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sábado, 16 de abril de 2011

LA CABRA DE SAN BARTOLOMÉ DE RUEDA

Toda la vida, desde niño, he oido eso de “San Bartolomé de Rueda, donde berró la cabra después de muerta”. Pues bien, toda la vida oyendo eso, y resulta que es una historia con la que me topé durante tres años 2006, 2007 y 2008.
Me tocó llevar la gente de los pueblos del Ayto. de Gradefes al centro médico de Gradefes, los martes me tocaba precisamente ese pueblo, San Bartolomé de Rueda, y claro… no pude menos que preguntar por la historia de la famosa cabra. Muchas versiones me llegaron de los vecinos de Garfín de Rueda, y dos de los dos únicos vecinos que había en San Bartolo. Yo lo voy a contar más o menos como me parece.

Todo sucede en un corral o majada, situado a uno o dos kilómetros de San Bartolo, y cuatro o cinco después de pasar Garfín, matizando que el terreno de Garfín llega casi hasta allí. Ambos pueblos distan seis Km, cuatro son terreno de Garfín, dos de San Bartolo (Aprox.)
Hacia el año 1920, existe en San Bartolo un hombre, dicen que se llamaba Romanón el rico, no se. Dedicado a la venta ambulante, con mujer y cuatro hijos, ha hecho fortuna, y en un aprisco, se ha construido el corral, dista un par de Km. de la casa, allí llevan al rebaño. Es hombre arrogante y caprichoso.
Pronto empiezan las disputas con los pastores y vecinos del pueblo de Garfín, porque en su arrogancia y prepotencia, el rebaño de Romanón invade día tras día los terrenos de Garfín. Cansados están en Garfín de tanta intrusión, cansados de avisar  y reprochar dicha actitud, máxime cuando de los pastos dependen familias más pobres. Pero Romanón no hace caso, y la intrusión no cesa.
En Garfín, un vecino, rumia su rencor, planifica su venganza. Aprovechando la noche, se encamina hacia el aprisco donde se encuentra la majada, cerrada a cal y canto, apenas se oyen algunos balidos cuando los perros ladran desde dentro.
Pero el hombre no necesita entrar… le prende fuego al corral desde fuera, con todos los animales dentro, perros, ovejas y cabras… Dado el material tan inflamable de aquellas construcciones, el fuego se propaga rápidamente, nadie puede apagarlo, porque los pueblos están lejos, las llamas alcanzan a las ovejas, devoran su lana, y luego la temperatura alcanza tantos grados que la grasa derretida de los pobres animales, escurre por la ladera abajo en dirección al arroyo de Valdellorma…
Difícil es imaginar una imagen tan… dantesca, pues Dante, describiendo el infierno, solo imaginaba… esto era real, una puerta del infierno se abrió en el medio del monte y devoró a todos aquellos inocentes animales.
La venganza se consumó. El pirómano anónimo, libre de invasiones, dudo mucho que libre de conciencia…
 Se echa la culpa a Romanitos el pobre… mas no se puede demostrar nada.
Un día, un viajero, quien sabe, quizás un vecino de regreso a casa, una temporada después del suceso, al pasar a la altura del paraje, testigo del lamentable acto, comienza a oir un berrido que describe como “un mugido como de cabra parturienta…”, no sabe de dónde viene, se oye muy fuerte, su cabalgadura se encabrita y se niega a seguir camino, el hombre, asustado regresa sobre sus pasos y cuenta espantado lo que le ha sucedido.
En Garfín relacionan el suceso con la reciente muerte de Romanitos el pobre, presunto autor del incendio.
¡Qué curioso!, que los berridos comiencen el mismo día de la muerte del supuesto incendiario.
Crédulos e incrédulos acuden al lugar, y a determinadas horas se oye el berrido de la cabra, un berrido espeluznante, que pone los pelos de punta. Algunos valientes buscan su procedencia, pero no la encuentran por ningún lado, ahora se oye por aquí, ahora se oye por allí, es imposible localizar nada.
El suceso corre de boca en boca, de pueblo en pueblo, traspasa fronteras, hasta gente de Madrid viene para oir el berrido de la cabra.
Interviene la iglesia y se intenta bendecir el lugar, pero no da tiempo a concluir nada, porque el berrido se hace tan ensordecedor que amedrenta a propios y extraños, y salen pitando de allí.
Los cazadores más valientes acuden allí con ánimo de terminar con el misterio, armados con escopeta, se acercan al corral, uno por un lado, otro por otro, no llegan a encontrarse, porque de nuevo el berrido se hace tan atronador que los “valientes” regresan sobre sus pasos... tienen miedo…
Nunca se llega a resolver el misterio. Un día, al igual que comenzó, terminó, y no se volvió a oir nunca más.
Mis reflexiones respecto al tema eran muchas, leí lo que pude, la gente que me lo contaba tenía más de 90 años, y la mayor parte del relato, lo sabían porque se lo habían contado sus padres… no variaban mucho las versiones, todas coincidían en casi todo, salvo quizá en que no se ponían de acuerdo en si los berridos comenzaron con la muerte del presunto pirómano, o que cesaron a su muerte.
A pesar de la fascinación que me producía el fenómeno, puesto que muchos martes pasaba por delante de las ruinas todavía ennegrecidas, no le quise dar más vueltas, pensando que si hubiese sucedido hoy en día, a lo mejor con las nuevas tecnologías alguien hubiese averiguado una explicación científica.
De todas formas, de vez en cuando volvía sobre el tema, y un día en el bar, mientras esperaba, un señor mayor volvía a relatarme lo mismo que ya había escuchado tantas veces.
Al salir del bar, me encaminé hacia el autobús, lo abrí, y como estaba solo dejé abierto para que subiesen a medida que iban llegando los viajeros… Pero el primero que llegó fue un señor que había escuchado la historia, y me dijo:
Yo hace muchos años, décadas después de lo de la cabra, reconstruí el corral y guardé allí mis ovejas una temporada, porque está bien situado el lugar, y si te digo lo que vi y lo que escuché allí, no me lo creería nadie.
Por más que insistí, no me contó nada, dijo que si me lo contaba le iban a tomar por loco…
Asi que, no hay nada más que contar, este es el misterio de la cabra de San Bartolomé de Rueda según las conclusiones que yo he sacado, y yo no creo nada, pero como dicen los gallegos… haberlas… hailas.

8 comentarios:

Vir dijo...

Bueno, yo no me creo mucho este tipo de cuentos de pueblo, seguro que si había algo alguna explicación científica tendría. El tiempo y el miedo engrandecen estas cosas...

Ruben dijo...

Una cosa está clara, desde 1920, cada uno que lo cuenta, lo exagera.
Mi teoría: trabajando en una dehesa durante tres años, me di cuenta de que durante los partos de corzos y venados, los berridos son escalofriantes, lo cual solo pude comprobar porque estaba solo en esa dehesa. Los berridos de los venados, se oyen a kilómetros y son muy difíciles de ubicar...

Midala dijo...

Vaya miedo...yo seria incapaz de estar sola en el campo.No te digo nada si me encuentro un corzo u oigo un berrido...Me gusta lo que cuentas..pero soy urbanita!!!!:):)

Ruben dijo...

También yo siento miedo con el bus cada vez que me meto en la vorágine de Madrid. Pero en fin, como es más grande que los coches, me voy abriendo paso...

Rafa dijo...

me ha gustado esta historia, leyenda...

pues igual tiene logica lo que dices, lo de los partos de los corzos.

Ruben dijo...

Eddie, no se puede saber que pudo pasar para que se armase tanto alboroto. La verdad es que hubiese sido mucha casualidad que fuese lo de los corzos, porque el sonido se alargó en el tiempo, y dudo también de que se dejasen escuchar habiendo gente cerca.

Me alegro de que te haya gustado, hay muchas versiones por ahí, la mejor es un libro en romance, escrito por un amigo, la edición es de 100 ejemplares, y es difícil de conseguir.

mafern dijo...

Yo nunca creí en esa historia, pero un día en verano de 1994 que pasa yo por la carretera pare el coche y fui a investigar. En 1994 ya solo quedaban unas tapias de un metro de altura. Había una parte que era de adobe y estaba inclinada a punto de caer. La pegué un empujón y se cayó al suelo. Entre los adobes había como carbonilla o sarrio negro. Mis pelos se pusieron de punta.. me entró un temblor y pavor que salí de allí sin mirar para atrás .. mis manos temblaban y apenas encontraba el agujero de la llave para arrancar el coche....
Y ,,, yo que creía que ese eran cuentos de viejas,,,!!

mafern dijo...

Claro que la historia tiene un fallo; la grasa derretida arde y. no corre por la ladera hacia el reguero, como cuentan algunos.