Como los
padres de Manuel son autónomos, y además hay crisis, pues tampoco hay
vacaciones, ni posibilidad alguna de ir a la playa.
Como no se
puede ir a la playa, cada fin de semana que la climatología lo permite, Manuel
se va con sus padres y su hermano a la montaña. Aprovechando que en León,
nuestra provincia, hay un montón de rutas de senderismo, y que hay una gran
oferta paisajística, a lo largo del curso han disfrutado de bonitas vistas.
Durante el
otoño, han paseado disfrutando de las nuevas tonalidades que tiene el bosque.
Los árboles de hoja caduca, contrastan los colores de sus hojas entre amarillos
y anaranjados, con las perennes hojas verdes de otros.
Han buscado
setas, y han recogido castañas y avellanas. Con mucha paciencia, vieron de
lejos y con los prismáticos a los venados en plena lucha.
Durante el
invierno, han aprovechado para disfrutar en la nieve. ¡Cómo se han divertido!,
han hecho muñecos con la zanahoria como nariz y dos pedazos de carbón como
ojos, idénticos a los que ya hacían sus abuelos. Se han lanzado bolas de nieve.
Han corrido por la nieve todavía sin pisar de primera hora de la mañana. ¡Plaf!
¡Plaf! Suenan sus pisadas sobre la capa de nieve.
Con las
manos heladas, han asado castañas como en el magosto, y con ellas se calientan,
¡Qué bien huelen!, a veces las acompañan con chocolate y churros.
Pero lo más
bonito es la primavera.
Durante la
primavera, nuestros bosques despiertan de su letargo invernal, se llenan de exuberantes
colores y de sonidos. Los pájaros cantan por doquier, los animales están en
plena ebullición. Todos están excitados, desde las abejas en su busca del
néctar de las nuevas flores, hasta los zorros y lobos, que buscan un buen lugar
que les sirva para criar a las futuras crías que vienen en camino.
Los pájaros
se oyen por todo el bosque. Si guardamos silencio, y no perturbamos la paz del
bosque, se puede escuchar el sonido del bosque.
El agua
cantarina descendiendo por los riachuelos, arrojándose sobre las peñas que
encuentran en su camino, el movimiento de las hojas con la brisa de la tarde,
el canto de los pájaros, único en primavera cuando están en pleno cortejo…
Manuel tiene
12 años, y su hermano 14. Han aprendido a disfrutar en sus paseos por el
bosque. Han observado cómo las abejas en su afán de recolectar néctar, van polinizando
las flores. También cómo en un triste árbol muerto, ya seco, y partido por la
mitad, la vida no se detiene, y desde las larvas que comen la madera del interior,
pasando por los picapinos o pájaros carpinteros que picotean estos árboles para
comerse esas larvas xilófagas (que comen madera), e incluso para anidar en su
interior, donde también habitan otros animales, como lirones, ardillas, jinetas
y ratones, hasta por fin llegar al búho real que anida en el tocón superior por
donde se partió el tronco en su día, no están muy seguros, puede que sea un
cárabo, una lechuza o cualquier otra ave nocturna.
Durante la
primavera, han disfrutado enormemente del bosque.
Con la
llegada del verano, han visto todo tipo de crías de animales, el bosque se ha
ido renovando, y es un placer pasear por entre los árboles, es una grata
sensación la frescura de la sombra.
Durante la
tarde, en las horas de más calor se bañan en el río, y cuando salen del agua,
se tumban boca abajo sobre las peñas que sobresalen en medio de la corriente
para intentar observar algún pez, una trucha o un barbo.
Una tarde,
caminaban los dos hermanos con sus padres cuando han detectado un ligero olor a
humo. Ante el peligro que supone un fuego en medio del bosque, su padre decide
regresar al pueblo más cercano. Durante su regreso, divisan las llamas muy
cerca del pueblo, parece que han comenzado en un camino poco transitado donde
la hierba seca lo cubre de lado a lado.
Manuel teme
por el bosque, durante este último año
ha aprendido a amarlo. Cuando llegan al pueblo, y se ven a salvo, su atención
se centra en las llamas, que devoran todo a su paso. Los animales huyen por
todos lados, todos juntos, depredadores con herbívoros, aves con roedores,
todos van juntos sin preocuparse de qué animal corre a su lado. Todos temen al
fuego.
Los padres
de Manuel se unen a los vecinos para apagar el fuego. Mientras los bomberos
luchan por controlar las llamas más peligrosas, y el helicóptero va y viene
desde el pantano, los vecinos han hecho una cadena humana para transportar
calderos de agua, Manuel está el segundo al pie del pozo, está cada vez más
cansado por el trasiego de calderos, le duelen los brazos, pero su hermano, que
se está encargando de llenar dichos calderos, no desfallece, y eso le anima a
seguir.
Al final, el
incendio no ha sido muy grave, y es controlado, se ha quemado un trozo de
bosque, en el que se ve algún animal que no pudo salir a tiempo, los árboles
están ennegrecidos y destrozados. Los bomberos piensan que el fuego se ha
iniciado en el camino de hierba seca, bien por una botella que ha hecho de
lupa, o bien por una chispa producida con el roce de los bajos de algún coche
contra una peña. También pudo ser una colilla…
Manuel se
queda muy impresionado.
Durante los
primeros días de curso, el profesor pregunta la diferencia entre los animales y
las personas.
- - En
que las personas somos animales racionales –contesta María a la vez que levanta
el brazo, como siempre impaciente por responder-.
Pero el profesor, ha visto con el
rabillo del ojo, como Manuel, que nunca levanta el brazo, hizo el amago de
contestar, e intimidado por la seguridad y rapidez de la respuesta de María,
baja el brazo de nuevo. El profesor se acerca y pregunta a Manuel:
-
¿Qué
opinas tú? Manuel. ¿En qué se diferencian los animales de las personas?
- - Pueees,
en que los animales no pueden provocar incendios, pero tampoco pueden apagarlos,
y las personas si podemos.
- - Casi
no te he oído Manuel, dilo más alto, que te oigan todos.
- -¡Qué
las personas si podemos provocar incendios, pero también podemos controlarlos!
- - Y
también podemos prevenirlos –interviene de nuevo María-.
-
Muy
bien chicos – continúa el profesor- entonces ¿qué tal si hoy nos dedicamos a pensar en las cosas
que podríamos hacer para evitar el fuego en nuestros bosques? Porque son los
grandes bosques del planeta los que producen oxígeno para todos al realizar la
fotosíntesis que hemos estudiado.
Mientras sus compañeros van enumerando maneras de prevenir
los incendios, Manuel, se siente muy orgulloso de haber participado aquel día
en la extinción del incendio.
FIN