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jueves, 7 de abril de 2011

RELEVO FINAL

Que te pasen el relevo de esta historia, ya es una faena, pero si te toca el final... la faena se convierte en una canallada ( por no decir una putada ).
VINIVIDIVINVI, ideó este "juego" tan divertido, el cual ha ido pasando por varias personas diferentes, aportando cada una su talento. A mi me lo ha pasado Blanche Dubois, lo he aceptado aun a riesgo de defraudar a la persona que me pasa el testigo, pero no he podido resistirme...

1. La agorafobia de Lucía había hecho que llevase años confinada en lo que ella llamaba su búnker. Vivía de noche y dormía de día. Era una de esas mujeres por las que el tiempo pasa cruel y devastadoramente. Una aureola púrpura rodeaba sus ojos tristes, sin brillo, que se encajaban en un rostro descolorido y marchito. Tenía una nariz perfilada que sostenía unas anticuadas gafas.

Sus labios agrietados pedían a gritos menos nicotina, el pelo cano y desaliñado le llegaba casi a la cintura y la extrema delgadez de su cuerpo no podía casi sostenerla en pie.

Su partida de nacimiento confirmaba que tenía 35, pero los años de aislamiento elegido, la dejadez y el descuido habían hecho que pareciese una anciana.

Como una noche más, Lucía abrió su portátil, para asomarse por esa pequeña ventana y contemplar, indagar, husmear por entre las callejuelas de esa gran ciudad virtual que le tenía completamente fascinada. Mientras se desplegaba automáticamente la persiana azul de Microsoft, preparaba, como otras tantas veces, sus cigarrillos, el viejo cenicero sucio, y su té. El turquesa del mar de una playa desconocida le daban la bienvenida.

Y a partir de ahí, su conexión con el mundo.

-¡Clic!-


( Autora: BEA )
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17.
De no ser por el cuerpo inerte de Elisa, oculto ahora dentro de un saco negro que Lucía no acertaba a imaginar de dónde podría haber salido, nada hubiera hecho presagiar que allí se había cometido un asesinato. Olga se afanaba en meter dentro de una de las bolsas de supermercado que Elisa había traído los paños con que habían limpiado la sangre. Lucía la observaba asombrada, preguntándose qué hacía su hija allí, quién había matado a Elisa y, asustada aún por su presencia, quién demonios era el hombre al que Olga había abierto la puerta y que les había ayudado a colocar el cadáver dentro del saco.
-¡Vamos!

La voz de Olga sonó urgente y demasiado imperativa para lo que debería corresponder a una hija dirigiéndose a su madre. Lucía obedeció como un autómata y la siguió. El hombre cargaba con el cuerpo de Elisa. Lo vio desaparecer tras la puerta del apartamento, seguido de su hija. Ella… vaciló. "Salir? ¿Ahí fuera? ¡Oh, Dios mío!
-¡Madre! –se escuchó la voz de Olga desde el descansillo.
Lucía reaccionó y salió. Se había avivado en ella el instinto materno que antes la embargara. Escuchó el ruido sordo que hizo la puerta al cerrarse tras ella y sintió como si, con aquel mínimo acto, todos sus miedos hubieran quedado encerrados dentro de la horrible cárcel en que se había convertido su apartamento.


El ascensor los llevó hasta el sótano. En el garaje, un coche aguardaba con el motor en marcha. Olga abrió la puerta y la invitó a entrar. Lucía no dudó. Mientras se acomodaba en el asiento trasero, oyó un doloroso golpe que retumbó en el portaequipajes. El hombre desconocido había colocado allí el cuerpo de Elisa sin demasiados miramientos.
-Toma- le dijo Olga mientras le tendía un vaso con té que había servido de un termo-. Te sentará bien.
Lucía bebió y sintió que un ingobernable sopor la invadía. El coche tomó la desviación hacia la autopista y se introdujo entre el denso tráfico.
-¿Se ha dormido ya? –preguntó el hombre desconocido.
-Sí –contestó Olga-. Ya está dormida. (Cid)



18. Lucía, descalza y magullada, se vio corriendo a través de un bosque cubierto de nieve. Llevaba anudada al cuerpo una roída manta que casi le impedía moverse, tal era su peso. No supo dónde iba ni por qué le angustiaba no ir más rápido hasta que escuchó aquel horrible aullido de nuevo. No parecía humano, pero le resultaba tremendamente familiar. Aquél monstruo se movía raudo entre los árboles, mucho más que ella que apenas lograba dar dos zancadas sin tropezar. Hacía mucho frío y sentía cómo las plantas de sus pies se hundían en la nieve, quemándose, fundiéndose con ella. De repente, tropezó con un tronco muerto del suelo y cayó rodando por lo que parecía ser la vereda de un río helado. En su caída se golpeó fuertemente la cabeza con una roca y perdió la conciencia. Aún así logró divisar una luz y escuchar unas voces a lo lejos que parecían acompañarla en su agónico viaje:

-¿Qué vamos a hacer?
-Ya lo sabes.
-No quiero que la mates. Es mi madre.
-Ese no era el trato.
-A la mierda el trato. La he visto en mis ojos y ... y he recordado cosas. Salvémosla.
-¿Qué? Estás loca. Tu madre es uno de ellos y deber morir. Sabes que si alguien se entera de que te engendró correrás la misma suerte que ella y yo no podré hacer nada para impedirlo.
-Pero... ¿Y si no lo es? ¿Y si no es uno de ellos? ...
En ese preciso instante Lucía abrió los ojos.(Sue)

19. “Hazlo” dijo.

Desde la primera vez adivinó en él algo extraño. Algo que traslucían sus palabras y sus gestos y que la pasión inicial le impedía materializar en su razón hasta que, demasiado tarde, se convirtió en un escalofrío que le recorría la espina dorsal hasta paralizarla.
Trató de escapar una vez, pero él la encontró. Ellos tenían ojos por todas partes, vigilando, y la llevaron a aquel lugar cuando supieron que estaba embarazada. Atrapada.

“Tenía que ser una niña” le dijo “ni éso eres capaz de hacer bien, zorra”

Esperaban un niño. El nuevo mesías. El heredero. Ahora la niña tendría que ser sacrificada. Devorada en un ritual macabro… No pudo soportarlo. ¿Cómo habría podido? Sólo aquellos monstruos eran capaces de semejante salvajada.
Huyó. El bebé fuertemente aferrado contra su pecho. Pero la encontrarían. Sabía que lo harían.
El día que abandonó a su hija perdió el alma. La culpabilidad la abrumaba pero estar lejos de ella era la mejor forma de salvarla.

“Hazlo, hija” dijo “mátame”. (Blanche Dubois)


20.- Y en ese instante, con los ojos puestos en los de su hija, Lucía repasaba todo lo sucedido, dieciocho años...
Recordó su estancia en Londres, donde conoció a Yasser, el cual, ejercía una atracción irresistible sobre ella. Fue Yasser quien la arrastró hacia esa secta que destrozó su vida.
Fue elegida solo por su fecha y hora de nacimiento. Esa hora de nacimiento que se había inventado porque no tenía ni idea de a qué hora había llegado al mundo. Lucía solo quería agradar a Yasser... Pero esa pequeña invención, fue lo que llamó la atención de la secta... la fecha y la hora... Eso la convirtió en la candidata a engendrar al mesías.
El amor ciego que sentía por Yasser, ese sentimiento que solo se tiene en la adolescencia, esas hormonas con sobredosis de adrenalina, que te nublan el cerebro, no la permitieron ver que solo era un recipiente.
Cuando dio a luz a una niña, fue advirtiendo la hostilidad en algunas personas de la secta, y la decepción en los ojos de Yasser, y entonces empezó a tener miedo, a vivir esta pesadilla, que continuaba dieciocho años después.
La única manera de proteger a su hija, fue dejarla atrás mientras la perseguían por el bosque. No pensó que la pareja a quien se la entregó, lucharía por su custodia... Pero los de la secta querían matarla. ¡Eso nunca!
Su cordura se esfumó en el mismo momento que dejó atrás a su hija.
Durante años, se ocultó en casa, su locura había dado paso a esa agorafobia de la que era presa en ese apartamento 601, del que llevaba años sin salir, visitada solo por Elisa...
¡Elisa!
En el coche Lucía sucumbió a los efectos del narcótico.
Despertó en una obra, estaba sola en el coche, hacía calor, notaba la boca pastosa, y el cuerpo entumecido...
Su hija Olga y aquel hombre, estaban unos metros por delante del coche, de espaldas a ella, mirando el suelo, en el que había una zanja de la obra. Un camión hormigonera comenzaba a vertir el hormigón en la zanja. Lucía salió del coche dando traspiés. Torpemente fue acercándose a ellos... y a la zanja... estaba a punto de nombrar a su hija para preguntar por Elisa.
Entonces vio como el hormigón caía sobre aquel saco negro en el que habían guardado el cuerpo de su amiga. Se llevó la mano derecha a la boca ahogando un grito, la mano izquierda mesaba su cabello para detenerse en su nuca.
Con el ruído de la hormigonera, no se habian percatado de su presencia, se fue alejando, pero su mente afectada por el narcótico y los temblores de sus piernas, hicieron que cayese en su huida  cada vez que intentaba correr. Finalmente la vieron... La cogieron en un segundo.
Cuando se encaró a su hija, una vez que la cogieron, la pregunta implícita en su cara, hizo que Olga Lucía intentase justificarse.
-Entiéndelo, madre, es tu vida o la mía, eres el único eslabón que tengo con aquella secta, si te encuentran a tí, me encontrarán a mi. No ha quedado más remedio que deshacerse de todas mis fotos, de todas mis direcciones... y dada tu locura, también de tí. Una de las dos tiene que morir. Tu amiga, es un daño colateral.
-¡Hazlo!, hija, ¡mátame!- ofreció su vida adulterada por la de una asesina, pero era su hija.
En ese momento, coches de policía entraron en la obra a gran velocidad, al detenerse, levantaron una enorme cantidad de polvo. Todo era un caos, Lucía no veía nada, estaba tumbada en el suelo, oía disparos por todas partes.
Horas después, todo había terminado.
Hubiese dado su vida por la de su hija, pero Olga Lucía era una asesina, había matado a Elisa, y en la refriega con la policía, perdió la vida.
Se recuperó el cuerpo de Elisa. ¡Pobre Elisa!
Para Lucía, solo había dos alternativas, el psiquiátrico, o la casa de sus padres, a los que no veía desde hacía una eternidad.
La casa de sus padres, estaba como siempre, cada rincón escondía un recuerdo. Recuerdos que parecían pertenecer a una vida anterior. A otra persona distinta.
Se paseaba por el estudio de su padre contempando viejas fotos de su niñez. De pronto, a su espalda sonó un "clic", era el ordenador, en su pantalla había aparecido la siguiente frase:
-DÉJAME ENTRAR, LUCÍA.
Cerró los ojos, ahogó un grito.
No. Su padre no tenía ordenador.
Abrió de nuevo los ojos.
Al final, solo quedaba la certeza de que su cordura se había perdido en algún rincón del Universo donde no la encontraría jamás. (Rubén)
FIN
Por favor, sean ustedes benevolentes con este pobre aficionado, la cosa no era fácil, y dar explicaciones de todo era complicado.
En caso de desagrado, se acepta final alternativo.
Mi cabeza no dá para más.

7 comentarios:

Sue dijo...

Me gusta Ruben, ¿sabes por qué? porque podría decirse que Lucía, de alguna forma, se había vuelto un poco tarumba de estar todo el día encerrada en casa con el pc. Enganchada a un mundo virtual y a personas no reales que, quizás, solo estaban en su imaginación.
Sea verdad o mentira todo lo que le sucedió, hemos dejado constancia de ello y tú eres un valiente.

Me ha gustado.

Mi aplauso para ti Rubén PLAS,PLAS!

Ruben dijo...

Pues con una persona que le haya gustado, ya vale la pena.
Gracias.

Ruben dijo...

Bueno, bueno... cabos sueltos si quedaron, como lo de explicar el pelo crespado y verde. También se dejan entrever en alguna entrada,cosas como desfiles, maltratos, etc, me parecía que dar explicaciones de todo lo extendería demasiado.
Me alegro de que se de por bueno, porque siguiendo mis relatos, los finales no les domino muy bien, nunca me quedo muy satisfecho.

Ana Galindo dijo...

Ufffff....¡qué bien has ligado tantas revueltas! El final me ha parecido genial, desconcertante, para por fin volver a respirar sabiéndola loca.

Gracias por tu aportación. Ha sido una experiencia genial. Y...¡encantada de conocerte!

Un besazo y felicidades.

Ruben dijo...

Pues gracias Ana, a mi también me ha gustado la experiencia. Tenía miedo de que mi aportación fuese demasiado larga.

su dijo...

Jajaja ya puedes lanzar el suspiro de alivio, que te ha quedado muy bien. Un placer pasar por aquí ;)

Ruben dijo...

El placer ha sido mio al conocer tu blog.
Sí, de un momento a otro voy a suspirar, además creo que a quien no le gusta se abstiene de opinar, con lo que salgo ganando. Gracias por hacerte seguidora.