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viernes, 10 de enero de 2025

LA TORMENTA

El ser vivo que más me quiere en este mundo, es este puto perro, y encima no es mío. Pero como si lo fuese.
 Hace unos años que vine a vivir a esta pequeña población de montaña donde apenas quedan cuatro o cinco vecinos, todos ellos se dedican a la ganadería, completando con alguna que otra afición, como las abejas, por ejemplo. Hay un par de rebaños de ovejas y cabras y otro par de vacas y algunos caballos. Todos ellos crían mastines.
El caso es que me gusta pasear por el monte, ando todo el día por ahí con la cámara de fotos y los prismáticos. Desde siempre, los perros me han considerado de su rebaño, paso mucho tiempo con los vecinos en sus majadas y cuadras, y los perros me conocen. 
Lo extraño es que no soy muy cariñoso, y ellos de todas formas andan siempre detrás de mí. 
Una de las perras parió hace años en el monte, los cachorros crecían de manera salvaje, eran temerarios y no respetaban ni obedecían a nadie. De cinco que nacieron, quedaban tres machos, las dos hembras desaparecieron, sospecho que ahogadas, porque intentaban cruzar el arroyo continuamente, éste, algunos días de lluvia venía con mucha fuerza, y por varias veces había tenido que mojarme para sacar a uno de los cachorros, que era el que incitaba a los otros a meterse en el arroyo cuando no debían. Creo que fue por eso que, en cuanto notaba mi presencia, acudía a mi lado, y me acompañaba a cualquier parte de la montaña. 
Le empecé a llamar "Brus" (por Bruce Springsteen, The Boss), los otros dos venían a veces. Al final terminaron por integrarse en los rebaños sin pertenecer a ninguno en concreto, eran salvajes, no obedecían a nadie, a mi tampoco, pero si que acudían a mi llamada y se quedaban muchas noches en mi corral, hasta el punto de que terminé haciendo un acceso a mi portal para que entrasen los días de frío y nieve. 
También acudían a la llamada de Aurora, yo creo que hasta los lobos hubiesen acudido a su llamada, pues desprendía esa luz que tienen algunas personas y que todo ser vivo veía. Menos el bruto de su marido.
A Aurora, le tenían verdadera devoción, ella se encargó de dar nombre a los otros dos, uno "Vulcano" porque era como un volcán, si notaba la intrusión en su zona de un lobo, o incluso de otro perro estallaba, y al otro le llamó "Gitano", no se por qué.
Aurora se casó con Camilo hace muchos años, desde la cabecera de comarca se vino con el a este apartado rincón, vivían con el hermano de Camilo, Armando. Camilo era una mala persona, un ser cruel con todo el mundo, empezando con Aurora, a quien tenía martirizada y ensañándose especialmente con Armando, al que humillaba y pegaba a menudo. Los perros le temían, en cuanto aparecía, ellos cogían distancia. Se decía en la zona que Armando tenía cierta deficiencia porque Camilo le había tirado del remolque cuando eran pequeños y se golpeó muy fuerte en la cabeza. Seguramente. Pero Armando era un trozo de pan, bueno a más no poder, trabajador y generoso, todo el mundo le quería.
La tormenta en casa de Camilo y Aurora, empezó antes que la tormenta meteorológica. 
Cuando Camilo llegó de la feria y le informó a su hermano de que iba a vender todas las vacas y fuera, Armando, que nunca le llevaba la contraria, se puso como loco, lloraba como un niño y le decía que no, esta vez tenía más miedo de perder a sus queridos animales que a su hermano. 
La bronca iba en crescendo, Aurora estaba de parte de Armando, pero no intervenía por miedo a Camilo, pues éste siempre terminaba desahogándose con ella, golpes, roturas y cicatrices, formaban parte de ese historial. Pero cuando Camilo empezó a pegar con un hierro a Armando, Aurora temió por su vida y descargó un sartenazo en la cabeza de su marido, antes de que éste pudiese reaccionar, aprovechó para coger a Armando y salir corriendo al corral, la tormenta en ese momento descargaba agua a mares y los truenos amortiguaban los insultos de Camilo que salía tras ellos con el hierro en la mano, al verle, salieron del corral resbalando en el barro y dirigiéndose en busca de ayuda en dirección a la casa más cercana.
A mi, me pilló la tormenta en medio del monte, y cuando más llovía, yo venía empapado camino de casa, Brus, Vulcano y Gitano venían conmigo, podían haberse adelantado hasta casa, pero nunca me dejaban solo, como si fuese una oveja descarriada, nunca me abandonaban hasta estar en mi casa. Por eso, cuando de pronto, salieron los tres en otra dirección como demonios, me sorprendió, oscurecía el día y ya casi no se veía, entre relámpago y relámpago, pude ver que se dirigían a casa de Aurora. Yo les seguí, empapado y en medio de una tormenta que arreciaba cada vez más fuerte, rayos y truenos me envolvían.
De pronto, vi a lo lejos salir de su casa a Aurora, llevando a Armando casi apoyado en ella, apenas podían avanzar en el barro, poco más tarde apareció Camilo blandiendo un hierro tras ellos, Armando perdió el sentido por los golpes recibidos y arrastró a Aurora en su caída. Los perros se interpusieron en el camino de Camilo amenazantes, protegerían a Aurora y Armando por encima de todo. Yo, por más que me esforzaba no terminaba de llegar en su ayuda, la pendiente resbaladiza y la lluvia me impedía ir más deprisa. 
Camilo, al ver a los perros interponerse, montó en cólera, regresó a la casa y volvió encañonando un rifle de caza, apuntó a su hermano y a su esposa y disparó, Gitano se interpuso, lo que le costó la vida, yo quedé paralizado, aterrado por la situación, pero Vulcano salió disparado hacia Camilo, que le disparó hiriéndole gravemente, Brus, sin embargo intentaba interponer su cuerpo entre el rifle y Aurora, yo gritaba todo lo fuerte que podía, pero los truenos eran mucho más sonoros. Camilo estaba muy cerca, les iba a matar, apuntó, no podía fallar, en ese momento un relámpago cruzó el cielo y descargó toda su carga en el cañón del rifle, Camilo quedó muerto en el acto. Brus gemía al lado de Aurora y Armando, nunca había oído a Brus gemir por nada.
Una semana tardó Armando en regresar del hospital, pero enseguida se puso a atender a los animales, que ahora eran suyos y de Aurora. Vulcano, tardó mucho en recuperar, estuvo tirado en mi salón muchos días hasta que se puso en pie, Aurora venía y le mimaba y el perro se dejaba querer. Brus entraba y salía varias veces al día. Si yo me alejaba, el perro se quedaba junto a su hermano como un vigía.
La naturaleza es sabia, y trajo una muerte que, a su vez, trajo la armonía al pueblo. 


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