Que te pasen el relevo de esta historia, ya es una faena, pero si te toca el final... la faena se convierte en una canallada ( por no decir una putada ).
VINIVIDIVINVI, ideó este "juego" tan divertido, el cual ha ido pasando por varias personas diferentes, aportando cada una su talento. A mi me lo ha pasado Blanche Dubois, lo he aceptado aun a riesgo de defraudar a la persona que me pasa el testigo, pero no he podido resistirme...
1. La agorafobia de Lucía había hecho que llevase años confinada en lo que ella llamaba su búnker. Vivía de noche y dormía de día. Era una de esas mujeres por las que el tiempo pasa cruel y devastadoramente. Una aureola púrpura rodeaba sus ojos tristes, sin brillo, que se encajaban en un rostro descolorido y marchito. Tenía una nariz perfilada que sostenía unas anticuadas gafas.
Sus labios agrietados pedían a gritos menos nicotina, el pelo cano y desaliñado le llegaba casi a la cintura y la extrema delgadez de su cuerpo no podía casi sostenerla en pie.
Su partida de nacimiento confirmaba que tenía 35, pero los años de aislamiento elegido, la dejadez y el descuido habían hecho que pareciese una anciana.
Como una noche más, Lucía abrió su portátil, para asomarse por esa pequeña ventana y contemplar, indagar, husmear por entre las callejuelas de esa gran ciudad virtual que le tenía completamente fascinada. Mientras se desplegaba automáticamente la persiana azul de Microsoft, preparaba, como otras tantas veces, sus cigarrillos, el viejo cenicero sucio, y su té. El turquesa del mar de una playa desconocida le daban la bienvenida.
Y a partir de ahí, su conexión con el mundo.
-¡Clic!-
( Autora: BEA )
Leer más...
De no ser por el cuerpo inerte de Elisa, oculto ahora dentro de un saco negro que Lucía no acertaba a imaginar de dónde podría haber salido, nada hubiera hecho presagiar que allí se había cometido un asesinato. Olga se afanaba en meter dentro de una de las bolsas de supermercado que Elisa había traído los paños con que habían limpiado la sangre. Lucía la observaba asombrada, preguntándose qué hacía su hija allí, quién había matado a Elisa y, asustada aún por su presencia, quién demonios era el hombre al que Olga había abierto la puerta y que les había ayudado a colocar el cadáver dentro del saco.
-¡Vamos!
La voz de Olga sonó urgente y demasiado imperativa para lo que debería corresponder a una hija dirigiéndose a su madre. Lucía obedeció como un autómata y la siguió. El hombre cargaba con el cuerpo de Elisa. Lo vio desaparecer tras la puerta del apartamento, seguido de su hija. Ella… vaciló. "Salir? ¿Ahí fuera? ¡Oh, Dios mío!
-¡Madre! –se escuchó la voz de Olga desde el descansillo.
Lucía reaccionó y salió. Se había avivado en ella el instinto materno que antes la embargara. Escuchó el ruido sordo que hizo la puerta al cerrarse tras ella y sintió como si, con aquel mínimo acto, todos sus miedos hubieran quedado encerrados dentro de la horrible cárcel en que se había convertido su apartamento.
El ascensor los llevó hasta el sótano. En el garaje, un coche aguardaba con el motor en marcha. Olga abrió la puerta y la invitó a entrar. Lucía no dudó. Mientras se acomodaba en el asiento trasero, oyó un doloroso golpe que retumbó en el portaequipajes. El hombre desconocido había colocado allí el cuerpo de Elisa sin demasiados miramientos.
-Toma- le dijo Olga mientras le tendía un vaso con té que había servido de un termo-. Te sentará bien.
Lucía bebió y sintió que un ingobernable sopor la invadía. El coche tomó la desviación hacia la autopista y se introdujo entre el denso tráfico.
-¿Se ha dormido ya? –preguntó el hombre desconocido.
-Sí –contestó Olga-. Ya está dormida. (Cid)
19. “Hazlo” dijo.
Desde la primera vez adivinó en él algo extraño. Algo que traslucían sus palabras y sus gestos y que la pasión inicial le impedía materializar en su razón hasta que, demasiado tarde, se convirtió en un escalofrío que le recorría la espina dorsal hasta paralizarla.
Trató de escapar una vez, pero él la encontró. Ellos tenían ojos por todas partes, vigilando, y la llevaron a aquel lugar cuando supieron que estaba embarazada. Atrapada.
“Tenía que ser una niña” le dijo “ni éso eres capaz de hacer bien, zorra”
Esperaban un niño. El nuevo mesías. El heredero. Ahora la niña tendría que ser sacrificada. Devorada en un ritual macabro… No pudo soportarlo. ¿Cómo habría podido? Sólo aquellos monstruos eran capaces de semejante salvajada.
Huyó. El bebé fuertemente aferrado contra su pecho. Pero la encontrarían. Sabía que lo harían.
El día que abandonó a su hija perdió el alma. La culpabilidad la abrumaba pero estar lejos de ella era la mejor forma de salvarla.
“Hazlo, hija” dijo “mátame”. (Blanche Dubois)
20.- Y en ese instante, con los ojos puestos en los de su hija, Lucía repasaba todo lo sucedido, dieciocho años...
2. Cansada de navegar entre mentirosos, tarados, onanistas y obsesos, acostumbraba a desconfiar de los mensajes que recibía a través de Internet. Ella no era una Princesa Azul, con su miserable aspecto no podía aspirar ni a cadáver de princesa, por eso descartaba totalmente ser rescatada de su prisión, alguna vez, por un hombre cariñoso, leal y sincero. Algo le decía que ese prototipo ya no abundaba en el mundo exterior. Aquella noche, que prometía ser como una más, una de aquellas que terminaría en un alba de lloros mientras nacía una nueva jornada para la desesperanza, un inesperado recuadro se abrió en la esquina inferior derecha de su pantalla: era un mensaje de chat con un mensaje desconcertante: "QUERRÍA RESUCITAR TU SONRISA". Al principio Lucía tuvo la tentación de mandar a la mierda al desconocido bromista, pero se contuvo y en su lugar decidió... (Autor: RUBO )
3. Decidió contestar. Un simple "cómo podrías" fue suficiente. Había tardado un poco en introducir la frase y ahora, mientras aguardaba, se arrepentía de haber seguido el juego a un desconocido que seguramente en la espera había desistido de seguir conversación alguna. Aún así, observaba fijamente la pantalla mientras, inconscientemente, enroscaba suavemente un mechón de su pelo entre sus dedos... solía hacerlo cuando la imaginación se apoderaba de ella. Nada... no había contestación. Cogió uno de sus cigarros mentolados y justo al soltar el humo de la primera calada, se quedó paralizada... alguien escribía al otro lado. "¡Va a contestar!", se dijo apagando apresuradamente el pitillo en el cenicero rebosante de colillas. Intentó respirar hondo, el corazón le latía rápido, estaba nerviosa y hasta las manos empezaban a sudarle, pero el nerviosismo no era lo único que se había apoderado de ella, ahora tenía miedo... miedo de no saber si podría con la respuesta. (Autora: SU )
4. “DEJAME ENTRAR, LUCIA” La respuesta le disparó una bala que le acertó en medio de la frente. Sus pupilas permanecieron clavadas en los cinco helvéticos caracteres que titilaban en la pantalla del ordenador. Verificó su nick y era el correcto. Desde que utilizaba Internet siempre se identificaba como Isis. Entonces ¿cómo era posible que aquel hombre conociera su nombre? Intentó analizar la respuesta, pero tenía la razón bloqueada. Aquel pedido con cierto sabor a súplica viril le secó la garganta. El maligno duende del arrepentimiento comenzó a danzar enloquecidamente en la boca del estómago. Su mente se debatía febrilmente entre dos posiciones antagónicas. ¿Debía apostar por su instinto y permanecer aferrada a su anodina existencia o se arriesgaba a sumergirse en las seductoras aguas de lo desconocido? ¡Mierda! Le dio una pitada al cigarro, se acomodó las gafas sobre el puente de la nariz y apoyó los sudorosos dedos sobre el teclado. En aquella inesperada partida de ajedrez, ahora le correspondía a ella ejecutar la siguiente jugada. (Autora BEE )
5. Pero no se animó, se sintió perdida e indefensa, aun en la perfecta armonía de sus cuatro paredes. -No soy Lucía, te estás equivocando de persona- acotó intentando despistar a quien le escribía. -Dejame entrar, Isis. Quiero sumergirme en la plétora que se acumulará en el centro de tu pecho cuando esté junto a ti, Lucía. La mujer se levantó aterrada, cerrando la portátil con fuerza, destruyendo el cigarrillo con la tensión de los dedos índice y medio. Lo primero que hizo fue dirigirse a la cocina y tomar un vaso con agua, un tanto más tranquila se aseguró de que las puertas y ventanas estuvieran cerradas. Riéndose de si misma y de su estúpido terror repentino, se dirigió serena hacia la portátil, la abrió y pensándolo bien le escribió. -Isis no es Lucía, me estás confundiendo. Espero que tengas suerte al encontrarla. Chao, me voy- y para terminar con esa charla le mandó un emoticón sonriente. Estaba dispuesta a apagar el computador cuando un nuevo mensaje entró. -LUCÍA ¡DEJAME ENTRAR! Y unos golpes en la puerta le sacaron un grito desesperado de horror. (Autora: ESCARCHA )
6. Grito que ahogó entre sus manos, ante la incipiente mirada de terror que dibujaba en sus ojos fijos en aquella puerta. Sin respiración audible, caminó descalza hacia ella, casi de puntillas, iluminada tan sólo por el parpadeo constante de aquella pantalla, que reiteraba el amenazador mensaje que asomaba al compás del golpear proveniente del otro lado de la estancia. Al llegar frente a ella, contuvo el aliento, cerró los puños clavándose las uñas en las palmas, agudizando el oído y..., en el momento justo en que sus ojos alcanzaron la altura de la mirilla, el sonido cesó y la pantalla se apagó, quedando sumida en la más absoluta oscuridad. Ahora el único sonido que se escuchaba era el acelerado palpitar de un corazón. Cerró los ojos con fuerza e intentó visualizar la ubicación de las escaleras por donde tendría que escapar si aquella puerta se abriera, pero a su mente sólo llegaba una imagen, una pared con un letrero pequeño, negro, que rezaba: -APTO. 601- (Autora : Mimosa )
7. ¿Lucía, estás ahí? La voz de Elisa le pareció por unos segundos la más firme asidera a donde agarrarse, ahora que sus piernas habían perdido completamente el control. – Espera, te abro. No encuentro la luz- Con su habitual desparpajo. Elisa dejó la compra desparramada sobre la mesa de cocina, y comenzó a organizar la nevera. Lucía la miraba como una autómata, que hubiera llegado de otra galaxia. Camino hacia el baño, para poder respirar sin la reserva que la inspiraba la mirada indiferente de Elisa, y al mirarse en el espejo creyó observar que alguna cana más había descolorido su ya ajada melena. Imágenes a modo de diapositivas iban pasando ante sus ojos. ¡Flash!, la primera cita. ¡Flash! Las palabras de reproche. ¡Flash! Las primeras amenazas. ¡Flash, el primer golpe. Recordó como su larga melena recorría aquel aseo camino de la bañera repleta de agua de la mano de él, y como intentó sobrevivir tragando agua mientras conseguía ahogarla. – Nunca más-, se dijo. Ya no posaría más en aquellas revistas con traje de baño, con piernas de junco y huesos en la piel, que despertara el deseo impío de pervertidos impulsos. Su oscuro refugio le proporcionaba el perfecto amparo e miradas promiscuas. Volvió a la cocina a observar los ágiles movimientos de Elisa, que le reportaban confianza cuando de nuevo otro golpe en la puerta las hizo girar la cabeza hacia la luz del portal. Cuando llegó la mirilla, arrastrando lánguidamente los pies, un golpe de luz estalló en su córnea para encontrar frente al cilíndrico cristal cóncavo, una retina nerviosa que le avistaba a través, con la misma intensidad con la que ella intentaba reprimir aquel quebrado grito que no afloraba… En ese preciso instante, la luz del estudio se prendió como una cascada fulgurante, y la pantalla del portátil comenzó a parpadear emitiendo singulares crujidos. - ¡ Lucía, no me eches en el olvido! ¡ Déjame entrar! (Autora: ANA )
8. Ahora no puedo, Elisa… Estoy cansada... No soporto más esta muerte en vida. Mientras tanto, su cuerpo –casi inerte y su mente en La Nada- levita y a la vez cae desesperadamente en un viaje con destino incierto: El acto, el telón, la función era como ese salto en la oscuridad, que Lucía; sin la más mínima posibilidad de escapar, jamás volvería atrás, ni siquiera como una insignificante mota de polvo, los interminables tres segundos detrás del telón con las cara pintada se compararían con una brújula en apuros, las posibilidades en extinción y los puntos cardinales de vacaciones y sus diversas interpretaciones. El miedo rodeándolo todo de principio a fin, como la incertidumbre torturando a un garabato con los pies imaginarios y las palabras inacabadas, estallan de pronto: la función a de comenzar los pies sobre las tablas, había que ponerlos a soñar, la ciudadanía respetable y lamentable bien dispuesta en las sillas… Ahora es el momento -dijo Lucía. Entre tanto sus ojos fulgurantes y radiantes comenzaban a desvanecerse y el mundo se le manifestaba como el matadero demencial que es. El tambor late en su pecho es más sonoro que 10 mil en un ritual festivo del África, había que convertirse en alter ego del bípedo implume, para que todos los demás entendieran: Que escudriñar a las estrellas con un telescopio gigante, mientras el contacto impersonal y sin alas de la multitud, te produce una mezcla de indignación y burla, sobretodo eso la burla, estallas a risotadas en tu interior y comienza a bailar de alegría, a escribir un libro de horas, a fotografiar mundos nacientes en plena gestación, a desatarte la cordura, a despachar a la decencia y a despedir al buen juicio y al decoro, y lentamente te conviertes en el loco que baila sin ropas, en una mezcolanza de sabiduría y disparates, inicias una destrucción tan bella… que al final dices: - ¿Será real? ¿En dónde estoy? (Autor: Quino)
9. Las luces seguían apagadas, la puerta cerrada, la casa desordenada, parece que el silencio se instalaba de nuevo en aquel desamparo y su mente comenzó a divagar en el placentero deseo de acabar con todo. ¿Cómo lo haría? ¿Estaba segura que podría hacerlo? ¿Merecía la pena seguir luchando por algo, por alguien que la maltrataba? Pero… ¿Y su arte, su vocación? ¿Y aquella familia que dejó en el pueblo? En algún momento había disfrutado de su estilo, ante cuántas miradas indiscretas... Todo era pasión ante los ojos dominadores de aquel hombre, de aquella bestia que ya nunca la dejaría en paz. Las representaciones del loco, están sustraídas al descabello. De nuevo llamaron a la puerta. Había perdido la noción del tiempo. No. No estaba en casa, no tenía ordenador, ni televisión, ni radio, ni luz eléctrica, nada, nadie podría convencerla. Su ciencia era, es lo accidental, lo fortuito, la locura, la nada, la dejadez, la inercia… porque la fantasía sólo es un juego, un extravío, un delirio pasajero. No. No abriría jamás. No podía fiarse de nadie, ni siquiera de Elisa, menos de él. Sus ideas, su carácter mórbido, sus deseos tan pronto sublimes, tan pronto locos, ella no había sido creada para que la manipularan los “genios”, no tenía paciencia, no podía dejarse golpear por una pasarela de fama absurda. El silencio volvió a invadir todos los espacios de su habitación oscura. Se dejó caer en el suelo, junto a la cama, buscó a tientas el paquete de tabaco, sacó un cigarrillo, se lo llevó a la boca, no encontró el mechero. A tientas agarró el teclado del ordenador, tiró de él con fuerza y lo estampó sobre algo que se rompió al instante. El sonido la hizo cambiar de postura. El silencio se hizo de nuevo, algo se había roto en mil pedazos. No quiso averiguarlo. De repente su necesidad de fuego se agudizó. ¿Dónde estaría el mechero? Sí. Sí. La llama era importante, el gusto, el sabor, la necesidad de sentir el humo en la oscuridad, la acuciaba. Aquella llama imaginaria le hizo recordar su estancia en Londres y, de repente empezó a viajar, incluso a pensar vagamente en el regreso… El subconsciente entra en escena. La posibilidad abraza sus adormecidas sensaciones de libertad… Se levanta, busca una luz, o no. Mejor vuelve a mirar por la mirilla. Parece que se han ido. El ordenador ya está roto. No quiere saber más de nadie. Se lo ha prometido así misma, nunca, nunca abrirá esa puerta. Saldrá por la ventana, por la chimenea, por el tejado…O se quedará allí para siempre. De repente su propia risa la hizo desperezarse. Nadie, nadie la encontraría nunca… Pero en Londres era todo distinto… De repente se encontraba sentada en un banco, viendo como iban y venían las palomas en Trafalgar Square. (Autora JULIE )
10. En Trafalgar Square, el cielo plomizo dejaba escapar finas gotas de agua, no eran de lluvia realmente, no, no llovía, era la niebla húmeda la que, sin apenas percibirlo, estaba empapando el cuerpo, el cabello, el rostro de Lucía. Las gotas de agua y el llanto se deslizaban juntos, suavemente, por sus mejillas. Sin rumbo determinado volvió a Picadidilly Circus. Era su lugar preferido desde que, hace ya dos años, vino a Londres. Desde los primeros días buscó un lugar privilegiado en la escalinata, arriba del todo, y cada día volvía a él, como por arte de magia siempre tenía libre su asiento. Hoy también observa el gentío que sin aparente rumbo fijo deambula por el barrio. Lucía acaricia su cazadora multicolor que nada más llegar, compró enfrente en la gran tienda del Sargent Pepper, una vez más intercambia algún que otro cigarrillo “Ideales” por rubio inglés, con Yasser, un estudiante de Kuwait que pincha discos en una discoteca en Cardiff. ¿La reconocerían en el pequeño pueblo del interior de España, si la viesen con su pelo crepado, de color verde, sus botas de altas plataformas y sus inmensos ojos azules enmarcados por una inmensa sombra fucsia? En Londres Lucía se había descubierto. Su melena larga, rubia, adornada con flores, brillaba con luz propia. Se reconocía hermosa y el amor que por primera vez vivía, contribuía a esa seguridad y felicidad sentida. Todo su mundo mágico había comenzado al conseguir la beca RADA –Academia Real de Arte Dramático. Un sueño. Lucía creía vivir un sueño. Eran los maravillosos años 70. Otra Lucía, en su vientre se estaba gestando sin saberlo. Hoy, con 35 años, con el pelo apagado, sin brillo, con un bagaje de triste vida continúa sentada, rodeada de palomas en Trafalgar Square. En su mente está grabado: Apartamento 601. (Autora:CAMY )
11. Clac, clac, clac, clac Un silbido lejano sincronizado con el buen compás de unos tacones cada vez más cercanos se hacían eco por el hueco de la escalera. Ese inocente sonido le martilleaba la cabeza. Abrió con dificultad los ojos y se encontró allí tendida, con la cabeza medio encajada entre los barrotes de la escalera, desnuda, con sangre reseca en la manos y con la cruel imagen que la perseguía de frente: APTO. 601. Giró la cabeza buscando desesperadamente la puerta de su casa. Estaba abierta. Suspiró. -¿Cómo he llegado aquí?- pensó. Estaba aturdida. Flashes de consciencia e inconsciencia rápidos y astutos se intercalaban en su dolorida cabeza: -Trafalgar square- -Isis- -Déjame entrar- -Yasser- -Londres- -Tabaco- -muerte- -Elisa... Elisa...- -¿Dónde estaba Elisa?- Aterrorizada se levantó y corrió hacia su apartamento con la esperanza de que Elisa también hubiese formado parte de su sueño. Atravesó el largo pasillo que conducía al salón, y allí, entre el umbral de la puerta que daba paso a la cocina, sobre un charco de sangre, descansaba el cuerpo sin vida de Elisa. Junto a ella, el retrato hecho añicos de su hija Olga Lucía y una nota que decía: “SÓLO QUERÍA RESUCITAR TU SONRISA” (Autora: BEA)
12. Durante su delirio, Olga Lucía había estado en su casa. Pero ¿cómo había entrado?. Seguramente Elisa le había abierto la puerta. Y ¿dónde estaba ahora su hija?. ¿Qué había pasado con Elisa?. Se miró las manos empapadas en sangre y lanzó un grito desesperado que salió amortiguado de su garganta, casi mudo, como si sólo pudiera murmurar los gritos y las palabras. Se arrastró hacia el ordenador descuajaringado en el suelo, junto al retrato roto de Olga Lucía. Comprobó que funcionaba todavía. ¡No se había roto!. Su luz volvía a brillar una vez conectado. Y de nuevo el color azul de la playa desconocida, y la palmera torcida y el agua serena y... un parpadeo sobre el paisaje le daba a entender que tenía nuevo mensaje. Tembló. Tuvo miedo. Pero no pudo aguantar la curiosidad... "¿HAS VUELTO YA?" Alguien sabía, al otro lado de la pantalla, que se había "ido" durante ... ¿cuánto tiempo?. ¿Cuánto había durado el delirio?... Y de pronto le invadió un terror insoportable. "Si alguien sabe que me he ido, ¿sabrá también qué ha pasado con Elisa"... Se quedó sentada en el suelo, llorando y temblando de miedo, de espaldas a la cocina, donde el cuerpo de Elisa se desangraba... "¿Y si ÉL había estado allí?. ¿Y si ÉL había matado a Elisa, en aquella oscuridad, creyendo que era ella?.."... (Autora : MEG )
13. No, no podía ser él, no tendría ningún sentido, siempre había respetado el trato. Además, ¿qué podría sacar él de todo aquello? Lo más importante ya lo tenía. -¿Y si fuese ella?- Lucubró. -¿Qué edad tendría ahora? ¿Diecisiete, dieciocho? -¡No,no,no,no! ¡Basta!- se gritó a si misma, ¿te has vuelto loca? ¡Estás hablando de tu propia hija! Pero,... ¿y quién era ella? Realmente no la conocía. Yasser se la había llevado cuando era sólo una niña. Tras años de lucha, su abogado consiguió que le enviaran fotos del paso del tiempo y alguna que otra carta contándole sus peripecias, que lejos de hacerle bien, la habían sumido en aquella profunda tristeza que acabó por encerrarla para siempre en aquel apartamento insulso y deprimente que le había quedado. Se levantó lentamente y dirigió su débil cuerpo hacia el baño, pensando en Olga, no daba crédito a cuanto allí acontecía. Mientras se despojaba de aquella ropa manchada y se disponía a darse una ducha, su mente agitada le repetía una y mil veces la misma pregunta: ¿qué voy a hacer ahora? ¿Qué voy a hacer ahora? Sus lágrimas se entremezclaban en el agua que corría por su rostro. Su nexo con el mundo exterior estaba tirado en el suelo de la cocina, bañado en sangre, muerta. ¿Qué haría con aquel cuerpo inerte? ¿Cómo se desharía de él? Envuelta en la toalla, se tendió sobre el lecho, acurrucó su cuerpo como una niña y se quedó dormida. (Autora: MIMOSA )
14. Tres horas después despertó con un crujido, un ruido leve, pero que había logrado rescatarla de su sopor. Recordó lo acontecido y el delirio en el que se hallaba sumergida. ¡Elisa, su querida Elisa! ¿Cómo salir de su mundo? ¿Cómo buscar ayuda? ¿Qué se hace cuando el sólo pensamiento de lo que acontece fuera de su dormitorio provoca un miedo mortal? Otro ruido. Se sienta en la cama con cuidado y escucha. Nada... ¿un sonido?... nada... ¿alguien se mueve o es su alma que se avienta contra el pecho tratando de salirse? Hay una respiración, es leve y tal vez lejana, pero audible. Se acerca con sigilo hacia la cocina y por la puerta entreabierta, ve como el cuerpo de Elisa es arrastrado hacia el comedor... ¿Quién se lo lleva? ¿Quién más está en su casa? Sus peores temores están hechos realidad y laten con vida propia en el interior de su hogar. Tratando de contener la respiración y que el aullido del corazón no se escuche, se arrima un poco más, sólo para cerciorarse de que son manos de mujer, las que desde los tobillos arrastran a la pobre Elisa muerta, llevándosela. (Autora: Escarcha)
15. Un escalofrío recorrió su cuerpo, no reconocía esas manos, pero sí el anillo. Su viejo anillo. Sentimientos contradictorios revoloteaban por su cabeza. -Es ella. ¿Quién sino podría llevar el anillo que le regaló Yasser hace tantos años? Quería acercarse, ver la cara de su hija, darle un abrazo, explicarle... pero sentía miedo. Jamás hubiese pensado que el encuentro con ella después de 18 años iba a ser en esas circunstancias. -¿Cómo la había encontrado? ¿Qué había pasado? ¿Y esa nota...? El sonido del agua corriendo del grifo de cocina le devolvió a la realidad. Volvió a asomarse. Se estremeció al chocar su mirada con aquellos ojos. Sus ojos. No cabía duda. Era ella. - ¿Eres tú?- Preguntó casi sin fuerzas. Olga Lucía apartó la mirada y mientras seguía fregando con saña el suelo todavía lleno de sangre, le tiró con rabia un trapo y dijo: -Deja de hacerte la víctima y haz algo útil por una vez en tu vida, están a punto de llegar. ( Autora: BEA )
16. Lucía miró a su hija y luego el trapo en sus manos, desconcertada. ¿Quién estaba a punto de llegar? ¿De qué se trataba todo esto? ¿Cómo era posible que Olga Lucía, desparecida de su vida tantos años atrás, se encontrara en su sala, lavando la sangre de Elisa? -¡Madre!- el grito áspero de la joven la volvió a la realidad. La miró otra vez, y creyó adivinar una nueva suavidad en sus ojos, a pesar de sus palabras bruscas. -No es momento de explicaciones, debemos dejar esto perfecto. Si sospechan siquiera, estamos muertas también. La posibilidad de la muerte la sacudió. No la suya. No le importaba lo que le pasara a ella, había estado muerta en vida por casi veinte años, pero no podía permitir que Olga corriera esa suerte. No había habido historia compartida, ni risas o llantos, o cuentos a la hora de dormir; no la había visto crecer y convertirse en mujer, pero esa jovencita afanada en limpiar la sangre de Elisa era su hija. Y nadie le haría daño a su hija si ella podía evitarlo. El instinto materno la golpeó con fuerza; ya no era la mujer débil de hacía una horas, temerosa, encerrada en su apartamento para esconderse del mundo. Ahora era una leona defendiendo a su cachorro. Sin una palabra, se arrodilló decidida junto a su hija, y comenzó a lavar. ( Autora: Ana Laura )
De no ser por el cuerpo inerte de Elisa, oculto ahora dentro de un saco negro que Lucía no acertaba a imaginar de dónde podría haber salido, nada hubiera hecho presagiar que allí se había cometido un asesinato. Olga se afanaba en meter dentro de una de las bolsas de supermercado que Elisa había traído los paños con que habían limpiado la sangre. Lucía la observaba asombrada, preguntándose qué hacía su hija allí, quién había matado a Elisa y, asustada aún por su presencia, quién demonios era el hombre al que Olga había abierto la puerta y que les había ayudado a colocar el cadáver dentro del saco.
-¡Vamos!
La voz de Olga sonó urgente y demasiado imperativa para lo que debería corresponder a una hija dirigiéndose a su madre. Lucía obedeció como un autómata y la siguió. El hombre cargaba con el cuerpo de Elisa. Lo vio desaparecer tras la puerta del apartamento, seguido de su hija. Ella… vaciló. "Salir? ¿Ahí fuera? ¡Oh, Dios mío!
-¡Madre! –se escuchó la voz de Olga desde el descansillo.
Lucía reaccionó y salió. Se había avivado en ella el instinto materno que antes la embargara. Escuchó el ruido sordo que hizo la puerta al cerrarse tras ella y sintió como si, con aquel mínimo acto, todos sus miedos hubieran quedado encerrados dentro de la horrible cárcel en que se había convertido su apartamento.
El ascensor los llevó hasta el sótano. En el garaje, un coche aguardaba con el motor en marcha. Olga abrió la puerta y la invitó a entrar. Lucía no dudó. Mientras se acomodaba en el asiento trasero, oyó un doloroso golpe que retumbó en el portaequipajes. El hombre desconocido había colocado allí el cuerpo de Elisa sin demasiados miramientos.
-Toma- le dijo Olga mientras le tendía un vaso con té que había servido de un termo-. Te sentará bien.
Lucía bebió y sintió que un ingobernable sopor la invadía. El coche tomó la desviación hacia la autopista y se introdujo entre el denso tráfico.
-¿Se ha dormido ya? –preguntó el hombre desconocido.
-Sí –contestó Olga-. Ya está dormida. (Cid)
18. Lucía, descalza y magullada, se vio corriendo a través de un bosque cubierto de nieve. Llevaba anudada al cuerpo una roída manta que casi le impedía moverse, tal era su peso. No supo dónde iba ni por qué le angustiaba no ir más rápido hasta que escuchó aquel horrible aullido de nuevo. No parecía humano, pero le resultaba tremendamente familiar. Aquél monstruo se movía raudo entre los árboles, mucho más que ella que apenas lograba dar dos zancadas sin tropezar. Hacía mucho frío y sentía cómo las plantas de sus pies se hundían en la nieve, quemándose, fundiéndose con ella. De repente, tropezó con un tronco muerto del suelo y cayó rodando por lo que parecía ser la vereda de un río helado. En su caída se golpeó fuertemente la cabeza con una roca y perdió la conciencia. Aún así logró divisar una luz y escuchar unas voces a lo lejos que parecían acompañarla en su agónico viaje:
-¿Qué vamos a hacer?
-Ya lo sabes.
-No quiero que la mates. Es mi madre.
-Ese no era el trato.
-A la mierda el trato. La he visto en mis ojos y ... y he recordado cosas. Salvémosla.
-¿Qué? Estás loca. Tu madre es uno de ellos y deber morir. Sabes que si alguien se entera de que te engendró correrás la misma suerte que ella y yo no podré hacer nada para impedirlo.
-Pero... ¿Y si no lo es? ¿Y si no es uno de ellos? ...
En ese preciso instante Lucía abrió los ojos.(Sue)
19. “Hazlo” dijo.
Desde la primera vez adivinó en él algo extraño. Algo que traslucían sus palabras y sus gestos y que la pasión inicial le impedía materializar en su razón hasta que, demasiado tarde, se convirtió en un escalofrío que le recorría la espina dorsal hasta paralizarla.
Trató de escapar una vez, pero él la encontró. Ellos tenían ojos por todas partes, vigilando, y la llevaron a aquel lugar cuando supieron que estaba embarazada. Atrapada.
“Tenía que ser una niña” le dijo “ni éso eres capaz de hacer bien, zorra”
Esperaban un niño. El nuevo mesías. El heredero. Ahora la niña tendría que ser sacrificada. Devorada en un ritual macabro… No pudo soportarlo. ¿Cómo habría podido? Sólo aquellos monstruos eran capaces de semejante salvajada.
Huyó. El bebé fuertemente aferrado contra su pecho. Pero la encontrarían. Sabía que lo harían.
El día que abandonó a su hija perdió el alma. La culpabilidad la abrumaba pero estar lejos de ella era la mejor forma de salvarla.
“Hazlo, hija” dijo “mátame”. (Blanche Dubois)
20.- Y en ese instante, con los ojos puestos en los de su hija, Lucía repasaba todo lo sucedido, dieciocho años...
Recordó su estancia en Londres, donde conoció a Yasser, el cual, ejercía una atracción irresistible sobre ella. Fue Yasser quien la arrastró hacia esa secta que destrozó su vida.
Fue elegida solo por su fecha y hora de nacimiento. Esa hora de nacimiento que se había inventado porque no tenía ni idea de a qué hora había llegado al mundo. Lucía solo quería agradar a Yasser... Pero esa pequeña invención, fue lo que llamó la atención de la secta... la fecha y la hora... Eso la convirtió en la candidata a engendrar al mesías.
El amor ciego que sentía por Yasser, ese sentimiento que solo se tiene en la adolescencia, esas hormonas con sobredosis de adrenalina, que te nublan el cerebro, no la permitieron ver que solo era un recipiente.
Cuando dio a luz a una niña, fue advirtiendo la hostilidad en algunas personas de la secta, y la decepción en los ojos de Yasser, y entonces empezó a tener miedo, a vivir esta pesadilla, que continuaba dieciocho años después.
La única manera de proteger a su hija, fue dejarla atrás mientras la perseguían por el bosque. No pensó que la pareja a quien se la entregó, lucharía por su custodia... Pero los de la secta querían matarla. ¡Eso nunca!
Su cordura se esfumó en el mismo momento que dejó atrás a su hija.
Durante años, se ocultó en casa, su locura había dado paso a esa agorafobia de la que era presa en ese apartamento 601, del que llevaba años sin salir, visitada solo por Elisa...
¡Elisa!
En el coche Lucía sucumbió a los efectos del narcótico.
Despertó en una obra, estaba sola en el coche, hacía calor, notaba la boca pastosa, y el cuerpo entumecido...
Su hija Olga y aquel hombre, estaban unos metros por delante del coche, de espaldas a ella, mirando el suelo, en el que había una zanja de la obra. Un camión hormigonera comenzaba a vertir el hormigón en la zanja. Lucía salió del coche dando traspiés. Torpemente fue acercándose a ellos... y a la zanja... estaba a punto de nombrar a su hija para preguntar por Elisa.
Entonces vio como el hormigón caía sobre aquel saco negro en el que habían guardado el cuerpo de su amiga. Se llevó la mano derecha a la boca ahogando un grito, la mano izquierda mesaba su cabello para detenerse en su nuca.
Con el ruído de la hormigonera, no se habian percatado de su presencia, se fue alejando, pero su mente afectada por el narcótico y los temblores de sus piernas, hicieron que cayese en su huida cada vez que intentaba correr. Finalmente la vieron... La cogieron en un segundo.
Cuando se encaró a su hija, una vez que la cogieron, la pregunta implícita en su cara, hizo que Olga Lucía intentase justificarse.
-Entiéndelo, madre, es tu vida o la mía, eres el único eslabón que tengo con aquella secta, si te encuentran a tí, me encontrarán a mi. No ha quedado más remedio que deshacerse de todas mis fotos, de todas mis direcciones... y dada tu locura, también de tí. Una de las dos tiene que morir. Tu amiga, es un daño colateral.
-¡Hazlo!, hija, ¡mátame!- ofreció su vida adulterada por la de una asesina, pero era su hija.
En ese momento, coches de policía entraron en la obra a gran velocidad, al detenerse, levantaron una enorme cantidad de polvo. Todo era un caos, Lucía no veía nada, estaba tumbada en el suelo, oía disparos por todas partes.
Horas después, todo había terminado.
Hubiese dado su vida por la de su hija, pero Olga Lucía era una asesina, había matado a Elisa, y en la refriega con la policía, perdió la vida.
Se recuperó el cuerpo de Elisa. ¡Pobre Elisa!
Para Lucía, solo había dos alternativas, el psiquiátrico, o la casa de sus padres, a los que no veía desde hacía una eternidad.
La casa de sus padres, estaba como siempre, cada rincón escondía un recuerdo. Recuerdos que parecían pertenecer a una vida anterior. A otra persona distinta.
Se paseaba por el estudio de su padre contempando viejas fotos de su niñez. De pronto, a su espalda sonó un "clic", era el ordenador, en su pantalla había aparecido la siguiente frase:
-DÉJAME ENTRAR, LUCÍA.
Cerró los ojos, ahogó un grito.
No. Su padre no tenía ordenador.
Abrió de nuevo los ojos.
Al final, solo quedaba la certeza de que su cordura se había perdido en algún rincón del Universo donde no la encontraría jamás. (Rubén)
FIN
Por favor, sean ustedes benevolentes con este pobre aficionado, la cosa no era fácil, y dar explicaciones de todo era complicado.
En caso de desagrado, se acepta final alternativo.
Mi cabeza no dá para más.
7 comentarios:
Me gusta Ruben, ¿sabes por qué? porque podría decirse que Lucía, de alguna forma, se había vuelto un poco tarumba de estar todo el día encerrada en casa con el pc. Enganchada a un mundo virtual y a personas no reales que, quizás, solo estaban en su imaginación.
Sea verdad o mentira todo lo que le sucedió, hemos dejado constancia de ello y tú eres un valiente.
Me ha gustado.
Mi aplauso para ti Rubén PLAS,PLAS!
Pues con una persona que le haya gustado, ya vale la pena.
Gracias.
Bueno, bueno... cabos sueltos si quedaron, como lo de explicar el pelo crespado y verde. También se dejan entrever en alguna entrada,cosas como desfiles, maltratos, etc, me parecía que dar explicaciones de todo lo extendería demasiado.
Me alegro de que se de por bueno, porque siguiendo mis relatos, los finales no les domino muy bien, nunca me quedo muy satisfecho.
Ufffff....¡qué bien has ligado tantas revueltas! El final me ha parecido genial, desconcertante, para por fin volver a respirar sabiéndola loca.
Gracias por tu aportación. Ha sido una experiencia genial. Y...¡encantada de conocerte!
Un besazo y felicidades.
Pues gracias Ana, a mi también me ha gustado la experiencia. Tenía miedo de que mi aportación fuese demasiado larga.
Jajaja ya puedes lanzar el suspiro de alivio, que te ha quedado muy bien. Un placer pasar por aquí ;)
El placer ha sido mio al conocer tu blog.
Sí, de un momento a otro voy a suspirar, además creo que a quien no le gusta se abstiene de opinar, con lo que salgo ganando. Gracias por hacerte seguidora.
Publicar un comentario