Angel se había levantado con mal pie. Estaba de mal humor porque el día le iba poniendo una zancadilla tras otra. El coche no arrancaba por la mañana, por eso, llegó tarde al trabajo. Luego el ordenador no se conectaba a internet, y cuando por fin lo consiguió, la impresora se quedó sin tinta, al poner el nuevo cartucho, se atascó el papel… En esas le llama María. Como tiene mal día, discute con su amiga que le reprocha una acción que Angel no ha hecho, que no tiene nada que ver con él. La discusión continúa, y él no va a pedir perdón por algo que no ha hecho.
María es cabezona, no se corta y coge un buen enfado, pero Angel, se arrepiente durante la tarde e intenta arreglar las cosas, porque no concibe su vida sin su amiga.
María no contesta a sus llamadas, y a sus mensajes apaciguadores, contesta mordaz, tergiversando sus buenas intenciones. Le insulta y le acusa más todavía. Angel sigue intentándolo durante toda la tarde, pero María sigue sin contestar a sus llamadas y ahora, tampoco contesta sus mensajes. Desesperado, pone el enésimo mensaje “tendré que ir a verte al trabajo, porque tengo que hablar contigo cara a cara y arreglar esto como sea”. Esta vez, María si contesta “Ni se te ocurra aparecer por mi trabajo a dar la nota, porque sería lo último que hicieras”.
Pasa la tarde angustiado, preguntándose quién y qué le han contado a María sobre él para que se enfade así.
Al anochecer ya no puede más, no puede comer, ni dormir, ni estarse quieto. Coge el coche y se dirige a casa de María. Hay unos 20 Km. pero apenas a cinco minutos de conducción, un jabalí enorme hace su aparición en la carretera… El impacto es inevitable, su pequeño coche es incontrolable, no ve nada porque el air-bag ha saltado y no le deja ver. El coche cae por la derecha, tropieza con la valla del canal nuevo y se precipita dando vueltas por el lateral hasta llegar, destrozado, al fondo del canal, que no lleva agua porque no está concluido.
Todo pasa muy deprisa, por un momento, pierde la consciencia, no sabe durante cuánto tiempo. El coche está destrozado, ha quedado al revés, el techo se ha hundido y Angel está atrapado, siente mucho dolor en su pierna derecha y en todo el pecho. La pierna debe de estar rota, el pecho le duele por la presión ejercida por el cinturón de seguridad. Le escuece la cara, intenta tocársela, pero tiene las manos atrapadas, la derecha no sabe con qué y la izquierda está estirada delante su cara, casi toca un hierro retorcido, que parece el pedal del embrague.
Le escuece la cara, que se habrá quemado con el roce del air-bag. El coche está parado, las luces se han apagado, probablemente, se habrán roto los faros, pero el contacto sigue dado, porque se oye la radio. Intenta moverse, y un dolor agudo le sube desde la pierna. Una sustancia viscosa empieza a empapar su cuello, cuando esa sustancia resbala por su frente y llega a su ojo derecho, ve que es sangre, tiene que cerrar el ojo, y luego soplar y girar un poco la cabeza cuando la sangre llega a su boca.
Angel empieza a estar mareado. Tiene miedo de que nadie le encuentre en esa carretera poco transitada. No puede quitar el contacto del coche, menos mal que no es de gasolina, y no hay tanto riesgo de incendio.
Pasa un rato interminable, y de pronto oye el pitido de un móvil, un mensaje. Localiza el teléfono aprisionado debajo del pedal del freno, intenta cogerlo con la mano izquierda, pero no sale, solo se ve la parte inferior izquierda. Por fin llega con su dedo, toca la pantalla y toca el símbolo verde que sirve para contestar y rellamar, es al único que tiene acceso en la pantalla táctil. Como no puede marcar, su única esperanza es hacer la última llamada realizada. Lo consigue. Lo sabe porque tiene conectado el móvil vía bluetooth a la radio del coche, que, como sigue funcionando, de pronto se detiene la música y se oye la señal de llamada. Angel se incorpora con mucho dolor y consigue ver en la pantallita de la radio a quién está llamando. ¡Oh, no! ¡ A María!
María está harta, hace tiempo que se siente incómoda con Angel, hoy ha sido la gota que colmó el vaso. “No pienso contestar”. No contesta.
Van diez llamadas seguidas, apagaría el móvil, pero está esperando la llamada de su madre que ha salido de viaje. El teléfono suena una y otra vez. Cansada, le envía un mensaje “Déjame en paz, no quiero hablar contigo, olvídame”.
Angel se ve perdido, el miedo se convierte en pánico su dedo corazón no hace otra cosa que pulsar el botón verde. Sabe que María está enfadada. ¡Qué mala suerte! Si su última llamada hubiese sido a otra persona… La batería se debe de estar agotando. Hace casi una hora que está allí y la sangre sigue extendiéndose, se está mareando.
María está nerviosa, van muchas llamadas, “¡No contestes!” se dice.
Al final no puede más, va a contestar, porque este Angel es capaz de pasarse la noche así.
- ¿Qué es lo que quieres? ¡pesado!
- ¡María! ¡María! ¡no cuelgues! He tenido un accidente –se le va la cabeza- caí en el canal nuevo, no puedo salir del coche, llama a alguien…- su voz se acaba de pronto.
María sabe dónde está el lugar, mientras baja corriendo hacia su coche llama al 112 y a la Guardia Civil.
La Guardia Civil llega enseguida, ella después, la ambulancia se pierde, pero llega rapidísimo. Cuando se juntan allí, ven el jabalí de unos 100 Kgr. Muerto en la cuneta, bajan como pueden por la inclinada pared del canal. Angel ha perdido el conocimiento, está atrapado, el coche está irreconocible. Mientras llama a los bomberos, el médico le toma el pulso, pero está muy débil. El tiempo apremia, después de dos horas, rescatan a Angel, apenas respira, la sangre está por todas partes, la ambulancia no llega a poner las sirenas, Angel muere después de los infructuosos esfuerzos del médico. Había perdido mucha sangre.
María está desesperada. La Guardia Civil entrega a María el móvil de Angel, ya casi no tiene batería. Se da cuenta de dónde estaba atrapado el aparato, y por qué solo podía llamarla a ella. Comprueba su último mensaje enviado hace unas horas, minutos antes de coger el coche. “María, aunque no me vuelvas a hablar nunca más, te voy a querer siempre” –escribió- Pero no, durante las horas siguientes, dejó de quererla.
María se marea por momentos, todo es una pesadilla. La Guardia Civil la pide el teléfono de Angel para marcar el Aa (Avisar a… que espero todos tengáis preparado por si acaso) delante del nombre de la persona a quien avisar en caso de emergencia. De nuevo suena el móvil de María –ANGEL- sale en su pantalla. Nunca pensó que fuese tan importante para él… Tan importante que pudo salvar su vida.
*¡Venga! Seguro que no pasa nada por contestar.
15 comentarios:
joder ruben, esto si que fué fuerte!!!no se puede ir uno a la cama despues de leer esto...Muy bueno,besitos!!!
¡Que desesperación! Trágico relato. Muy bien hecho, mantiene la atención del lector hasta el final, con un cierre inesperado. Creí que se salvaría.
Beso.
MIDALA, si que es fuerte, pero el aviso lo requiere.
PLUMA ROJA, si al final se hubiese salvado, el mensaje caería en saco roto, y se olvidaría a los 5 segundos de terminar la lectura.
Vaya, es cierto, que coincidencia tan extraña que hayamos escrito sobre algo similar.
En realidad mi micro tiene un doble sentido, tal vez se me fué la mano y no se puede entender...(a veces me pasa)
EL simbolismo de la muerte en la carretera simboliza la tiempo la ruptura de una pareja... pero como he dicho, creo que no lo he hecho nada bien...
Hablando del tuyo... que te puedo decir... me has puesto la piel de gallina, sinceramente, tanto realismo me ha puesto en situación y la angustia se ha depositado en mi.
Realmente estas cosas pasan... es tan triste...
Lo que ahora me pregunto... pobre Maria, como se puede sobrevivir a algo así?
Gracias por visitarme... me quedo por aqui.
Un beso.
GALA,¿María? en este caso, y para este personaje, creo que no soy consciente de lo doloroso que podría ser vivir esta situación.
Sí Ruben! muy buen relato! Quedé tiesa a la espera del final ... y no lo dejaste vivir ... -
Para el próximo pido final feliz!
Mis cariños.
PD
¿Ves por qué en la literatuyra japonesa no hay jabalíes y sí libélulas?!!!!
Mercedes, es que la literatura japonesa, es más fina, y yo soy muy de pueblo. Eso si, la libélula seguro que no habría provocado un accidente.
Hay llamadas que son mortales...como ésta.
Y ahora María creo que ya no va a gastar el móvil por mucho tiempo.
Antes estas cosas no pasaban, te morías y ya.
Menudo caso de conciencia!
Buen relato, Rubén.
Besos.
Es horrible!
he llorado y todo...
(pero la historia es buena, puesto que se siente el pánico y la desesperación)
PD:cuando tenga más tiempo volveré a Miros.
Muchas gracias por tu comentario en mi entrada. Me alegra mucho que a los niños les gustara el dibujo.
¡OS-TRAS!
Este relato tienes que enviarlo a algún sítio, merece ser publicado.
¡Un abrazo!
ZARZAMORA, vamos a pensar en los que si se salvan. Antes tampoco había air-bag, habría muerto a la primera.
VANGELISA, Miros no se va a ir a ninguna parte, tranquila, la historia, es un poco fuerte, pero es que estos días, quiero concienciar un poco al personal.
MIGUEL ANGEL, ¿se lo mando a la DGT?
Estoy con Miguel A. ES MUY BUENO. Cuando unas Letras te hacen sentir es maravilloso.
THK.
PD. me ha hecho pensar mucho. Me encanta
Homero, gracias, si que hace pensar. Y cada uno hacemos nuestras reflexiones y sacamos nuestras conclusiones.
Ruben, durmiendo hasta muy tade para poder leer alguito de lo que has escrito, creo que no podre ponerme al dia peo bueno al menos lei esta historia que si la leyeran algunos, no dejarian de contestar su telfono. Muy parecida a ti, esos son los relatos que me gustan, eres super detallista. Aun no hay un Mario. saludos. Kanelita
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