro, "Miguel Strogoff", lo decidió sin saber de qué iba, solo porque el título era su propio nombre.

Como era pronto se sentó en unas escaleras a ojear el libro, su aspecto bonachón, con su incipiente gordura y su cara de pan, llamó la atención de los típicos gamberros, que se pusieron a molestar. Le quitaron el libro de las manos,  y jugaban a a pasárselo unos a otros. Si hubiese sido suyo no le habría importado, pero era de la Biblioteca, y se empezó a desesperar. Sorprendentemente, fue una chica quien acudió en su ayuda, todo fue muy rápido, si una chica muy guapa te llama cobarde, te avergüenzas en el acto.

Ella se interesó por Miguel, se presentó y una vez hecho esto, se dirigió a su portal, que estaba enfrente.

Nadia, se llamaba Nadia. Miguel, que nunca había sido defendido por nadie, la vio como su heroina, se enamoró de ella como solo una adolescente de 13 años se puede enamorar, aun consciente de que por su aspecto, solo podría aspirar a un amor plátonico.

Al día siguiente, al salir de clase, decidió ir al encuentro de Nadia, tenía que darse prisa, pues de lo contrario, llegaría cuando ella ya hubiese entrado en casa. ¡Si tan solo pudiese verla un segundo!

No lo consiguió, llegó demasiado tarde. Su instituto estaba demasiado lejos. Su gordura no ayudaba, y el peso de la mochila tampoco.

El segundo día, dejó la mochila en la caseta del vendedor de la ONCE, que era su vecino. Esta vez tampoco llegó, y para colmo, tuvo que regresar de nuevo hacia su instituto para recuperar su mochila, por lo menos, y ya que era la hora de ir a comer, acompañó a su vecino.

Para olvidar su frustración, se concentraba en la lectura de "Miguel Strogoff". Cuando apareció la figura de Nadia, como acompañante de Strogoff, Miguel se lo tomó como un mensaje del destino. ¡Qué coincidencia!

El cuarto día salió con más decisión, sin mochila, corrió toda la avenida de la estación, cruzó el campo viejo de fútbol, que era un barrizal, por algo le llamaban el "patatal", en vez de seguir por las calles, decidió ser como el correo del zar, saltó el muro del viejo mercado de ganado, que hacía años que se había trasladado a las afueras, corrió como un loco, apenas fue capaz de saltar el muro del otro lado, pues su gordura se manifestaba a cada zancada, ya sin aliento, corrió al lado de las vías del tren, y pasó por un pasadizo inferior. Y ese día, logró llegar a ver como se cerraba el portal de Nadia y vislumbró la silueta de ella tras los cristales...

No cedió, eso es lo que estaba aprendiendo de la historia de Julio Verne. Cada día corría como un loco hasta la calle de Nadia, y luego regresaba feliz de tan solo ese medio segundo que conseguía ver a la muchacha, tenía que darse prisa de nuevo para recuperar la mochila.

Su madre, aprovechando que venía hambriento, y se comía cualquier cosa, empezó a cambiar su dieta caprichosa y poco recomendable. Miguel traía tanta hambre por el ejercicio, que se comía de todo, y traía tanta sed, que se bebía un buen vaso de agua en vez del refresco habitual que apenas si le quitaba la sed.

Con los nuevos hábitos, fue mejorando en su salud, y los resultados fueron llegando, y el primer día que pudo llegar a tiempo para intercambiar un saludo con Nadia, volvió entusiasmado. Y encima Nadia le sonrió. De algo tenía que servir esa cara de bueno.

Sus suficientes raspados en gimnasia, pasaron a notable al siguiente curso. Su ejercicio diario, no pasaba desapercibido para nadie salvo para el propio Miguel, que no se daba cuenta del cambio radical de su aspecto.

Nadia, le sonreía cada día, y el llegaba ya con la suficiente antelación, como para calcular la distancia para ir mirándola el mayor tiempo posible. 

Durante los cursos siguientes, Nadia se acostubró a verle, sin saber lo que Miguel hacía cada día para disfrutar de ese efímero instante.

Últimamente, Miguel, incluso tenía que esperar a que Nadia apareciese por el otro extremo de la calle. Podría incluso llegar con la mochila, pero la costumbre de acompañar a su vecino estaba ya demasiado arraigada. 

Seguía imaginándose que era Miguel Strogoff, a pesar de que había devuelto el libro hacía años, su vecino, sabedor de toda su odisea, se lo había regalado, era su libro de cabecera.

A los 17 años, ya no tenía el mismo aspecto, estaba irreconocible, lejos de olvidarse de Nadia, seguía con su costumbre. 

Su abuela y sus tíos pensaban que había ido al gimnasio, y el no se daba cuenta de su cuerpo atlético, solo se preocupaba de ver a su amor platónico, que nunca se cansaba de verle, hasta se había acostumbrado a cruzarse cada día con el, y siempre buscaba el final de la calle para corroborar que Miguel caminaba hacia ella.

Un día tuvo un impulso, le detuvo y le dijo:
- Miguel, ¿te gustaría asistir a mi cumpleaños? Es el sábado, no todos los días se cumplen 17, si te animas, será a las siete en la bolera de ahí, al final de la calle.
-Me encantará, pero no conoceré a nadie.
-No importa, traéte a un amigo.

El sábado no había dormido. Estaba muy nervioso, pues nunca se había planteado que su relación con Nadia llegase más allá.

Le acompañó su vecina, una chica guapísima, que salía con su hermano mayor, y como éste estaba de exámenes, decidió echar una mano a su cuñadín, que siempre era tan encantador, y además, ella sabía lo de Miguel y Nadia, y opinaba que era una acción de lo más romántica, no quería perderse esa fiesta.

Se sintió fuera de lugar en la fiesta, a pesar de que con la compañía de la novia de su hermano, era el centro de atención. En un momento ya no pudo aguantar los nervios, y decidió salir un momento a respirar un poco...

Su cuñada se vio abordada por Nadia.

-¡Hola! Soy Nadia, la del cumple. ¿Eres la novia de Miguel?
-No, soy la novia de su hermano. ¿Por...? ¿Te gusta?
-Bueeeno, es muy guapo, y me cae bien. Siempre he tenido debilidad por el, desde aquel día hace ya casi cuatro años que le conocí...

-Pues te voy a contar una historia...
____________

Miguel estaba fuera, solo, despejando un poco, cuando una persona se le acercó y le cogió por la cintura...

-No me puedo creer, donde vives, y lo que has tenido que correr durante cuatro años, solo para verme... Así que si te vas de aquí hoy sin pedirme salir, me sentiré muy culpable.
-Eeeeh... yooo... -Balbuceó Miguel-.
-Si, acepto. Mañana te espero a la hora de siempre.

Y al día siguiente, Miguel, voló... llegó cinco minutos antes que Nadia, que venía sola, y se saludaron con un beso, un beso inexperto que sabía mejor que todos los que se diera cualquiera ese día, y continuaron disfrutando juntos de su compañía.

Porque Miguel seguiría corriendo cada día para ver a Nadia, y eso que todavía no sabía que vivirían juntos toda una vida... y aun si lo hubiese sabido, habría corrido igual.

sábado, 26 de octubre de 2013

CASTAÑITA

* Primer cuento que escribe Silvia.
 
CASTAÑITA ESTÁ TRISTE
 
Hay castañas que se comen, y hay castañas que no se comen.
 
"Castañita" era una de las que no se comían. Y como nadie la podía comer, "Castañita" estaba muy triste.
 
- ¡Pobre "Castañita"! -dijo "Arruguita", la nuez- Tengo una idea que seguro que te gusta.
 
- Muy bien. ¿Y cual es? - contestó "Castañita".
 
-Es esta: Tú te escondes dentro de mi cáscara, y así te podrán comer como tú querías.
 
-¡Bien! ¡Es una idea fantáaaastica! ¡hagámoslo, por favor!
 
-Vale -le contestó "Arruguita".
 
"Castañita" y "Arruguita" eran muy amigas y así llevaron a cabo la idea de la nuez.
 
Al final todo salió bien y "Castañita" dejó de estar triste y se puso contenta.
 
FIN
 
SILVIA FERNÁNDEZ TASCÓN
 
* Ya sabíamos todos que tenía mucho cuento, solo que ahora con 7 años lo deja por escrito. Hasta ahora, solo era un bombardeo, una verborrea mareante.


domingo, 8 de septiembre de 2013

LA NOVELA DE MI VIDA.

Mi vida es igual que una novela, por todas las vicisitudes anormales que me han ido sucediendo.

De chico, siempre fuí un tanto tímido, y poco dado a heroicidades, más bien, todo lo contrario, temeroso y cobarde hasta la médula.

Con respecto al resto de los chicos del pueblo, toqué fondo a los 12 años. Esa tarde de verano, a la hora de la siesta, había sucedido una matanza. El pastor había dejado dormitando a sus ovejas en un claro del monte, como de costumbre, y a su regreso, se encontró a las ovejas desparramadas por doquier, otras mordidas y medio muertas, varias muertas por las dentelladas de los lobos, y otras asfixiadas en su huida al caer todas juntas en una carcaval.

Fue una de esas liadas de los lobos, que, de cuando en cuando se dejan llevar por un instinto que les perjudica, y que hace que sus defensores suframos por sus actos.

A alguno de mis amigos, se le ocurrió ir a echar un vistazo al atardecer, la idea no me gustaba, pero para no pasar por cobarde, acepté. 

Gran error.

Al llegar al lugar con otros tres amigos, la escena me impactó, los animales muertos, unos destripados, otros asfixiados... las huellas de la carnicería... Era el atardecer... de pronto se oyeron unos aullidos. Tal fue el espanto que sentí, que empecé a gimotear, expresando el miedo que sentíamos todos, solo que yo fuí el único cobarde que lloró y suplicó volver a casa...

Me pasé toda la noche asustado, porque en toda esa noche no se dejaron de oir los aullidos.

Este trance me marcó como cobarde de por vida.

Solo Mario parecía pasar por alto mi cobardía, y fue mi fiel amigo hasta que harto de la imagen de cobarde, decidí marchar del pueblo a los 16 años, y no regresé hasta los 24.

Curiosamente, seguían teniéndome por cobarde, aunque mi trotar por el mundo había cambiado mi temor por otra cosa.

Cuando regresé, no solo Mario se alegró de verme, también mi vecina Inés, se alegró, tanto que no tardamos mucho en tener un noviazgo de esos trepidantes y apasionados.

Pero pasados un par de años, de nuevo se trunca mi felicidad, una llamada de la madre de Valeria, una amiga que tenía en Argentina, donde había pasado una temporada. Habíamos sido muy amigos, y hasta habíamos tenido alguna noche de pasión, sin llegar a tener una relación amorosa. 

Había muerto en una accidente.
Se me vino el mundo encima.
Cuando su madre me relataba el suceso, yo, mientras recordaba cada palabra, cada carta, cada vez que nos habíamos dejado dinero uno a otro o nos habíamos refugiado el uno en el otro, cada vez que sufríamos alguna decepción en la vida.

Pero su madre seguía hablando, Valeria ha dejado un hijo de 4 años... ¡qué!, ¡no puede ser que Valeria tenga un hijo! me lo habría contado, ¡cómo va a ocultarme Valeria que tenía un hijo! ¿por qué?

- Porque es hijo tuyo.
- ¡Queeeé! No puede ser, me lo habría dicho, nunca me hubiera ido de su lado.
- Pero ella lo quiso así, no te quería como amante y marido, te adoraba como amigo, pero ella no estaba enamorada de tí, ni tu de ella...
- ¿Seguro que es mi hijo?
- Eso es lo que ha dicho siempre...

Viajé a Argentina, pensando que tendría que asegurarme de que era mi hijo, y no una estratagema de Valeria, sabedora de que cuidaría del niño con toda mi alma, y quizás temerosa de que no lo hiciese si no fuese mío. Pobre, en realidad, solo con saber que era hijo de Valeria, le habría dado toda mi vida si hacía falta.

Cuando vi al niño, no hizo falta hacer prueba ninguna. Era mi viva imagen.

Criar y sacar adelante a ese hijo, me retuvo en Argentina unos 17 años, se me hacía imposible regresar a España. Siempre había algo que no podía esperar, alguna cosa que no podía delegar en nadie. 

Cuando mi hijo pudo valerse solo, decidí volver al pueblo que añoraba cada día. A pesar de la imagen de cobarde, que persistía en mis compañeros de infancia, exceptuando a Mario y a Inés (Inés del alma mía), al final no la quedó más remedio que casarse con Mario, que fue quien estuvo a su lado cuando me fuí. Eran esas cosas irremediables del destino, tenían una hija de 16 años, Laura. Yo la conocía por fotos. Y un hijo de 13, Miguel.

Tenía muchísimas ganas de verles.

Cuando regresé, me recibieron con la alegría de siempre, como si no hubiese pasado el tiempo. No obstante conocían cada suceso de mi vida, y yo de la suya.

Al ver a Inés, sentí momentaneamente un sentimiento de pérdida irreparable, pero al ver a Mario tan orgulloso de su mujer y de sus hijos se me transformó en un sentimiento de cariño  inmenso.

Años de incidencias en el continente sudamerícano, por las llanuras, las montañas, las selvas, los ríos etc, me habían convertido en una persona con una perspectiva muy diferente respecto al miedo y a la cobardía.

Pero en mi pueblo, seguía siendo el cobarde de siempre.

Un día el hijo de Mario e Inés, llegó corriendo al pueblo al anochecer y con los truenos y relámpagos que presagiaban una gran tormenta enturbiando la tenue luz del ocaso.

Laura y Marta, estaban con Miguel en el bosque, y de pronto, oyeron un aullido, y se asustaron, Marta se torció un tobillo, y Laura se había quedado con ella en la cueva del Peñón.

Eso no era lo malo, esa cueva siempre se inundaba si había una fuerte tormenta, en todo caso, ese no era el único peligro, aunque no lloviese lo suficiente, la población osera de la zona, se había recuperado lo suficiente como para ser un peligro en esa época del año.

Cuando se quiso organizar un grupo de búsqueda, era noche cerrada, la lluvía era torrencial, y la gente no se atrevía a intentar un salvamento, pues el bosque en esas circunstancias, era imprevisible, la oscuridad y la lluvia, hacían que la gente se extraviase con facilidad, y por aquellos riscos acechaba la muerte en cada acantilado... el grupo de búsqueda se detuvo al pie del bosque, pensativo, decidiendo esperar al grupo de rescate de la Guardia Civil, pero no había tiempo que perder. Mario estaba en estado de shock.

No había tiempo, cogí la linterna de manos de uno de ellos y me fuí solo al bosque.

Estaba muy oscuro, pero era mi bosque, con mis ruídos, con mis rincones y con mis recuerdos. Los sonidos que de niño me asustaban, eran ahora muy familiares para mí, incluso les echaba de menos, cuando no les tenía cerca.

La lluvia se hizo muy fina, pero tenía poco tiempo antes de que se llenase la cueva, es más, temía que era demasiado tarde, así que corrí por entre las peñas, olvidando el peligro que había bajo mis pies, olvidando a los lobos, a los osos y a todos los animales que parecían revivir con la lluvía... 

Cuando llegué, estaba tan oscuro, que no se vía nada, pero antes de llegar a la entrada de la cueva, mis pies se empaparon, el agua estaba muy por encima de la entrada, sin duda en aquel lugar, la tormenta había descargado con más intensidad.

Esta vez, me estaba entrando... no miedo... pánico, ante la posibilidad de la muerte de las chicas.
-¡LAURA! -grité.
 Y al rato oí una voz apenas audible. Deduje, que Laura había previsto la inundación de la cueva, y había logrado encaramarse por la montaña arriba, por entre aquellos matorrales impenetrables. Nadé por el torrente, apenas pude llegar a la orilla, por suerte dí con la rama de un árbol y me así a ella. Seguí el sonido de su voz...

- "¡Estamos aquí!" "¡ya voy!" -repetíamos uno y otro. 

En la oscuridad, me abría camino entre matorrales y zarzas, la sangre recorría mis brazos y mi cara, de tanto arañazo como tenía, y no paraba de imaginar el esfuerzo de Laura y Marta con el tobillo maltrecho, para ponerse a salvo.

Al fin las encontré, estaban ateridas de frío, y yo más o menos igual, empapados nos sorprendió el amanecer. La humedad de la tormenta, había dado paso a un niebla intensa, era muy peligroso regresar así, pero el riesgo de hipotermia nos hizo arriesgarnos a regresar.

Fue una odisea, teníamos heridas por todo el cuerpo, ya muy golpeado y magullado. Marta apenas permanecía consciente y el tobillo se había hinchado de forma desmesurada.

Cuando oímos a la gente llamándonos, gritamos con todas nuestras fuerzas, enseguida nos facilitaron mantas y ropa seca, y nos llevaron en volandas al pueblo. Donde se vivía un drama de total desesperanza por parte de los padres de las chicas.

Nuestra llegada, supuso tal alivio, que el día se tornó en una fiesta.

Si alguna vez en mi fuero interno, había tenido miedo de traer a mi hijo al pueblo para que no supiese de mi fama de cobarde, creo que al ver las caras de la gente que me daba las gracias y encumbraba mi acción, se me abrió la posibilidad de presentarle a mis mejores amigos.

Hechos puntuales nos marcan de por vida, y si de niño preadolescente, tuve miedo irracional del bosque durante el día. Apenas pensé en el miedo cuando me introduje en el bosque en plena noche de tormenta. 

A toro pasado parece una insensatez lo que hice, pero si pasase hoy de nuevo, volvería a olvidarme del miedo, tal fue la satisfacción, de ver la cara de alivio y alegría en mis amigos Mario e Inés (Inés del alma mía). 

Menos mal que la gente no sabe que sigo teniendo muchos miedos, miedos a la incertidumbre de lo que me deparará la vida en los años venideros, aunque, luego, cuando llegan los peligros, de nuevo vuelvo a olvidarme del miedo, como si el simple hecho de que la gente te tenga por valiente, te haga creértelo de tal forma, que de verdad lo seas. De la misma manera, que si la gente te llama cobarde, realmente te acabe convirtiendo en un cobarde.

jueves, 29 de agosto de 2013

SORTEANDO OBSTÁCULOS.

Están discutiendo como nunca en la vida. 

Por un chico.

El, ni sabe lo que pasa, ignora que despierta esos sentimientos.

La amistad de las chicas se tambalea, se resquebraja.

El, no siente nada de eso por ninguna de las dos.

La situación es absurda, destructiva, dañina y dolorosa.

La amistad de el con ellas también está en peligro.

Pero, el destino acude en su ayuda.

De la forma más cruel.

Solo una de ellas tiene un accidente.

No muere, no es grave.

Pero el susto...

Quedan de manifiesto los verdaderos sentimientos. Porque de pronto ninguna de las dos piensa en el, porque el está en el marco de la puerta mirando como se abrazan y ni le ven, ni le oyen.

La perspectiva ha cambiado. Le siguen queriendo. Pero no se lo van a disputar. 

Es un susto muy oportuno. La situación se normaliza, y ninguna de las dos se da cuenta, de que va acompañado...

Solo cuando abandona el hospital, le ven desde la ventana, cogido de la mano...

Se miran, se rien, y, y, y,  ... por esta vez. Aceptan la derrota de buen humor, pero solo porque están juntas.


... También ellas se dan la mano, y la calidez de esa amistad se fortalece de nuevo hasta la próxima, o hasta siempre, nadie puede saberlo.

lunes, 15 de julio de 2013

... como haya infierno...

En este día me vi ciego de ira y destructivo, enfadado con el mundo entero, no aguantándome ni a mi mismo.
Cargado de rencor, de decepción, cansado de sinsentidos.

 Dispuesto a hacer daño, a devolver los golpes.

Hoy quería ser mezquino, despiadado, rencoroso, iracundo y fiero.

Con el cuchillo entre los dientes, dispuesto a dar una dura lección de tácticas, desde la distancia, como un misil de largo alcance, para hacer daño sin ser visto.

En el último momento dudo... no se si será la mejor estrategia... yo, que siempre me apunto al "... no hay mejor desprecio que no hacer aprecio...", pero a mi alrededor me incitan, y al corroborar la información se confirma la traición. 

De quien menos te lo esperas, como bien decía Napoleón "... la traición siempre llega de quien menos te lo esperas, de lo contrario, no sería traición, sino mera estupidez por nuestra parte..."

Pero... ¿quiero hacer daño?  el día de furia se empieza a desvanecer, una cosa es pensar y decir que vas a liarla parda, y otra es hacerlo.

Pero solo de pensar en el desagravio, en caliente, me hierve la sangre, en esos momentos sería capaz de cualquier barbaridad...

La experiencia de otra veces, me dice que el tiempo cura todas las heridas, y que hacer una locura ahora me traerá un futuro desgarrador.

Pero no me detengo, me han quitado todo, me han arruinado, me he quedado sin familia, solo, sin hogar, sin hijos y sin esposa, me repudia la familia y me han dejado solo los amigos. No tengo nada que perder.

Compruebo que la casa de ese miserable está vacía. coloco la garrafa de gasolina sobre la puerta y desde la valla disparo una bola de fuego.

La venganza es ineludible.

Me dispongo a alejarme cuando oigo gritos dentro.

¡oh, no! una cosa es quemar su casa y otra que mueran sus hijos.

No lo dudo, salto la valla, pues no hay nadie cerca que pueda ayudar a los pequeños, que tienen 8 y 10 años. La niñera sale corriendo una vez que ve imposible atravesar la cortina de fuego, se ve impotente, y sus gritos taladran mis oídos.

¡¿qué he hecho?! de la tumbona de la piscina recojo una toalla al vuelo y salto con ella a la piscina, una vez empapado todo, toalla y yo, cruzo a lo loco el fuego.

De momento no noto nada, pero una vez en el pasillo, la ropa mojada me ha protegido del fuego, pero no me protege de la densidad del humo mortal, busco desesperado a los niños,  cojo la toalla y envuelvo al pequeño, salgo corriendo con el y lo dejo en el cesped al cuidado de la niñera. Rápido y sin dudarlo, vuelvo a entrar, esta vez la ropa mojada ya no hace efecto, y noto como muerden las llamas mis piernas. 

Cuando encuentro al niño mayor, solo me queda la toalla húmeda, le envuelvo con ella y y le incito a salir, es muy valiente, sale como una bala,  todos mis sentidos se van nublando y tan solo el sentido del tacto está al 100 % mientras las llamas se ceban en mis brazos, oigo tenuemente la sirena de los bomberos, no será mucho el daño, pero yo ya no puedo más, dando trompicones y sin apenas respirar, a punto de desmayarme, intento salir, tropiezo cerca de la puerta, y la camisa se incendia a mi espalda, aun así, el instinto de supervivencia, me empuja fuera, caigo envuelto en llamas el dolor es insoportable, el momento se hace interminable, veo como los bomberos me ayudan y sofocan el fuego que me devora, apenas me quedan segundos de consciencia, en el último de esos segundos veo que los niños están a salvo e indemnes.

¡Maldita sea la venganza! muero pues no noto ya dolor, y me veo a mi mismo rodeado de bomberos desde lo alto.

¡Maldita sea la venganza! que arrastra a inocentes, que daña y no resuelve, esa bola de nieve que crece y crece, esa chispa de fuego que incendia bosques enteros y que mata y mata, y que genera odio y más odio.

Ha sido horrible, el fuego quemándome... como haya infierno... 

No veo una luz blanca, tan solo una oscuridad impenetrable, se ve que la luz blanca es solo para los inocentes... ya noto calor... como haya infierno...



martes, 9 de julio de 2013

REBUZNOS DE AMOR

Estaba sentado en el porche del refugio donde llevaba varios años viviendo. Aquella casa aposentada en la ladera de la montaña, aislada, mirador de la comarca, como un vigía que vigila y no convive.

Cuando vi la figura esbelta y grácil de Leti, inconfundible. Subía por el medio de los prados, ignorando el camino, desafiando al condenado burro, que campaba solo en ese prado, apartado de todo bicho viviente para que no hiciese daño a nadie. No respetaba a nadie. Excepto a Leti, a ella no le hacía nada, trotaba a su lado para llamar su atención como hipnotizado de la naturalidad con la que ella se aventuraba en sus dominios como si fuese la dueña.

Era un tanto extraño, que ese burro que embestía como un toro bravo, que mordía a todo lo que se le acercaba y que pateaba como un jugador de rugbi, trotase al lado de esa mujer como si fuese un perro faldero y felíz como un niño.

Ya el día que le puse nombre vaticiné su carácter, "stoikov".

Así que, si cruzaba por el prado, solo podía ser Leti, descalza por la hierba corta, con los zapatos en la mano, y su media melena danzando alrededor de ese cuello que un día había sido mío.

Dos años hacía que no la veía ni hablaba con ella, lo dejé yo aunque no lo creyese nadie, de la pereza que me daba espantar moscones de su lado. Si llego a saber que nunca más volvería a tener una mujer tan bonita, natural y agradable, no lo habría hecho, y habría trabajado gustosamente toda la vida de "espantamoscas"... y si llego a saber en ese momento, el dolor que me produjo el día que la ví con otro, que pareció que se me había roto todo por dentro, que me quitó las ganas de risa para una buena temporada... y si llego a saber que Leti se iba a enfadar tanto que estaría estos dos años sin verla ni hablar con ella... entonces si que no la habría apartado nunca de mi lado. No era consciente en ese momento de que era mucha más mujer de lo que yo merecía.

Por eso, cuando la descubrí subiendo descalza por el prado después de dos años sin verla, el corazón se me quería salir de su sitio, parecía que la montaña que estaba a mis espaldas no era suficiente para esconderme de mis propios nervios.

Tenía apenas veinte minutos hasta que llegase a mi lado, desde que vivía solo aquí, apartado del pueblo, no recibía visitas, y tenía todas mis cosas desparramadas en lo que yo llamo mi "orden desordenado", porque era la extraña manera de saber dónde estaba todo.

Pasaban los minutos y yo seguía embelesado mirándola, el vaivén de su melena su caminar elástico y elegante, su sonrisa, su cara risueña... ¡cómo había echado de menos esa imagen! decidí aprovechar la ocasión y saborear cada segundo que durase.

Al salir del prado, se despidió de "stoikov" que se quedó pegado a la portillera rebuznando sus lamentos, cual lobo que aulla a la luna llena.

Continuó descalza hasta llegar a mi lado, y, como si hubiese subido el día anterior, hizo lo que siempre había hecho. Tiró sus zapatos a mis pies y dijo "pa´tí".
No pude evitar reirme.

Se sentó a mi lado sin mirarme.
- Ya se porque me dejaste -dijo-.
- Claro, si te lo dije yo.
- No, tu me dijiste todas las mentiras y excusas típicas. Ahora se la verdad.
- Que no quería estar toda la vida espantando hombres de tu lado...
- No, esa es la mentira que te cuentas a tí mismo.

Y entonces me miró, y sus ojos verdes, se enfrentaron a mis verdes ojos, lo único con lo que podía competir, con los ojos, porque con las miradas me vencía siempre.

- ¿Entonces? ¿cual es, según tú, el motivo?

- Te subestimas, creías que te acabaría dejando porque no podrías darme lo que yo quería... Y lo que es peor, creías que tu enfermedad era terminal y no querías que yo pasase por eso, lo cual me ha demostrado lo mucho que me quieres...

- ¿Quién te lo ha contado?
- ¿Qué importa?  el caso es que has superado la enfermedad, y que solo confiaste en tus tíos viviendo aquí arriba solo con ellos, y ahora que ellos han ido a vivir con sus hijos, pensarás seguir aquí, claro, porque te encanta estar aquí...

- Necesitaba un trasplante, y las posibilidades eran pocas, incluso habiendo donante solo había un 15 % de posibilidades... pero lo conseguí... 

- He estado tan enfadada contigo, que no puedo evitar sentirme culpable.

- Es injusto que pienses eso, tenías motivos para estar enfadada.

Las lágrimas aparecían en sus ojos, pero no dejé que llegasen a salír de allí. Con las yemas de los dedos se las retuve en los mismos párpados, dejé caer las manos hasta su cuello y, finalmente, la abracé, y pedí perdón.

- Estoy feliz, Leti, por esta segunda oportunidad que me da la vida. No me arrepiento de no contártelo, porque no quería que pasases por ello. 

- ¿Y qué vas a hacer ahora?

- Aquí estoy bien, tengo de todo, mira, hoy tengo una visita especial, ha venido a verme la mujer más bonita de este mundo, le ha puesto contento a mi burro, y me ha ofrecido el espectáculo de subir descalza, por la hierba como si fuese el mismísimo ángel de la guarda, que subía para decirme que no vuelva a dejarle al margen... Por cierto, ¿sigues siendo la maestra de esos cafres?

- Sí -contestó agradeciendo el cambio de tercio-. No son tan cafres.

- Te invito a una cena romántica, ¿te quedas a cenar?

- ME QUEDO con mayúsculas, a mi no me dejas más, no pienso dejar que me engañes dos veces.

- ¿Aquí aislada? ¿solo conmigo, los perros y "stoikov"?
- Si hubiese peligro, "stoikov" me defendería.
- Yyyy... estooo... ¿te puedo besar ya?
- ¿Es que piensas pedírmelo cada vez?
- No creo.

Me dispuse a aprovechar cada momento, antes de que llegase la siguiente zancadilla de la vida, antes de que llegase el siguiente contratiempo. Por si acaso, pensaba disfrutar de cada segundo. 

Curiosamente, me emocionaba pensar que podría verla subir por el prado más a menudo, pues era, en esos momentos, todo lo que pedía al futuro: verla cada día.

A media noche salí a aullar a la luna, me salieron rebuznos, y a "stoikov" le entraron ganas de conversación, con lo cual, esa noche ya no durmió nadie más, ni allí ni en el pueblo.

Y mientras busco el final que se me ha ido por entre las orejas y la boina, se me viene esta canción.




lunes, 17 de junio de 2013

EL FUEGO Y EL BOSQUE


            Como los padres de Manuel son autónomos, y además hay crisis, pues tampoco hay vacaciones, ni posibilidad alguna de ir a la playa.

            Como no se puede ir a la playa, cada fin de semana que la climatología lo permite, Manuel se va con sus padres y su hermano a la montaña. Aprovechando que en León, nuestra provincia, hay un montón de rutas de senderismo, y que hay una gran oferta paisajística, a lo largo del curso han disfrutado de bonitas vistas.

            Durante el otoño, han paseado disfrutando de las nuevas tonalidades que tiene el bosque. Los árboles de hoja caduca, contrastan los colores de sus hojas entre amarillos y anaranjados, con las perennes hojas verdes de otros.

            Han buscado setas, y han recogido castañas y avellanas. Con mucha paciencia, vieron de lejos y con los prismáticos a los venados en plena lucha.

            Durante el invierno, han aprovechado para disfrutar en la nieve. ¡Cómo se han divertido!, han hecho muñecos con la zanahoria como nariz y dos pedazos de carbón como ojos, idénticos a los que ya hacían sus abuelos. Se han lanzado bolas de nieve. Han corrido por la nieve todavía sin pisar de primera hora de la mañana. ¡Plaf! ¡Plaf! Suenan sus pisadas sobre la capa de nieve.

            Con las manos heladas, han asado castañas como en el magosto, y con ellas se calientan, ¡Qué bien huelen!, a veces las acompañan con chocolate y churros.
            Pero lo más bonito es la primavera.

            Durante la primavera, nuestros bosques despiertan de su letargo invernal, se llenan de exuberantes colores y de sonidos. Los pájaros cantan por doquier, los animales están en plena ebullición. Todos están excitados, desde las abejas en su busca del néctar de las nuevas flores, hasta los zorros y lobos, que buscan un buen lugar que les sirva para criar a las futuras crías que vienen en camino.

            Los pájaros se oyen por todo el bosque. Si guardamos silencio, y no perturbamos la paz del bosque, se puede escuchar el sonido del bosque.
            El agua cantarina descendiendo por los riachuelos, arrojándose sobre las peñas que encuentran en su camino, el movimiento de las hojas con la brisa de la tarde, el canto de los pájaros, único en primavera cuando están en pleno cortejo…

            Manuel tiene 12 años, y su hermano 14. Han aprendido a disfrutar en sus paseos por el bosque. Han observado cómo las abejas en su afán de recolectar néctar, van polinizando las flores. También cómo en un triste árbol muerto, ya seco, y partido por la mitad, la vida no se detiene, y desde las larvas que comen la madera del interior, pasando por los picapinos o pájaros carpinteros que picotean estos árboles para comerse esas larvas xilófagas (que comen madera), e incluso para anidar en su interior, donde también habitan otros animales, como lirones, ardillas, jinetas y ratones, hasta por fin llegar al búho real que anida en el tocón superior por donde se partió el tronco en su día, no están muy seguros, puede que sea un cárabo, una lechuza o cualquier otra ave nocturna.

            Durante la primavera, han disfrutado enormemente del bosque.

            Con la llegada del verano, han visto todo tipo de crías de animales, el bosque se ha ido renovando, y es un placer pasear por entre los árboles, es una grata sensación la frescura de la sombra.

            Durante la tarde, en las horas de más calor se bañan en el río, y cuando salen del agua, se tumban boca abajo sobre las peñas que sobresalen en medio de la corriente para intentar observar algún pez, una trucha o un barbo.

            Una tarde, caminaban los dos hermanos con sus padres cuando han detectado un ligero olor a humo. Ante el peligro que supone un fuego en medio del bosque, su padre decide regresar al pueblo más cercano. Durante su regreso, divisan las llamas muy cerca del pueblo, parece que han comenzado en un camino poco transitado donde la hierba seca lo cubre de lado a lado.

            Manuel teme por el bosque, durante  este último año ha aprendido a amarlo. Cuando llegan al pueblo, y se ven a salvo, su atención se centra en las llamas, que devoran todo a su paso. Los animales huyen por todos lados, todos juntos, depredadores con herbívoros, aves con roedores, todos van juntos sin preocuparse de qué animal corre a su lado. Todos temen al fuego.

            Los padres de Manuel se unen a los vecinos para apagar el fuego. Mientras los bomberos luchan por controlar las llamas más peligrosas, y el helicóptero va y viene desde el pantano, los vecinos han hecho una cadena humana para transportar calderos de agua, Manuel está el segundo al pie del pozo, está cada vez más cansado por el trasiego de calderos, le duelen los brazos, pero su hermano, que se está encargando de llenar dichos calderos, no desfallece, y eso le anima a seguir.

            Al final, el incendio no ha sido muy grave, y es controlado, se ha quemado un trozo de bosque, en el que se ve algún animal que no pudo salir a tiempo, los árboles están ennegrecidos y destrozados. Los bomberos piensan que el fuego se ha iniciado en el camino de hierba seca, bien por una botella que ha hecho de lupa, o bien por una chispa producida con el roce de los bajos de algún coche contra una peña. También pudo ser una colilla…

            Manuel se queda muy impresionado.

            Durante los primeros días de curso, el profesor pregunta la diferencia entre los animales y las personas.

-        - En que las personas somos animales racionales –contesta María a la vez que levanta el brazo, como siempre impaciente por responder-.

Pero el profesor, ha visto con el rabillo del ojo, como Manuel, que nunca levanta el brazo, hizo el amago de contestar, e intimidado por la seguridad y rapidez de la respuesta de María, baja el brazo de nuevo. El profesor se acerca y pregunta a Manuel:
-         ¿Qué opinas tú? Manuel. ¿En qué se diferencian los animales de las personas?

-        - Pueees, en que los animales no pueden provocar incendios, pero tampoco pueden apagarlos, y las personas si podemos.

-       -  Casi no te he oído Manuel, dilo más alto, que te oigan todos.

-         -¡Qué las personas si podemos provocar incendios, pero también podemos controlarlos!

-        - Y también podemos prevenirlos –interviene de nuevo María-.

-         Muy bien chicos – continúa el profesor- entonces ¿qué  tal si hoy nos dedicamos a pensar en las cosas que podríamos hacer para evitar el fuego en nuestros bosques? Porque son los grandes bosques del planeta los que producen oxígeno para todos al realizar la fotosíntesis que hemos estudiado.

Mientras sus compañeros van enumerando maneras de prevenir los incendios, Manuel, se siente muy orgulloso de haber participado aquel día en la extinción del incendio.

FIN

miércoles, 5 de junio de 2013

JAVI & MIRTHA # MIRTHA & JAVI

Lo mismo me da.

De tarde en tarde, hay una boda "interurbana", jajaja. 
Sí, de esas que no sale del casco urbano (casi ni de la misma calle), de esas, que se va fraguando de acera a acera.

Bodas que surgen en el rascadero, o de camino a Valdabasta, o sentados en el mismo coche de camino a una fiesta, o en una parrillada con el resto del "rebaño".

Ese rebañoooo... ese rebaño es el orgullo del pueblo. Da lo mismo que haya 8 que 80, siempre juntos, no hay grupos, ni fisuras, siempre andan juntos, son esa generación diez años (o más, aunque tire piedras contra mi tejado) más joven que yo, que no se separan para nada. 

De ahí, que era inevitable que terminase surgiendo una pareja como esta. Que abandera una generación sana (botellones aparte), unida... pero sobre todos los adjetivos, destaca que es una generación alegre. 

No es que en mi generación no fuésemos así, pero esta es diferente, es más numerosa, ocupa mayor diferencia de edad, y absorve a todo lo nuevo que se presente en el pueblo.

Para los que ya teníamos una edad, cuando nació esta generación, y hemos visto como han crecido, como han evolucionado, etc. Nos resulta muy difícil no sentir un cariño especial por todos ellos.

Reconozco, que esta pareja surgió de manera impredecible para mí, pues no recordaba haber visto "indicios" (jaajaja, creo que es la primera vez que pongo jajajás en una entrada).
Pero eso es lo bonito de estas cosas.

Recuerdos de ellos de niños, tenemos todos, desde diferentes perspectivas, eso sí. 

Javi siempre calle arriba, calle abajo, sin parar. Mirtha, siempre juguetona y bromista, siempre "picando", pues no perdía ocasión de picarme siempre que me pillaba desprevenido en el bar de Tere.

Si quiero significar esta boda que viene el sábado, es porque para mí, es una celebración de la amistad, de la culminación de un grupo sano y extrovertido, que hace sonreir a todos con sus cosas y por el que siempre tendré esta debilidad especial.

Por supuesto, no me olvido, que no es la única pareja surgida en el pueblo, y permanezco a la espera, con el ordenador abierto, para cuando "los otros" se casen. (ellos ya saben quién son)-

Así que, chicos, si lo pasastéis genial en la boda de Sandra, si volcastéis la noche en la boda de Román, ya podéis entrenar esta semana para esta.

No me quiero enrrollar más, pues se me vienen a la cabeza muchas más cosas.

No me olvido de otras bodas entre gente del mismo pueblo, empezando por la de mis padres, la de mi hermana, y algunas más.

Como ya no tengo el autobús, ya no puedo repetir como en la boda de Sandra o en la boda de Román, así que os felicito desde este rincón que es este humilde blog, pero que para mí es mi posesión más preciada.

Disculpas por el impás en el blog para los que me leen habitualmente y no saben de que va la cosa.

Disculpas también al "grupo gente de Vega de los Árboles", porque voy a colgar esta entrada ahí. (siempre, como otras veces, de forma temporal y sin ánimo de publicitar mi blog, pues como ya he dicho, este blog tiene la función de tranquilizar mi mente, y cumple sobradamente)

¡FELICIDADES A LOS DOS! 
JAVI & MIRTHA
MIRTHA & JAVI

P.D.: y voy a volcar la era.

lunes, 27 de mayo de 2013

LIBRO VIAJERO.

Se me ha ocurrido, poner en marcha un experimento, voy a intentar seguir el "camino" de un libro viajero, puede que de más de uno, porque me apetece saber (si sale bien), si la gente es lo suficientemente generosa como para dejar ir un libro que ya ha leído, y que además, es "un libro viajero".
Como siempre le llegan a uno libros que, o bien ya tiene, o bien ya ha leído, esta  vez, en vez de cambiarlo por otro, y dado que tengo varios en espera. Voy a coger los repes y los voy a dejar volar por ahí.

No voy a decir el título.
Voy a escribir en la primera hoja, que me gustaría ser informado de por dónde anda el viajero...

No quiero imponer condiciones, aunque si me gustaría que siguiese viajando, y que no se estancase en un propietario.

En cualquier momento, dejaré un comentario de en qué lugar voy a dejar el primero, porque tengo dos títulos repetidos (y no me había dado cuenta) puede que alguno más.

Así que, si quieres una pista del lugar, habrá que estar atento a los comentarios. Y puede que, en caso de llegar tarde, sepas si alguien ha dejado algún mensaje.

*Tengo que añadir una cosa. Para el caso de que se intente dejar un mensaje, cuando dice "comentar como", se puede utilizar anónimo, y luego ya, en el comentario decir lo que se quiera. Añado esto, porque me ha dicho alguna persona, que intenta comentar y no puede.

lunes, 13 de mayo de 2013

MI ABUELA SE HA MUERTO UN POCO.

Mi abuela se ha muerto un poco.

Porque cuando se vive hasta los 91, ya no te puedes morir del todo. Del todo se muere uno cuando falta mucho por vivir. Pero Rosario, ya nos dejó todo lo que nos podía dejar, con esa edad, ya nos ha dado todos los recuerdos, todos los momentos, y todas las cosas que una niña, una hermana, una esposa, una madre, y... una abuela puede dar. No quedó nada en el tintero, ha sido una vida plena, tan solo ha estado viuda en los últimos años, en los que ha llevado una vida más sedentaria, en parte por la viudedad, y en parte, porque    han ido desapareciendo casi todas las compañeras de la brisca que jugaban en casa de Joaquina o en casa de Donina.

No se podía morir del todo, porque nos dejó todo lo que se puede dejar.

A veces es difícil seleccionar en la mente los mejores recuerdos, por eso, hay que recurrir al subconsciente. Y mi subconsciente, se ha remontado muy atrás en el tiempo. A los veranos en los que llenaba el pilón por la mañana para que el agua estuviese tibia por la tarde y bañarnos en el todos los nietos. A los cerezales que había a su ventana, donde pasábamos las horas y al huerto por el que corríamos.

Pero yo, lo que más rememoro, son aquellos días en los que hacía roscas y magdalenas, porque mi abuela cocinaba bien, pero esas cosas las hacía irrepetibles. No paro de recordar estos días, cuando yo era un renacuajo, y mi abuela hacía pastas y roscas en el horno de adobe que había en casa de Rolindes y Regino, ese olor que despedían las pastas recién hechas, es el mejor perfume que he olido en mi vida. Mientras ellas horneaban, yo no me separaba de allí. 

Bromeando, yo siempre he pensado en ellos como las cuatro erres. Mis abuelos, Ricardo y Rosario, y sus amigos, Regino y Rolindes... y ahora, después de muchos años se han reunido los cuatro. No se si lo de las erres es casualidad, pero cuatro de los ocho nietos compartimos dicha inicial. 

Cuando estaba en la mili, nada más entrar en la batería, ya me estaban todos los compañeros preguntando ¿traes magdalenas de las de tu abuela?. Poco se podía imaginar mi abuela el éxito de sus magdalenas, antes de amanecer el lunes, abría la bolsa que me había preparado para toda la semana, los asturianos que me acompañaban sacaban el pan, el chorizo y la sidra, y para Diana, ya no había nada.

Grabado se me queda, porque desconocía el detalle, que mi abuela cantaba. Un día trabajando en su pueblo, su hermana me dijo "¡cómo eché yo de menos a Sari cuando se casó! ¡ella, que siempre estaba cantando, en casa y en el lavadero!

Son recuerdos sueltos, no se porque esos y no otros.
De nuevo, me quedan rincones vacíos, ahora además, se añaden miradas perdidas, y ya ni te cuento adjetivos, porque no siendo ella... ¿quién me va a decir a mi que estoy guapo?, que es lo último que la entendí con claridad.

En fin, lo último que me dijo fue un "bueno" que casi no se oía, y lo último que hice la última vez fue besarla, y eso, viniendo de mí que no beso ni a tiros, yo creo que la gustó... a pesar de que supo que era una despedida.

Aquí queda un patrimonio desperdigado de nietos y biznietos.

Yo probé sus torrijas, sus roscas, sus pastas y sus magdalenas. Ahora ya sabéis por qué soy tan goloso. Porque las hacía muy bien.

Ya solo me queda borrar la imagen de su aspecto final, porque los últimos días la dejaron irreconocible, y guardar para siempre los momentos donde su cara se mostró orgullosa de nosotros.

Mi abuela Rosario, Sari para los de Villaverde.

viernes, 3 de mayo de 2013

KANELITA Y EL SAPO.


*En su día dediqué esta entrada a Cesia (Kanelita), me ha emocionado saber que fue premonitoria, y que ha encontrado pareja. Aunque nunca he estado en Venezuela, intenté situar el relato allí.

En el muelle de San blas… Maná… sola se quedó, esperando.

A él también le encanta esa canción, pero sus senderos transitan por la otra parte de la ciudad.

Ella anhela encontrar ese príncipe, da igual si no es perfecto… da igual… con solo que me quiera, piensa, da igual… pero… ¡qué aparezca pronto!
El que espera… desespera.

Tan solo está, que sus ideas son sus únicas compañeras, que su soledad le oprime el pecho, que sus decepciones le atormentan, que sus errores le aplastan. ¡Qué triste estás, Mario! se dice a sí mismo.

Tan sola está, que entre la multitud, camina sin ver a nadie, que sus hijos le reclaman atención, y su mente viaja a un mundo fantástico donde comparte su maternidad y su amor con un hombre compatible con la gradeza de su amor… Se desborda ese amor, se sale de su cauce… Kanelita, no lo des más vueltas, se dice a si misma.

Mario, camina por la playa cada amanecer, ensimismado en el sol naciente, en la brisa embriagadora y perfumada del nuevo día. ¿Qué me deparará este día? piensa. Ya no me espero nada, ya he agotado todas mis oportunidades de amar, cada vez se me hace más difícil comenzar de nuevo.
Y Mario no sabe por qué, pero no se ve capaz de comenzar de nuevo, no insiste, no busca contacto con ninguna mujer. A pesar de su vida vacía, no se ve con ánimo de buscar compañía femenina, rehuye los bailes, se esconde de la vida, abrumado por los continuos fracasos amorosos.

Kanelita, no descansa, sus hijos, todavía son pequeños, requieren dedicación, tiempo, cariño, atención… pero en sus días sin descanso donde las horas no son suficientes… Ella posee un tremendo vacío. No ocupa espacio en su casa, no quita tiempo a sus quehaceres… pero… ¡es tan grande!
Y la noche… la noche… es eterna. Falta algo, pero lo que se encuentra en su vida cotidiana, no es lo que busca. Haciendo un esfuerzo, intenta algo con ese chico guapo, o con ese hombre tan afable, pero no es lo mismo, no hay flechazo, ¡pasión! ¡amor desenfrenado! eso es lo que busca, ese hombre que solo con ver su rostro, y oir su risa, haga que el corazón de Kanelita salte como un sapo…

Un sapo… así se siente Mario, torpes saltos, amores fallidos, tristeza constante, ánimo destruido indefinidamente.

Kanelita, pasea por la playa al atardecer, a veces con sus hijos, a veces sola, a veces con un posible amor… pero hasta ahora, siempre se siente sola, esté quien esté a su lado… su corazón no salta.

Mario trabaja maquinalmente, y luego vuelve a su casa, lee sin entender lo que lee, porque su mente está eternamente enfrascada en por qués que no tienen respuesta.
¿Por qué no me quieren?
¿Por qué me equivoco con cada mujer?
¿Por qué la última me puso los cuernos?
¿Por qué siempre fracaso?
Pero si no soy tan feo.

Kanelita, trabaja fuera, luego en casa, luego no duerme. Porque la soledad no viene sola, viene con angustia, con insomnio, con tristeza, con amargura.
Sueña con su príncipe azul, o verde, ahora ya no importa el color, ¡qué más dá! solo quiere querer.
Piensa:
El padre de mis hijos… nada, el corazón no salta… ese tren ya pasó.
El último amor… me engañó, sigue con ella… el corazón no salta.
Ese chico estupendo que me han presentado, podría… se lleva la mano al pecho… el corazón, sigue a su ritmo. No salta.
El hombre misterioso que me saca siempre a bailar, me rio mucho, me lo paso bien, pero… en cuanto se detiene la música, el corazón… vuelve a su letargo.

Hoy es sábado, Mario ha salido a pasear como siempre al amanecer por la playa.

Hoy es sábado, los niños duermen, Kanelita no puede, les deja al cuidado de alguien y se va a espantar su insomnio y su anhelo por las calles de la ciudad.
Kanelita va sin rumbo, sin darse cuenta, llega a la playa. No se ve nada más que una persona a lo lejos… se aleja…
Se descalza y va caminando por la arena húmeda, siente una paz inmensa, pero la belleza del sol sobre las olas en esa hora temprana, hace aflorar las lágrimas a sus ojos, y se enfada consigo misma. Es fuerte, aparta de su mente ese momento de debilidad. Para olvidarlo, saca el libro de bolsillo que siempre lleva a mano, y sigue paseando enfrascada en la lectura.

Mario, ha llegado al final de la playa, da la vuelta en un acto reflejo sin apartar la mirada de las lineas del libro que va leyendo. Le encanta ese libro, esos poemas de amor, siente nostalgia de los tiempos en que amó, pero ya nada le conmueve, cuando ve una mujer solo ve una máquina de hacerle sufrir, y su cuerpo reacciona evitando el contacto, como los perros de Pavlov, su inconsciente toma el mando.

¡Qué bien escribe este autor! Kanelita tiene los sentimientos a flor de piel, está emocionada por los versos plasmados en el papel. ¡Mil veces ha leido cada verso! y aun así, no puede dejar de conmoverse.

Los dos van enfrascados en su lectura. ¡Tan ensimismados! que el choque es inevitable, los libros caen a la arena, los marcapáginas, quedan a su lado.
Las disculpas de ambos se atropellan, parecen dos tartamudos intentando recitar.
Lo siento…lo siento… lo siento… losientolosientolosiento…
Cuando van a recoger sus libros, no saben cual coger, son el mismo libro, la misma edición de bolsillo, las mismas páginas marcadas, los marcapáginas, se quedan olvidados en la arena, testigos de un accidente.

Mario se siente más sapo que nunca, no reacciona a tiempo de escapar de la mirada de Kanelita… Una vez los ojos de uno contactan con los ojos del otro, no pueden apartar la mirada.

En las púpilas del otro, cada uno, no solo ve su propio reflejo, sino el estado de ánimo del que está enfrente.
Ven el uno en el otro la soledad y la tristeza.
La situación hubiese sido cómica, pero la lectura que les condenó al choque, mantiene los sentimientos durante unos segundos mágicos.
Los dos siguen su camino alejándose uno del otro… a los dos pasos… los dos vuelven la mirada.
Kanelita da la vuelta “se valiente” “se valiente” , se dice.
Y acompaña a Mario comentando su lectura y la casualidad que ha sido que entre millones de libros, estuvieran leyendo el mismo, y que entre millares de habitantes, fueran ellos los que estaban en esa playa, y que entre centenares de metros, siguiesen el mismo camino…
El mismo camino…
Se despidieron sin decirse su nombre. Cada uno por su lado.
Cada uno pensando en el otro.

Mario entró en casa. Al pasar por delante del espejo del recibidor, al verse, se llevó una grata sorpresa, ¡sonreía!
Luego, al darse cuenta de su torpeza, sintió como se hundía su alegría en el pozo de la angustia. Se había olvidado de preguntar el nombre de la mujer, no sabía nada de ella, ¿cómo la encontraría?

Kanelita llegó a casa, sus hijos estaban despertando, se puso a preparar el desayuno, pero… ¡cómo me tiemblan las manos! ¡no puedo pararlas! La taza cayó al suelo, su hijo mayor, viendo a su madre afligida, tendió sus brazos y se abrazó a ella.
-¡Mamá! ¡cómo te late el corazón! parece que se te va a salir… ¡Mira!. Hermanito, el corazón de mamá está saltando…

Otra vez sábado, la semana se ha hecho eterna, para Mario… y para Kanelita.
Ninguno ha dormido, vueltas y vueltas, nervios y más nervios. No corren las horas.
Impacientes, se levantan antes de tiempo. Caminan hacia la playa en medio de la oscuridad, no hay tiempo de esperar por el sol.
Antes de llegar a la playa, ya se ven por el paseo a la luz de las farolas. Se reconocen a lo lejos. Corren uno hacia otro. Cuando se encuentran, casi chocan de nuevo. Esta vez, si se rien, se rien sin parar, vienen sofocados por la carrera, casi no pueden hablar. Se cogen de las manos y se miran.
-Mario, me llamo Mario.
-Kanelita.
Solo se soltaron una mano, siguieron caminando hacia la playa cogidos de la otra.
Todavía sangraba el flechazo de Cúpido del sábado anterior…
POM POM POM POM POM POM.
Dos corazones desbocados, hacía ya un buen rato de la carrera y seguían agitados.
No hizo falta mucho para besarse, para conocerse, para la ternura, para la compasión del uno por el otro, de ponerse al día, de decirse todo…
El primer beso, coincidió con el primer rayo de sol, que al aparecer iluminó la cara de Mario… ¿Qué ven mis ojos? he encontrado un príncipe.
Mario veía a Kanelita con nuevos ojos, con una sensación inédita de cariño. AMOR…
…AMOR y AMOR.
Mario miró hacia la playa al irse. Allí, donde se habían besado… allí estaba, se veía todavía un poco, ya las olas se llevaban… lo que quedaba de su piel de sapo…

AQUÍ LO TIENES.